domingo, 22 de julio de 2012

Memorias... Viaje a la Desesperación...



Autor: Alexis Remington. 



Paquito… Pajas Con…



(Una Mañana de Colorines)



Paquito:



Mediodía de un día cualquiera…

En un remoto lugar del mundo…

Época de abundancia; bueno eso digo yo…


Estábamos Paquito y yo desde hacía rato en la colina desde donde se podía ver todo el pueblito donde vivíamos, divisando la panorámica de las huertas que había muchas, del rió que bajaba del Cerro del Pico, de las primorosas casitas que en su mayoría eran pintadas en blanco con techos a dos aguas en teja color ladrillo; habíamos venido de dejar el ganado de nuestras respectivas familias, Paquito era un primo segundo de sabe cuantos años en aquel entonces, era un chico guaperas, y sin dudarlo era el más chulo de todos los primos, alto, delgado con la piel del color de la arena, con el cabello castaño claro, la frente amplia, los ojos almendrados y en color miel, la nariz grande y afilada, labios sensuales, era un chulazo de morro ―desde que me acuerdo era un tipo pijudo y por ello me tenía encantado, en pocas palabras me tenía hasta las manitas, que aunque no era feo si era de esos chiquillos llorones o como decían por allí, algo culón y ver a Paquito tan desenvuelto, tan independiente, tan valiente y tan, tan, chulo que era imposible no sentirse atraído por el pelado que desde niño ya pintaba en un chulazo―, Paquito siempre fue mi dolor de cabeza por que desde siempre me gusto, desde que me acuerdo sentía una exagerada veneración por el chiquillo y parecía que me adivinaba el pensamiento por que siempre me ponía en mi lugar, el que no se sometiera a mis encantos ya era una ventaja; no, Paquito adivinaba que yo ya en esos entonces era algo ladino y siempre me salía con la mía y como buen conocedor nunca se dejo engatusar por mí…

Excepto ese día; casi mediodía con el sol bastante ya muy alto.

Sentados en la colina en que Paquito sacara a colación el juego o más bien un juego que para esa edad sería imposible pero que resultaba bastante normal ya que siempre me tocaba jugar el mismo rol; el rol de niña que tanto me gustaba ―pero como se llevaría acabo dicho juego y donde… Paquito miro a su alrededor buscando el lugar adecuado que a su vez estuviera bastante alejado del camino principal y sobre todo de ojos indiscretos, también que ejerciera cierto encanto para que aceptara sus pretensiones, su mirada fue a posarse en un llamativo y enorme árbol de colorines que estaba un poco más abajo y bastante bien oculto tras una nopalera, y hasta allá se dirigió con el chiquillo siguiéndolo muy de cercas…

Inmediatamente allí antepuso las condiciones del juego, él sería el niño y desde luego él sería la niña, pero para su sorpresa el chiquillo puso cara de no estar muy de acuerdo con lo pactado, pero inmediatamente cambio de actitud ante su rápida oferta ―burlón como era, Paquito le dijo que a cambio de jugar le regalaría todos sus colorines; era la treta que siempre usaban para convencerle de que aceptara jugar a sus juegos. Le mostró todos los colorines que llevaba en una bolsita, los cuales puso en unas blancas e inmaculadas manos de niño de Ciudad: El primo de Ciudad era un chiquillo delgado de piel dorada, cabello castaño dorado y algo medio largo cortado a la navaja y en bucles, ojos brillantes y de color castaño, nariz afilada, labios gruesos y sensuales que como cosa rara tenían un color y un brillo particular, que era como si les pusiera color y brillo a propósito, el mentón cuadrado y fuerte ―y si que era lindo― además de un bonito cuerpo, el primo se cargaba unas nalgas paradas y redondas, y a todos los primos les encantaba hacérselo pasar por niña y con ese su cabello largo si que lo parecía…

Como buen chico de campo se hizo inmediatamente un pequeño lugar para dar rienda suelta a sus juegos anteponiendo que ya era de noche y que se irían adormir, y que desde luego lo harían en cueros, ni tardos se pusieron a quitarse una a una las prendas; el pequeño se sentó abierto de piernas a quitarse las deportivas ya que era el único de los chicos que las usaba, él lo miraba como se iba quitando una a una las prendas de vestir ya recostado en una improvisada cama echa con su propia ropa -Paquito tenía un bonito cuerpo que aún para su edad lo tenía, un rostro bastante masculino, sobresaliéndole esos ojazos almendrados y de color claro, esa su nariz que aunque grande era afilada y bonita, con unos labiecitos sensuales como melocotón que siempre quiso besar y que nunca tuvo oportunidad -es que el condenado nunca me dio chancee pero que siempre busque-, unos brazos definidos, un abdomen plano, un bonito sexo aún sin definir, unas nalgas bastante redondas, unas piernas fuertes y esa su actitud chulesca que encantaba a todos…

El primo por el contrario tenía un cuerpo más lánguido pero definido, todavía con esas formas de no sé sabe qué, que causaban escalofríos, luego que se despojo de sus prendas se fue a poner a su lado tanto que su cuerpecito se lleno de un escalofrío, podía sentir como su piel temblaba y se ponía todo chinito, -estaba nervioso, más adelante este sería el punto culminante de sus encuentros con otros hombres- él lo abrazo con su cuerpo tanto que el chiquillo se lleno muy pronto de calor, ahora podía sentir sus tibias nalgas, podía palpar sus formas en toda su extensión, podía sentir su tibio cuerpo muy pegado al suyo, como se restregaba; podía ver, sentir todos sus detalles, cuan tibio y lánguido era ese cuerpo sin definir, sin saber todavía que era…

Me arrobe ante su abrazo, su calor y su olor me llegaban hasta lo más profundo de mi ser su aliento me pegaba en la nuca, me deje hacer por el chiquillo que en esos momentos era el de mi sueños, ninguno me había echo sentir lo que estaba sintiendo en ese medio día con el sol a pleno, bajo el cobijo de las sombras de ese árbol de colorines con Paquito en mi espalda restregando su sexo imberbe en mis pequeñas nalgas…

Una mañana Paquito no fue a dejar el ganado cosa que no me extraño de momento, pero al volver me dijeron que se habían ido al “Norte” allá por el mediodía, se habían ido con su madre que vivía allá, de momento sentí un nudo en la garganta y un vació en el corazón, sin decir nada me dirigí por la callecita principal a la salida del pueblito, ya allí mire hacia el cruce y como en una premonición que quizá en un futuro habría un éxodo de personas -no recuerdo haber llorado pero si me sentía muy solo y muy triste, era como si algo se me hubiera roto, como si algo se hubiera ido con Paquito…

Tiempo después nosotros también nos fuimos a otro Estado a otra Ciudad, el tiempo y los años pasaron y Paquito paso a ser solo un recuerdo, un bello recuerdo en mi mente infantil…


Tenía tiempo de no haber vuelto al pueblito y mi viejo no daba noticias, pero como le iban a dar las nuevas a un chiquillo; así que pedí permiso para irme al pueblo unos días y como ya me sabía el camino no se negaron a que fuera; al llegar inmediatamente me dirigí al mismo lugar donde solía llegar a la casa de mi Tía Abuela, hacía tiempo que habían llegado desde el Norte y junto con ella también mis primos pequeños que eran dos chiquillos bastante pesaditos, haber vivido un tiempo con esa familia me daba la categoría de hermano pequeño y me daba cierta categoría así que siempre fui bien recibido, -era aún de mañana así que por lo regular casi todos estaban en labores, todavía en ese tiempo había bastantes primos de mi edad así que sin dudar más tarde los vería a todos…

En la tardecita después de haber comido decidí ir a dar una vuelta por los alrededores, desde la casita de mi Tía Abuela se podían ver los diferentes puntos donde solían reunirse los primos de mi edad, y en aquella época por el camino por donde se iba al lugar de pastoreo y a la labor de los diferentes Tíos se encontraba un árbol muy alto que llamaban Mesquite y por lo regular este era el sitio más frecuentado después del de la escuela, y el del campo deportivo, claro por los chiquillos, ya que servia como sitio de recreo y hacia ya dirigí la vista, y si aviste a una buena parte de muchachitos y hacia allá dirigí mis pasos, al llegar a dicho lugar cual fue mi sorpresa Paquito estaba allí -según tenían unos meses de haber llegado del Norte y a según se iban a quedar una buena temporada; ya no era el chiquillo enclenque y si era todo un hombrecito bastante bien desarrollado, mucho más que los que nos habíamos quedado y con un insipiente bigotito como seña particular, decían que el Norte siempre los volvía súper desarrollados y como cosa rara todos volvían así-, lo que fuera Paquito estaba súper guapote, seguía teniendo el mismo físico, solo que con la marcada diferencia de la ya casi entrada adolescencia y esto lo hacía bastante más atrayente…

Los días pasaron hasta que una tarde se cruzo lo inevitable:

En compañía del hermano pequeño de Paquito -de unos once o doce años- nos fuimos a buscar al muchachito que se encontraban jugando en el Mezquite de la escuela que estaba del otro extremo de la misma, junto con otros muchachitos; inmediatamente con una felicidad que no le cabía en el cuerpo -le contó la nueva- y es que rato antes le había enseñado hacerse su primera paja y este echo lo tenía todo exaltado ya allí le contó de los pormenores de la experiencia: Paquito de momento se contagio del entusiasmo del hermanito y pidió detalles, este a su vez le contó todo -yo a mi vez estaba igual o quizá más exaltado que el hermano y con mucha perspectiva, por que Paquito se lleno de curiosidad y quiso saber más del asunto; pero para eso nos fuimos a esconder en una hondonada que estaba cercas y bien escondida por árboles, ya allí se bajo los pantalones de un solo hasta los tobillos y este era medio desvergonzado por que de cualquier cosa se empelotaba para beneplácito mío por que así me daba unos tacos de ojo con sus nalgotas redondas, sus fuertes piernas, su abdomen plano, su pecho, sus hombros y brazos, su espalda ancha y ligeramente encorvada, y el condenado parecía que lo habían esculpido a propósito; ya allí siguiendo las indicaciones del pequeño, se cogió el cipote de un buen tamaño pero justo para su edad y comenzó a darse unas sacudidas algo sin ton ni son pero eso si bien enérgicas que hicieron que se le pusiera duro y levantado…

Todos los chiquillos estábamos a la expectativa con la acción…

¡Ahí pude verle muy bien los detalles!

Cuan bello era el condenado muy ancho de espaldas, hombros y brazos fuertes, abdomen plano, un bonito sexo con las bolas lampiñas y si hasta los vellos los tenía lindos, esas sus nalgas redondas y esas sus piernotas como dos columnas, el pelado estaba echo un bombón y se caía de bueno, después las pajas que me hacía eran en su imagen la que tenía grabada en la memoria como en una fotografía…

Y Paquito siempre se prestaba para el morbo…

Pero nunca más volvimos a estar como esa mañana de colorines…

Pero eso si pude verle muy bien el sexo y que sexo, hasta eso tenía lindo el hijo he puta; digámosle que de una cuarta y cabeza libre derechito con la cabeza proporcionada ni muy gordo ni muy flaco, creo que todo los primos de la edad teníamos el sexo muy parecido y lo digo por que a todos se los vi, se los manosee y a otros se los sentí en lo más profundo, pero ninguno dejo huella tan profunda como el de Paquito que por el nervio o por sabe que pero no pudo sentir las sensaciones de una verdadera paja y harto de no obtener nada termino con el espectáculo de dejarnos admirar su bella anatomía de dios azteca, incluyéndome a mi que en todo momento no deje de perderme con detallada exactitud todos y cada uno de los detalles y que Paquito me dejara por que para esos entonces todavía era muy inocente y no se daba cuenta de mis verdaderas intensiones, más adelante me pasarían la factura…

Eran tiempos de lluvias…

Por aquel entonces uno de los Tíos de Paquito se había ido a radicar a un rancho lejano como trabajador, el lugar era más húmedo y por ande daba mejores cosechas, y como decían por allá iban a mitades, allá por el quinto infierno, ese día había venido por víveres y de paso a visitar a su madre la Abuela de Paquito, dicho sea de sobra vino a convencer a los hermanos de que le acompañaran a trabajar una semana y que se ganarían unos pesos, y como siempre yo me la pasaba en su casa y lo mitotero nunca se me quitaría yo me apunte a ir más por estar junto al peladito que por otra cosa…

Y si que el mendigo rancho estaba en el quinto infierno y a ojo de buen cubero se notaba que el lugar si daba para vivir mejor y era muy bonito, bueno mientras no se viviera de por vida y a mi todo eso se me hacía como una aventura; ese día llegamos por la tarde así que de momento nos dedicamos a relajear con los primos y también fuimos a ver el lugar en cuestión -y pa’ su mecha si que era una gran labor, esta ni la vista alcanzaba y nuestro trabajo consistiría en desyerbar el mendigo monte…

A muy temprana mañana después de haber desayunado nos dirigimos todos los primos al lugar dispuestos a trabajar la tierra; pero no sé si debido a mis ruegos o quien sabe qué diablos pero de pronto el cielo se cubrió de gris, pero bien sabido que de nubes y por cierto muy negras, y a eso del medio día cayó un aguacero que ni dios padre lo quitaría, quitándonos las esperanzas de seguir, así que todos empapados nos dirigimos a la casita…

Ya en la casita los tres nos pusimos en cueros por que daba la casualidad que solo llevábamos una muda y ni modo andar en calzoncitos mientras se secaba la ropa que tendimos afuera -para eso los Tíos no estaban- así que nos dedicamos a relajear entre nosotros y como siempre Paquito me agarraba de su torta; yo creo que el pelado me quería echar pero era de esos persignados que piensan que si se meten con otro pelado se vuelven maricas, por que muy en el fondo le gustaba mirarme y siempre me decía que parecía niña; que tenía cosas como el cabello, los labios de mamadora -eso me lo dijo mucho después cuando ya éramos grandes- las nalgas y según él que olía a niña, y sabe cuantas cosas más, lo miraba que se sobaba y me enseñaba su verga ya parada, se reía entupidamente anteponiendo que de solo verme casi en pelotas se le ponía dura, pero no hacía nada y yo tampoco -éramos todavía muy crios y no estábamos tan dañados- lo que fuera pero Paquito siempre buscaba la manera de enseñarme sus cositas, y quizá yo también en el fondo era muy pudoroso y retraído, quizá lo que él quería era que yo tomara la iniciativa, lo que fuera era como una muralla infranqueable…

Casi en la noche los Tíos volvieron y nos encontraron en pelotas; a grandes rasgos les contamos que nos había agarrado la lluvia y que nos tuvimos que volver por que estábamos empapados y que el trabajo lo tuvimos que dejar botado: A la hora de dormir fue un lío por que la cabaña solo tenía un cuarto y solo había dos camas una donde dormían los Tíos y otra los muchachos más grandes y los más pequeños en el suelo pero como nosotros éramos invitados teníamos que dormir en una cama y después de habernos distribuido en nuestros respectivos dormitorios y de echar un poco de relajo nos dispusimos a dormir después de una reprenda del Tío anteponiendo que mañana muy temprano nos teníamos que levantar a continuar con el trabajo y todo quedo en silencio…

Todo quedo en completa oscuridad…

Yo en medio de los dos hermanos casi desnudos, muy pegados, sintiendo nuestro calor, nuestras pieles rozándose, sintiéndose tan suave, tan caliente, yo aventándole indiscriminadamente mi culo, él quien sabe por que pero se arrinconaba hasta la pared, haciéndose lo más chiquito que podía para no sentir como ardía, como me quemaba el fuego que me abrazaba la piel, como lo quemaba y como lo abrazaba, como mi calor y mi olor lo prendían tanto que cuando puse mi mano en su verga ya estaba dura y levantada, sin objeción se dejo que la metiera dentro de su calzoncito -tal vez por calentura, por morbo quien sabe pero así era…

Lo que fuera pero se dejo guiar, se dejo hacer por esa mano que le estaba provocando cosquillas, si, esas sensaciones desconocidas nuevas de pronto, pero que de momento te causan miedo, pero que después te causan una placentera sensación que quieres que nunca terminen, esa mano que parecía ávida por ir por todos esos rincones nunca conocidos nunca explorados, como sopesaba sus huevos, como se detenía en el vello que ahí crecía, luego le cogía el cipotote y comenzaba un frenético sube y baja que estaba apunto de casi gritar por que las sensaciones eran indescriptibles que no había manera de explicar eso que se sentía que le iba desde muy adentro, parecían como una olla de leche a punto de reventar en ebullición, como prestaba especial atención en su cabecita y el muy maricon se centraba ahí, con que maestría movía el puto dedo alrededor de su honguito y ese dedito le estaba causando que un escalofrío y un hormigueo le corriera desde a dentro, le subiera por todas las paredes de su picha, se le desparramara por todo su cuerpo, -esto se los contó en la tarde después de la jornada a todos los demás muchachitos- y si no paraba iba a reventar en no sé sabe qué así que sin más corto con todo eso volteándose y no permitiendo que esa mano traviesa siguiera con su cometido, aún así ya fue capas de distinguir y sentir las sensaciones de las que hablara su hermano, así que muy pronto las pondría en practica muy pronto sin duda lo haría…


Días después Paquito les contó a todos los primos que yo era un marica y que me gustaba hacer pajas y aunque todos sabían eso ninguno se atrevía a contarlo a los cuatro vientos a excepción de Paquito que me puso en vergüenza con todos y por un tiempo lo odie y lo quise en silencio, creo que fue de todos los primos al que quise más, yo creo que él también sentía lo mismo, pero nunca nos dijimos nada y así era mejor que quedara en lo más recóndito de nuestros corazones…

Este relato lo cuento un poco en memoria de eso que paso, quizá un poco como venganza, quizá ya un poco por no poder decirle que yo estaba enamorado de él, desde niños, quizá Paquito fue mi primer amor platónico, lo que fuera nunca me eh arrepentido… De todos modos eso fue hace mucho tiempo y como el tiempo, tiempo es…


Rodrigo... El Amigo de la Familia...



Rodrigo:



Es en una Ciudad de México, es en Guadalajara…

Teníamos días de haber llegado a ese edificio de varios pisos, ubicado muy junto a la Central de Autobuses, era un apartamento que daba a la calle el que tenía un bonito balcón y el que era grande con varias habitaciones, una bonita sala de estar y con un solo baño, -en particular me gustaba el entorno que nos rodeaba, estábamos en la zona del centro, así que teníamos a la mano todo…

Como todos dormían hasta ya muy tarde me salía por la mañana a bobear por las tiendas que había alrededor, en particular me gustaba ir al zoológico que estaba en la esquina donde por primera vez vi el puercote mas grande que haya visto en mi vida, pero que después me dijeron los adultos que era un hipopótamo, -todavía hoy lo recuerdo, es como si estuviera ahí viéndolo todo, las imágenes me vienen una tras de otra-. Otras veces me iba al parque de diversiones que estaba al lado de este, donde aprendí a andar en bicicleta y a nadar; cuando conocí un poco mas me aventure a ir a las tiendas por departamentos a las que llamaban galerías, mejor conocidas como la Liverpool o las del Palacio de Hierro que tenían varios pisos y siempre era emocionante vagar por sus pisos repletos de cosas que nunca en mi vida había visto, me fascinaba el departamento de juguetes y podía pasar horas y horas hasta que me hartaba y me iba caminando a mi casa por toda la avenida peatonal mirando las tiendas, sobre todas las de juguetes, -ya dije que en ese entonces era un chiquillo de cabello castaño dorado algo medio largo y en rulos, delgado, facciones mas bien aniñadas para ese entonces ni siquiera estaba bien definido, era un chiquillo bastante bonito, que confundían con una niña…

Usualmente entraba al edificio por el lado del parqueadero para pasar inadvertido por el portero que siempre estaba en la entrada, el edificio no tenía elevador pero si unas escaleras anchas y muy llamativas y en cada piso un pequeño y bonito livingroom que en ocasiones usábamos como zona de juegos.

Muy cauteloso entraba al apartamento que todavía estaba medio en penumbra, por que todavía estaban dormidos y usualmente alguien dormía en lo que era el estudio que estaba abierto y que había sido adaptado como una recamara, ocupado por Rodrigo quien había aparecido de la nada así como así; y por lo regular siempre nos acompañaba para todos lados, -en aquel entonces no sabía de ciertas cosas y como tenía la costumbre de nunca preguntar así que se me hizo muy normal que el hombre de unos veintitantos años anduviera por allí-. Me caía bien y lo veía como a un hermano mayor, era educado y de buen carácter, eso si un poco desinhibido, le gustaba pasearse encueros por todo el lugar y seguido hacía gala de su impresionante físico de futbolista; era alto y esbelto con el cabello negro como el azabache, la piel blanca, las cejas negras y tupidas, la nariz afilada, los labios gruesos y sensuales -el pelado tenía un cuerpazo que ay señor que cuerpo…

Ya una vez lo había visto casi desnudo en una madrugada en que llegaran con tremenda peda; por supuesto que no había apreciado todos los detalles pero adivinaba que sucedía cuando llegaban a muy de mañana; solo llegaban y se tiraban a dormir sin darse cuenta que pudieran ser observados por los más pequeños, como ese día en que se había quedado dormido en el sofá de la sala pero que dejaba muy clara la vista del estudio, el sol del medio día dejaba entrever muy bien el cuerpo de Rodrigo y del otro lado un cuerpo que no se alcanzaba a distinguir; primero semi cubierto por el edredón, -todavía no se levantaba del todo y todavía tenía la cobija casi hasta la cabeza, quizá por eso mismo no lo tomaron en cuenta y como era normal en una persona que duerme es que se mueve por si sola y así mismo en uno de esos movimientos es que el edredón se le deslizo dejando entrever totalmente su cuerpo y algo más; algo que lo hizo sentir extrañas sensaciones, algo que lo dejo perplejo, algo que lo dejo quedarse allí bajo las cobijas observando todos los detalles, estaba que no pestañeaba, que no respiraba, que no se movía para que no se dieran cuenta que estaba viéndolo todo; él allí tirado inconsciente, adormilado, desnudo como estaba con todo al aire, con su abdomen plano, con sus vellitos y ese pedazo de carne allí echado para un lado escurrido como un moco, pudo ver con detallada exactitud todos los detalles; la cabeza, el grosor, la longitud, las piernas musculosas, las líneas bien marcadas, los vellos que le iban desde los tobillos hasta los muslos y le remataban en las huevas-, después de eso ya nunca más pudo olvidar lo que sintió…

Era medio día cuando habían llegado al balneario San Antonio; que era un enorme parque en las afueras de la Ciudad, donde había animales salvajes y tenía una enorme piscina con un trampolín de diez metros; inmediatamente que llegamos comimos y más tarde Rodrigo me invito a irnos a bañar; con toalla en mano nos dirigimos a la piscina que estaba a unos cien pasos de donde estábamos; Rodrigo enfundado en un pantaloncito corto de color negro tan pequeño que le marcaba todo el paquete; él en uno de color azul, -no sabía por que pero el verlo así tan ligerito de ropas le producía escalofríos; ya otras veces lo había visto en calzoncitos pasearse por la casa y a otras verlo salir del baño enredado en una toalla, sentarse en el sofá a mirar la televisión, abrir mucho las piernas bien peludas y musculosas sin siquiera inmutarse, -según que estudiaba en la prestigiosa Universidad de Guadalajara y que jugaba en un equipo importante, pero a todas luces era un vago que vivía de los favores de su familia…

Desde esa vez en que lo vio tirado en la cama medio en pelotas, su corazón y sus ojos lo miraron de diferente manera con algo que en ese momento no atino a desdibujar, -claro que no con amor ni con deseo, ni nada de esas cosas por que no sabía nada de eso todavía; pero le gustaba acercarse mucho a Rodrigo que despedía ese su olor que se le colaba hasta las membranas mismas, su calor lo hacían estremecer y sentir un no se sabe qué -desde ese momento lo adoro como a nadie-, aún con todo eso nunca rivalizo con nadie, era muy apegado a su familia y no estaba entredicho pelearse el cariño con nadie y menos con ella; pero si lo tergiversó en una extraña admiración y todo lo de él le gustaba; le gustaba la ropa que usaba y sobre todo le gustaba usar unos pequeños calzoncitos que le entallaban como una vaina, le gustaban las lociones que usaba, le gustaba engominarse el cabello con esa crema que se usaba en ese tiempo, le gustaba incluso la maquinita de rasurarse los vellos que después lo hacían lucir como un muchacho; le gustaba tanto imitar sus modales cuando comía y levantaba el dedito meñique, le gustaba leer, le gustaba estudiar, le gustaba el cine, le gustaba imitarlo en todo…

Desde esa vez sintió un no sé sabe qué, que creería que nunca podría olvidar en su vida; pero que los guardo en lo más recóndito de su corazón, pero que cerro con una llave de oro que después echo al mar…

Tenía sus pies metidos en la orilla de la piscina; que era de un tamaño que jamás hubiera visto en su vida; esta era circular y tenía una más pequeña del otro lado del trampolín unida por un pequeño puente, a su izquierda estaba la zona de los niños y a la derecha estaba la zona de los adultos y hacia esta se había dirigido Rodrigo ya sin el pantaloncito corto que llevaba, si con un calzoncito tan pequeño que si apenas le cubría en un color carne que casi se podía confundir con su propia piel; lo miro un momento de pie con esa su parte que le llegaba a la altura de la boca, que si se empujaba podría golpearle en la boca…

Dijo:

¿Hola, estas en la tierra, me escuchas?

¿Aquí llamando a la base, me copias Capitán?

Río de buena gana.

Zangoloteo el cuerpo de un lado a otro como si quisiera hipnotizarlo o idiotizarlo con todo eso que tenía entre las piernas y que se le veía de los más impresionante y en frente de él y que lo tenía anonadado, -quizá ya se había dado cuenta que era medio raro; y en particular nunca lo había negado ni afirmado; es más siempre le había gustado jugar con muñecas, ya una vez había echo un berrinche del tamaño del mundo cuando una vez en una juguetería había visto una hermosa muñeca caracterizada de su heroína favorita; la que por supuesto no le compraron en ese momento pero si la que obtuvo días después en vuelta en un hermoso papel brillante color violeta.

Dice:

¿Te quedas aquí y no te muevas, te voy a enseñar como un verdadero hombre se tira desde lo más alto del trampolín… Si quieres te puedes meter a nadar y me miras?

Él dijo que no sabía como…

¿Cómo qué?

¿Eso, nadar?

Se carcajeo de muy buena gana y movió el cuerpo para todos lados como si quisiera impresionarlo, seducirlo o quien sabe que vergas, quizá era que quería ponerlo nervioso con toda esa su virilidad, por que toda vez que lo miraba en pelotas el chiquillo se ponía rojo como un tomate, bajaba la cabeza y se alejaba en poco, -era como esos machos relegados por la superioridad de otro y es que tal vez se sentía en una franca competencia y él era un macho muy competitivo y él era solo un niño o tal vez era otra cosa quien sabe que rondaba la pequeña cabeza del chico…

Se tiro al agua en un clavado que lo hizo perderse de vista por un momento lo busco con la mirada, pero no aparecía y una zozobra lo hizo buscarlo con insistencia bajo el agua, sentado a la orilla y con sus pies a dentro, su cuerpo medio inclinado y sus ojos clavados en el fondo: Movía sus pies para un lado y para el otro y distraído como estaba no se percato que una figura se acercaba por abajo; miraba para todos lados menos hacia donde tenía que mirar así que cuando el hombre salto desde el fondo del agua le dio un susto de miedo; lo cogió de la cintura y se lo echo en los hombros y lo atrajo hacia adentro, lo giro de espaldas pero bien cogido que lo tenía que podía sentir su piel con la de él, lo soltó un momento y al mismo tiempo le indico que moviera las manos y los pies, le dice que se ponga a lo largo y que no dejase de moverse; así lo hace y le encantaba estar en sus brazos y se sentía tan bien que cuando lo dejo allí en el lugar de los pequeños, solo, deleitándose con su calor y su olor a lo lejos pudo regodearse con la bella imagen de su cuerpo de gimnasio en su traje tan pequeño que si apenas le cubría; era tan alucinante verlo allí a la orilla del trampolín haciendo contorciones, él a la orilla de la piscina recostado en el borde comiéndoselo con la mirada con la boca que se le hacía agua y su mente embotada en una nube de ensueño…

Recordar esos momentos lo llenaban de un no sé sabe qué, que lo ponía todo colorado y con el cuerpo ardiendo con una comezón que le invadía desde la punta de los pies le pasaba por esas partes innombrables le iba por la espina dorsal y le estallaba en la cabeza creándole un caos…

Como esa otra vez en que al despertarse lo mirara totalmente desnudo parado en el quicio de la puerta pero bien oculto, la luz del medio día le dejaba ver todo su cuerpo con total nitidez, -tirado como estaba en el sofá quizás demasiado borracho o lo que fuera, pero tan agradecido por ese gran favor de tenerlo otra vez a su entera disposición pero esta vez bien desnudo tan solo con su camiseta cubriendo sus ojos por ello mismo no podía mirar que era mirado; él allí endeble perdido en ese ensueño, comiéndoselo, grabándose cada una de las líneas de ese bello cuerpo esculpido como una estatua en mármol como si fuera en una fotografía-, pudo verlo muy bien desde donde estaba; la prominencia del pecho y sus pezoncitos muy levantados rodeados de vellitos, uno línea bien marcada que le iba desde la manzana de adán le pasaba por el pecho, y le llegaba al ombligo, sus vellos como caminito de hormiguitas, le iban desde los pezones, el pecho, la cavidad torácica, el ombligo y le iban hasta "allá", a su sexo; en un triangulo, ( en aquel entonces no se usaban los vellos al ras, así que era la peludes de un chango ) así que su moco se veía como si estuviera como en un nidito, escurrido y echado para un lado, con sus piernotas muy abiertas…

Parado en la puerta todavía con su pijama mirando sin mirar.

Miramos lo que él ve…

Miramos con sus ojos:

Es la mirada que mira hacia el piso…


 Reyes... La Edad de la Inocencia...



Reyes:



Vemos lo que él ve…

Nos introducimos en su mente.

Vemos a través de sus ojos.

Ahora somos él:


Fuimos unos de los primeros en ese barrio y éramos de los primeros de esa calle después de un barrio ya establecido. En ese barrio había una tiendita a solo dos calles de nuestra casa, justo en la Avenida principal, en la mera esquina; el señor y la señora eran muy humildes ―demasiado― estos tenían varios hijos, el más pequeño era mi amiguito, había una niñita, un muchacho de unos dieciséis, una joven de unos dieciocho y por ultimo uno de veinte y por supuesto Rey de unos once o doce por aquellos primeros años ―ya dije que era demasiado joven, muy joven…

En aquel entonces no me preocupaban las cosas de los grandes tampoco le ponía atención a las cosas que a la mayoría de los adolescentes les preocupaban, me dedicaba a jugar a los juegos que a los muchachitos nos gustaban; que era jugar, ver televisión, comer y dormir: Mi amiguito era un chiquillo enclenque y feo, con el cabello claro y unos ojos zarcos ―era de mi edad― me gustaba ir a su casa y tiendita a jugar y a comprar golosinas y ver televisión, su casa estaba en un terreno enorme; era fea y destartalada. La entrada era por la tiendita, atrás de esta estaba un cuarto grande que servia como todo; como sala, como cocina, como cuarto de dormir ―ya dije que como todo― a mano derecha desde la entrada dividido por unas cortinas estaba el cuarto de los muchachos más grandes, con tres camas…

La Güera que así le decían a la dueña de la tiendita dejaba mucho tiempo solos a sus hijos y por ande estos por lo regular hacían lo que querían: Los más malillas eran Rey y el de dieciséis, que muy a mi pesar eran los mas lindos quizá por que se parecían al papá que a pesar de verse ya muy viejo seguía siendo muy guapo, quizá había sido en su juventud muy atractivo; el grandecito era un muchacho alto y esbelto con una cara de hijo e puta que no podía con ella, todas las chicas del barrio se morían por él y si que era un guarro, con un cuerpazo de infarto y con algo entre las piernas que infartaba, solía usar un trajecito de baño color naranja muy entallado que lo hacía lucir muy rico, el que tenía un logo no se sabía de que, tejido o pintado a un lado en el que solía dibujarse una "cosota" este trajecito era su carta de presentación y parecía que nunca se lo quitaba ―el muy pijo me miraba y se sobaba su erección, se reía de mi cara de estúpido cuando lo miraba contoneándose por toda la casa, terminando por acostarse en una de las mil camas que había en el lugar, abrirse mucho las piernas, sobarse su suculenta "cosota", miraba a Reyes y se sonreían entre ellos ―decirle; que se me hace que este es puto― Rey me miraba y se ponía muy colorado, el muy guarro no decía nada quizas le daba vergüenza ―quizas era que me quería solo para él, era quien quería tronarme el culito y desde hacía un tiempo andaba tras de mis nalguitas que eran guerritas, redondas y paraditas ―como esa primera vez que con engaños me llevara hasta el terreno baldío que estaba enfrente de su casa en la contra esquina…

Era un terreno enorme con una barda muy alta que en ese entonces se me hacía como que iba a llegar al mismo cielo, dentro del terreno había restos de coches que estaban viejos y destartalados, había un coche en el mero centro: Rey me había dicho que lo acompañara que quería mostrarme algo, ya allí se me pegaba mucho, me miraba, me sonreía, me tomaba con sus manos las mías, muy tembloroso, muy caliente ―yo me dejaba hacer, pero Rey no decía nada― me tomaba de la mano, la llevaba hasta la otra, las juntaba, las acariciaba, luego las separaba, con una de ellas llevaba la mía hasta su erección que ya estaba levantada y dura, si, muy dura, con su otra mano se destraba la correa ―se escuchaba la bragueta cuando es bajada, mi corazón me daba de brincos, mis ojos se desviaban, mi mente divagaba escucho a lo lejos su resuello; pero yo no escucho, yo estoy en otro plano, en otra dimensión, en otro tiempo, en otro lugar, no muy lejos con un Reyes más joven, más muchachito, más con cara de niño, desnudo con su pecho en mi espalda, con su entrepierna en mis nalgas, sus manos en mis caderas, se me repegaba―, ―se soba en mi, siento algo muy caliente, algo extraño que esta muy junto a mi rajita, que me hace cosquillas, que se siente muy rico, yo con mis nalguitas levantadas, él se me restriega en mi colita, con su cosita muy resbalosa, sin vellos, muy chiquita pero muy dura, si, así era…

Es en el coche.

Vuelvo a la imagen:

Ahora Rey esta con sus pantalones hasta las rodillas, su mano en mi mano y la mía en su "cosota" ―si, ahora Reyes tiene dieciséis, su cuerpo es más espigado, más alto, más esbelto, más recio, más varonil, más guapo, más malilla― si, y su cosa también era más grande, más gorda, más bonita, despide una calentura endemoniada ―Rey me besa en la oreja, me susurra, me dice que la tome, que se la sobe que se la haga así y asa, pero yo no sé, yo nunca había echo lo que me estaba haciendo, siento algo muy raro, que me recorre que me hace sentir cosquillas y que me gusta, si, me gusta tócale esa cosa que hierve, que parece reventar. Rey bufa, con sus ojos cerrados, con sus manos en las mías y yo con las mías en su cosa, sus labios en mi oreja susurrándome que se la apriete, que vaya mas de prisa, luego me dice que me saque los pantalones ―algo extraño me dice que no lo haga, algo dentro de mi se atemoriza, si, tal vez hace tiempo estaba bien pero ahora es diferente, su cosa es más grande, más gruesa, no, digo que no, él no dice nada ―dice que siga pues con mi mano― y si, así lo hago con mi mano, así estoy un buen rato hasta hasta que Rey me dice ―más; que vaya más rápido, si que le de más rápido― y así lo hago, más rápido hasta que sale algo muy caliente, que brinca, si, que me asusta, era algo muy blanco, que eran como mocos y el lugar se lleno de un extraño olor, del olor de Reyes y sus bufidos se escucharon en lo mas recóndito de mi alma ―su mano me apretaba la mía y me hacía daño, si, me hacía daño, pero no era físico, era algo más allá, quien sabe, pero era algo se que se me había roto muy dentro, no sabía  cuanto daño me hacía con lo que me estaba haciendo y yo tampoco lo sabía, con los años lo sabría…

Las imágenes vienen a mí mente como en una película:

La tiendita parecía estar sola, la casa parecía estar sola; me voy de largo hasta el fondo, hasta el cuarto grande que era el cuarto de los padres, el de las niñas y el de mi amiguito, del otro lado de las cortinas se escuchaba alguien ―quiero entrar, la curiosidad me mata, pero a la vez tengo miedo, no se quien este ahí― el rostro redondo de Reyes se aparece, sonriendo de oreja a oreja, cuan grande era esa boca, y esos labios. Recorre la cortina; su cabello castaño claro escurría todavía agua, con su piel húmeda, con sus músculos de muchacho ya marcados, su sonrisa, su mirada picara, me ve de arriba a bajo ―yo bajo la mirada y me quedo petrificado, con mi cabello castaño dorado algo ondulado, algo medio largo, mi piel muy blanca, mi cuerpecito todavía sin definir, con mis formas todavía de no se sabe cómo de que. Reyes allí como un sátiro con su mirada perversa, con sus manos en la toalla de baño, mirándome, imaginándome desnudo, con mi colita muy blanca levantada, el con su dedo y su lengua en mi agujerito, yo gimiendo, su mano en mis caderas jalándome para que no las baje ―siento la presión de su lengua en mi agujerito, siento algo muy caliente algo que hace presión, algo que en puja, algo que me invade, algo que me arde, que me rompe, que me parte…

Silencio.

El ambiente se lleno de un silencio atroz, solo el resuello de Reyes en mi espalda, con sus manos en mis caderas, que me jala, que me oprimen, yo siento algo muy duro, algo muy caliente, algo que me invade, algo que me rompe, si arde, si duele, si se abre camino, yo no puedo moverme, sus manos en mis caderas me lo impiden y ese monstruo caliente se mete en mi, me lastima ―yo grito― sus manos son como garfios, no me sueltan no me dejan ―yo me retuerzo e intento soltarme pero sus manos se aferran a mi, el dolor al sentir el invasor me llenan de terror y mi rostro desencajado se lleno de una angustia inusitada― Reyes me hala un poco más y el monstruo entro un tanto más ―siento sus manos que me soban porque no son caricias, él no sabe acariciar, él no busca satisfacer, él solo busca una necesidad carnal, él solo busca su placer; yo solo soy el objeto de su curiosidad. Y en medio de ese extraño silencio, rodeados por la naturaleza, las aguas calmas, por testigos los carrizos, el cielo claro, el sol de la tarde y allí mismo Reyes me metió su cosa de un solo empujón que me provocaron y un dolor intenso que me corrió por toda la espina dorsal hasta el cerebro que se me desparramo e hizo dar un grito que debió asustar al desaforado muchacho que me soltó, pude en esos momentos escaparme de sus garras y su estaca que se me había incrustado en mi agujerito virgen, el escozor que sentía en ese momento era inimaginable, mis lagrimas se habían secado ya y mi mano era la que ahora hacia el trabajo que Rey siempre había querido...

No recuerdo lo que en esos momentos sentía pero lo que si sabía que era algo muy vergonzoso… Claro no tanto como la risa del grupo de muchachos que estaban agazapados mirando como Reyes me tenía con su verga en la mano y yo como que miraba y como que no ―su risa era estruendosa y resonaría en mis oídos, no  sabía hasta cuando, quizá hasta los confines de mi existencia…

Reyes me miraba y yo lo miraba y el tiempo se había suspendido de momento ―solo él y yo en la escena― mis ojos abiertos como ascuas, mirándolo sin la toalla, con su verga muy levantada mirando hacía mi, era como una culebra y me tenía hipnotizado, comiéndomela con la mirada, haciéndoseme agua la boca; Reyes no dejaba de mirarme, de sonreírme ahora con su verga en la mano, poniéndomela a la vista, sobándose, manoseándose, sacudiéndose ―triunfante― yo allí endeble a merced de mis deseos, de mis bajas pasiones, como una estatua, él allí sacudiéndose ese rabo, ese monstruo de carne, que me llamaba como una música arrulladora, embriagadora ―me pongo de rodillas, se la tomo, con mis manitas todavía de niño, todavía inexpertas― y se la sobo como él me dice, como él me indica; su mirada se pierde, se evade dejándose llevar por mis caricias inexpertas, pero que quizá para él eran muy placenteras, sus bufidos y sus gemidos me decían que si― tendido en la cama, yo con su sexo en la mano y se lo sobo como él me dice, como me indica, siento su calor su olor ―gime― y otra vez el liquido blancuzco sale disparado hacia su abdomen y su pecho, sus manos en las mías y las mías en su verga y se me hace agua la boca, pero realmente no se que hacer y por lo visto Reyes tampoco ―su mano se posa en mi nuca y me hala hasta su sexo, mis labios a pocos centímetros de su sexo, su sexo que todavía estaba levantado, hinchado y colorado, todavía con ese extraño liquido blancuzco que Rey dice que es lechita y me indica que la palpe con mi lengua―, ―pero no, no lo hago, me da asco, pero si la palpo con mi mano; son como si fueran mocos, son muy resbalosos y olían muy fuerte, Rey me dice que muy pronto todo ese pedazo de carne ira aparar en el agujero de mi culo, yo no digo nada, pero eso estaría por verse…

Reyes siempre buscaba la manera de llevarme con engaños a los lugares ocultos de esa casa o a otras fincas alrededor pero siempre me le escapaba y no quería volver a repetir la experiencia de esa primera vez de cuando me metió su sexo en mi culo y me hizo tenerle miedo por muchos años, y según iba creciendo su verga se iba haciendo más y más grande y era más mi miedo que las ganas de que me hiciera esas cosas, que según él eran de lo mas normal entre los niños, pero eso si, siempre que quise llegué a tenerla todas las veces en mi mano y a jugársela hasta que esa lechita salía disparada ―pero nunca me la puso en la boca, Reyes era muy tonto y tampoco sabia que eso se podía mamar y yo que ni se diga era muy niño…

Para cuando entre en la adolescencia me convertí en un muchachito muy atractivo, y cuando pasaba por su casa, Reyes me miraba y yo también lo miraba de reojo y por el rabillo del ojo alcanzaba a ver como me sonreía y se sobaba, y yo paraba más mi culo y le daba alas, me seguía de largo camino a la escuela…

Ya más crecidito supe que se había casado y una vez me lo encontré camino al centro, iban camino a donde había sido una vez su casa, iba con una mujer gorda y con un niñito en brazos, Reyes estaba gordo y feo, al verlo fui yo quien se río de él, por que ahora era yo todo un hombrecito y por cierto muy guapito, alto y esbelto, pude atisbar por el rabillo del ojo que Reyes bajaba la mirada cuando me vio pavoneándome sin recato ni pudor frente a él ―sin embargo no podía negar que ahora ese hombre me había llevado por esos intrincados caminos y ahora ya sabía  lo que quería y quería que alguien me tronara el culo, pero no Reyes, Rey había pasado a la historia a hora quería otros chicos y quería que fueran más guapos y más grandes: Reyes corrompió mi inocencia y me hizo amar y adorar a todas las vergas que tiempo después se cruzaron en mi camino, Reyes fue quien en La Edad de la Inocencia me hizo amar a los hombres, fueron solo sobadas y un piquetito pero nunca me la puso en la boca y en los cuatro años que duro todo, Reyes anduvo queriéndome romper el culo, nunca se concreto, pero Rey nunca me forzó, Rey me lo quería tronar a la buena, por inocencia o por estupidez pero nunca se pudo…

Pero Reyes siempre estará en mis memorias pero como yo lo recuerdo; así altote, con su bonito cuerpo escurriendo agua, con la toalla de baño alrededor de su cintura, con los vellos de su sexo a la vista, estremeciéndome de puro gusto, sintiendo cosquillitas en la raja de mi culo, palpando el calor de su sexo, su olor a hombre, así era como quería recordarlo con su sonrisa de oreja a oreja con sus labios muy anchos, con su mirada comiéndome todo, con su vergota en la mano sacudiéndosela, sobándosela y a mi haciéndoseme agua la boca mirándola con ganas de comérmela…
Ah, que Reyes…       


El Primo Juancho... Y su Cipotote...



(Primer Amor y Desilucion)


Juancho:



Tiempo Presente:

Hoy es un día lluvioso ―mira por la ventana como cae la lluvia y su mente se envuelve en una densa niebla de recuerdos; su mente viaja kilómetros y kilómetros aún lugar suspendido en el tiempo y el espacio. En la habitación se escucha una musiquilla muy suave muy arrulladora, de esas que te llegan al alma y te evocan los recuerdos de allá de donde eres originario.

Su mente se aposta en un lugar con un día hermoso, con un sol brillante, con las montañas de fondo, con los verdes campos de cultivo no muy lejos, con el olor de la tierra mojada que se viene desde todas partes, así mismo el de las flores. Todo es bello, todo es en una imagen de ensueño; bueno a la edad que tenía todo puede parecerte una fantasía ―desde donde estaba podía ver todo el entorno que rodeaba el pueblito de todos sus muertos, desde donde la vista alcanzaba a ver como esa su callecita principal empedrada se abría, con sus árboles que parecían llegar al cielo mismo, podía también ver la que fuera un día la casa de sus viejos, claro, era la más grande, la más elegante, la del final de la calle y la placita, desde la entrada un jardín ―bueno él dice que lo era pero no le crean esta era más bien una huerta donde de más chicos se robaban los frutos de la temporada―, más allá la casona con terraza y su pórtico con su montónal de cuartos todos con sus portales, de más antes las mujeres de la casa se ponían a chismear y hacer mitote, sus primos; cuando todavía había muchachos de su edad revoloteaban en el patio correteando las gallinas, brincando la baranda ―por el lado derecho estaba la troje, y por el lado izquierdo el corral de los animales y atrás de la casa estaba el río que en ese momento iba crecido con sus cristalinas aguas bajadas desde la montaña y más allá los campos de labor que no es otra cosa que terrono de labor, teñido de un verde oscuro…

¡Si que era un tiempo hermoso!

Se podía ver arriba un cielo azul y unas nubes blancas y esponjosas, abajo una alfombra verde salpicada de algo en color blanco y terracota: Eran las casitas…

¡Si que era digno de una postal, y si que era como si el tiempo se hubiera suspendido!

Miramos lo que él ve: Vemos con sus ojos…

Era un muchacho. ¿Si, pero era muy parecido a él?

¿Si, era él?

Si, pero era mucho más pequeño, era como siempre ha sido; alto y esbelto aún para su edad, con el cabello castaño dorado algo medio largo y en ondas, la piel dorada, los ojos castaños, la nariz respingada, los labios gruesos y sensuales, el mentón cuadrado y fuerte. A esa su edad ya era un chico muy atractivo; denotaba un carácter independiente, viveza sobresaliente, rebelde, si, su mirada lo decía todo, tenía ese brillo que solo se encuentra en uno…

Miramos lo que el pequeño ve…

Es otro día: Es en otro lugar…

Son varios chicos, que chacotean y revolotean en las cristalinas aguas del río ―se bañaban en el río que iba crecido, bueno más de lo normal y dábale a las aguas una cristalinidad de ensueño― claro, todos ellos conocidos y desde luego que eran sus primos, pero sus ojos no miraban a los muchachitos que son flacuchos y prietitos. No, sus ojos lo miranban a él, a ese muchacho que es alto, que es blanco, con una blancura que le cuajaba en el rostro y en el todo el cuerpo, con el cabello castaño oscuro algo medio largo y en ondas, con una masculinidad como nunca hayan visto sus ojos, sitiado allá a lo lejos con el grupo de los más grandes, podía verlo, incluso regodearse a sus anchas con la imagen y a partir de ese momento algo en su interior se removió. Si antes lo había dudado ahora lo confirmaba, Reyes había sido solo el despertar, ahora la imagen de ese muchacho había sido el detonante, la chispa que le había corrido por todo el cuerpo como la misma electricidad, porque la sensación que le corrió por la espina dorsal era todavía más poderosa y clara. Luego sin más bajo la mirada, tanto que se sintió empequeñecer, avergonzado quizás por lo que estaba sintiendo muy adentro de su ser; sentía mucho calor, que le iba desde las mejillas le pasaba por el vientre y se le desparramaba allí "abajito" sentía como se le iba poniendo "su cosita" muy dura, sudaba y temblaba, todo se le había venenido de una sola vez, fue como una tempestad y desde esa vez su mirada cambio, pensó que él no era como todos, él era diferente, a sus pocos años era un muchachito diferente, ya lo sabía…

La imagen de ese muchacho se le quedaría tatuada a fuego en su memoria y en su piel, nunca en sus pocos años había visto con esos ojos a un muchacho ―por que lo era―, más sin embargo era distinto a todo lo que haya visto ―bueno, no era que hubiera visto muchos como él,  por que aunque no lo pareciera era un chico muy cuidado, siempre con los ojos de su familia puestos en él. Había escuchado por allí que acababa de venir del "Norte" así le llamaban a America del Norte, ese primo lejano, quizás por eso era distinto a todos, con una actitud de desenfado, de independencia, como todo lo que da irse de su casa y conocer otros ambientes, lo que te da conocer el mundo y eso te da una gran ventaja, y era por eso que lo hacía más atractivo, aparte de su físico: Con su cabello castaño oscuro algo medio largo y ondulado, sus bellos ojos castaños, sus labios gruesos y sensuales, pero sobre todo su mirada brillante y su sonrisa, su esa su sonrisa que lo hacían temblar de emoción y lo hacían pensar en cosas, en esas cosas que guardo en un rincón de su alma, pero que tampoco podía pasar por alto su cuerpo que era de una blancura que le cuajaba y sus músculos algo marcados no mucho ya que también era muy joven, sus brazos fuertes, su espalda ancha, su pecho algo abultado con esos sus pezoncillos de un color rosa fuerte y con algo de vellito en la aureola, su cintura pequeña y plana, sus muslos fuertes, sus piernas como dos columnas todas llenas de pelos. Sentado en esa roca con sus pies metidos en el agua, sus piernas muy abiertas, con ese su pantaloncito corto color amarillo fosforescente ―lo recuerda aún― platicando de sus experiencias de allá del "Norte" podía alcanzar a verlo desde donde estaba y si inclinaba un poco la mirada podía atisbar algo más y esa imagen se le quedaría por siempre en su memoria, era algo que le producía sensaciones extrañas y estaba al borde de la locura…

Ese día paso hacer uno de los más memorables y desde entonces quiso saber más de ese primo lejano y ya con engaños o con curiosidad pero siempre metía hilo para sacar hebra, claro con los más chicos y estos siempre saciaban su curiosidad y alimentaban su deseo de saber más de él ―de eso hacía un tiempo, ahora se daba sus mañas para venir a verlo y darse a la tarea de saber de Juan Botas, como era que le decían los primos―, y los jóvenes siempre hablaban de esas cosas, cosas de la edad de quien tenía ya bigote, quien tenía pelos en las axilas y allá abajo y algo que se venía cuchicheando entre ellos, que Juancho se cargaba un buen pedazo de vergajo y que a decir de todos era la más grande, que era de dos cuartas y cabeza libre, a según en sus formas de hablar, y todas esas cosas lo llenaban de inquietud, y hacían que sus ojos brillaran de malignidad...


Por ese tiempo había venido una prima del "Norte" y Juancho puso sus ojos en ella ―a su ver ya se habían visto allá en America del Norte; también otra prima del lugar andaba tras del machazo, así que ya eran dos las interesadas; esta había ido a estudiar a la Ciudad más proxima y era por decirlo de alguna manera en un muy buen partido, situación que de alguna manera le provocaban sentimientos encontrados, pero que en esos momentos no atisbaba a ver, pero que en el fondo no les tomaba demasiada importancia por el momento, ya que él solo quería estar cerca del primo Juancho, no le importaba que las primas anduvieran de mitoteras peleándose por el susodicho: Él solo quería una oportunidad de comprobar de cerca lo que se decía del primo, él no quería quedarse para siempre con él, ya para ese entonces tenía entendido que eso era más que imposible, pero si deseaba con toda la vehemencia del mundo satisfacer su curiosidad ―que las primas se encargaran de lidiarlo, que él solo lo quería para un ratito; y ese día llego una noche casi anocheciendo…


Vemos lo que él ve:

El sol hacía un rato que se a había puesto ya y desde hacía un rato un grupo de muchachitos se habían situado muy cerca del campo deportivo pero hasta casi el final, pero no por el lado del río sino más allá casi al final de la escuela, también más allá del campo deportivo, era como yendo a las afueras del pueblito pero no cercas del río por donde había unas enormes peñas y donde había unos árboles muy altos y frondosos que impedírian la vista, sino por el otro lado y la única farola que había cercas era la de la escuela y apenas si iluminaba y la poca luz que les caía los hacía ver como creaturas de otra dimensión

Es en una rueda...

Si, y también él estaba allí en la bolita y también estaba Juan Botas ―miramos lo que él ve, vemos a través de sus ojos; vemos que se sonríe como no queriendo, si, así como es él―, si, ese día traía Juan Botas unos tejanos que le entallaban al cuerpo como una vaina, eran de esos tejanos muy entallados que le hacían lucir un culicimo magnifico, las piernas se le dibujaban hermosas y sus botas, por que Juan siempre usaba botas vaqueras, su chamarra de piel con el olor de la piel que se desprendía como un segundo olor y ese su olor a limpio que siempre tenía, ese olor que se le quedaría tatuado en las membranas de su ser, ese olor a sándalo y brisa de mar que siempre recordaría y que más tarde buscaría en todos los que vendrían, para después recordar a Juan, ese olor que lo estremecía hasta donde no sé sabía donde, que lo hacía mirarlo descaradamente como si tratara de guardar su imagen como en una fotografía y después en las noches en su soledad, en su cama dar vueltas y vueltas con esa su imagen en la memoria revelada como en una película en color, su calor y su olor tan nítido que casi podía palparlo, sentirlo...

Ah que rico es recordar…

Luego como si adivinara cuanto era deseado Juan Botas se le acercaba muy juntito, lo miraba de vez en vez y le sonreía con esa su sonrisa de esos sus dientes blancos y perfectos, lo abrazaba con su mirada brillante, se le acercaba tanto que podía palpar su calor y su olor y todo en esos momentos se le olvidaba ―los dos solos en la imagen y el tiempo se suspendía, sin espacio ni tiempo―, desde el cielo caía una lluvia de lucecillas; eran luciérnagas y al fondo una musiquilla arrulladora entonada sin duda por los grillos, él temblando no sé sabía si de frío o de nervios, la piel chinita como de gallina, él abrazándolo con su calor y su olor, todo junto como si en realidad también lo deseara, sonriente, con esa su sonrisa que lo ponía a millón, con su mano jugando con sus pezones sobre la tela de la camisola, él comiéndoselo con la mirada, él palpándose y manoseándose a sus anchas la erección en la entrepierna que para esos momentos se veía con total nitidez bajo los tejanos entallados como una vaina, sonriéndose perverso…

Una voz que le venía desde no sé sabía de donde y que le parecía muy lejana, era casi como un murmullo…

¿Qué, acaso quieres verla, tocarla?

Era la voz de uno de sus primos, era uno de los gemelos.

Juan se manoseaba descarado.

Él temblaba como una gallina y no podía apartar la mirada de esa su tremendísima gran erección: Se relamía.

Otro de los gemelos se situaba a sus espaldas, lo toma por la cabeza y de la barbilla, empujándolo un poco en dirección hacia el lugar de sus ensueños ―se resiste, como si en verdad no quisiera― podía sentir su calor y el olor de su sexo palpitándole dentro de la ropa como si estuviera peleando por salir, podía verle el relieve y sí que era grande cómo nunca hubieran visto sus ojos ―la de Reyes era grande pero esa era monstruosamente enorme―, se le dibujaba toda dentro de los tejanos y también era muy gruesa, se relamía goloso, sentía un calor y un estremecimiento que le recorría fulminante por todo el cuerpo, sintiendo unas punzadas en no sé sabe donde, sentía su cosita muy dura y una oleada de deseos le corría por toda esa parte…

Podía ver a Juan comiéndoselo con la mirada:

Y como en un sueño que le pareció muy revelador. Él se destrabo la correa, se desabotono uno a uno los botones de los tejanos, y dentro su calzoncillo blanco deteniendo ese vergajo bien levantado y echado para un lado, sus huevos como huevos de gallina; sintió su calor y su olor que le llegaban hasta las membranas mismas, su mano en su mano, su mano en su sexo y todo era abrumador, todo era estremecedor y sino paraba en ese momento estallaría como un cohete allí mismo…

Su mano en su mano iba y venía por todo lo largo de su tranca, su calor le venía como no sé sabe que y lo tenía como un idiota y estaba dispuesto a todo; Juancho como un rey hacía y deshacía con ese aprendiz de chupa vergas que en realidad no tenía ni idea de que hacer con todo eso…

Las sensaciones que sentía en esos momento le iban del calor que se desprendía de su sexo y su olor se le impregnaba hasta las membranas mismas, todo era difícil de discernir, de describir; si, ahora podía palpar y recorrer esa gran verga por todo ese tiempo añorada e idolatrada como si fuese un culto, y ahora que la tenía en sus todavía manitas no sabía que hacer con ella, solo la palpaba y la sacudía de arriba abajo y de haber sabido que eso se podía poner en la boca otro gallo hubiera cantado, las sensaciones que le producía tener ese enorme sexo en sus manos eran indescriptibles y no podía apartar la mirada de ese pedazo de carne viviente y palpitante, todo lo que se había dicho de ese vergajo había sido verdad…

La voz de Juan era arrulladora, sensual y también era burlona:

¿Bien, y dime que harías con todo este pedazo de carne, peladito?

Sonreía y se la sacudía de arriba abajo...

Sí que era difícil de describir la expresión de Juan y remontándose todavía es difícil saber que pasaba por su cabeza ( aquí no puedo describir que veía el pequeño por que en ese entonces era imposible que supiera la realidad de las cosas, pero remontándome a la imagen yo aseguraría que Juan estaba muy dispuesto a tronarle el culo y la situación le estaba creando mucho morbo, no sabría cuantos años tendría pero andaba entre los dieciocho y los veinte años así que sin duda le picaba la típica curiosidad y a esa su edad, y en ese lugar era imposible que tuviera oportunidades de desfogarse así que él era una muy buena opción, aunque no me crean los recuerdos son vagos y es difícil asegurar algo )...

Juan lo abrazaba con su mirada brillante y su sonrisota de oreja a oreja y no dejaba de sacudirse, se la ponía como si fuera en una bandeja y si que tenía una verga digna de admirarse no solo por el tamaño de la misma, sino en sí por la belleza, por que era un sexo hermoso, como pocos, si señor, era un señor sexo, de una magnificencia inigualable, era un sexo para disfrutarse para hacerse con el lo que se quisiese hacer, para metérselo a la boca y nunca parar hasta recibir eso que sale disparado "la lechita de macho" era para adorarse y vivir para rendirle culto…

Se le acerco mucho, como si no quisiera que nadie escuchara lo que le iba a decir, lo abraza con su mirada brillante, dice como en un murmullo:

¿Será que podrás aguantarla en el culito... Mírala bien por que no tendrás nunca una oportunidad como esta, guarda bien cada detalle… Guárdalos como en una película… Por que óyelo bien, jamás volverás a verla, nunca como diciendo jamás, entendiste?

¿¿¿…???

Él se estremeció y no supo decir nada más, solo se dedico a verla muy detenidamente como si quisiese guardar los detalles como en una fotografía, los que guardaría para siempre en su memoria y los que pondría en un rincón de su alma, para siempre…

Se quedo allí solo en la noche tan solo con la luna por compañía, recordando todavía esos lindos momentos en que la tuvo en sus manos; recordando, relamiéndose, todavía con el calor y el olor en sus manos, aspirando el olor a hombre, a macho…

Los días pasaron y en su mente seguían revoloteando los momentos en que había conocido una verdadera hombría y estaba como un loco por volver a verla, a sentir, a palpar el calor y el olor de un macho, y la situación lo hacía volverse todavía más descarado, audaz hasta la exageración, tanto que se dedicaba a perseguir a Juan y se quedaba a escondidas muy apartado cuando este iba a ver a la prima, si, se quedaba a esperar a que este terminara de noviar, las primeras veces solo lo veía y se iba a recordar esos momentos en que su olor y su calor le llegaba cuando escudado en las sombras se quedaba muy quietecito y lo miraba pasar…

Hasta esa noche en que se lleno de valor y lo siguió en las sombras de la noche hasta que le dio alcance allá muy cerca en donde esa primera vez había tenido su sexo en sus manos…

Había dicho casi como en una suplica:

¿Juan?

Él se giro y como si no se hubiera sorprendido.

Aún así dijo:

¿Ah, eres tú, que quieres?

Apenado bajo la cabeza, dice:

¿Yo quiero… quie…?

¿Qué quieres pendejito?

Se torno meloso, dice:

Quiero verla, sí, enséñamela otra vez, por fa…?

Él se le acerco un poco más, se manoseo la entrepierna, la tenía levantada y echada para un lado, sonriente, lo abrazo con su mirada brillante ―podía verlo muy bien, con total nitidez ya que la farola que estaba a lo lejos le alcazaba a pegar de frente. Se le acerco meloso, se manoseo descarado, él estaba que ni se movía.

Dice:

¿Mira peladito, si quisiera hacerlo no dudes que lo haría, pero eres casi un niño. Además de que eres hombrecito también eres familia y no esta bien que andes haciendo cosas que no debes, eres un peladito… Pórtese pues como un hombre, entendió?

Se giro y se siguió por donde iba pero antes tuvo a bien terminar de decir:

¿Ah, y no me ande espiando, no me ande quemando con la gente, estas cosas son para "puñales" no para hombres?

Se alejo y se perdió en la oscuridad, él se quedo allí bajo la luz de la luna y las estrellas, llorando, con las lagrimas que le quemaban la piel y el alma, sintió un enorme hueco en el corazón que parecía abrirse a cada momento que se alejaba más y más, Juan se fue alejando como se iban alejando las estrellas y él siguió allí parado no supo por cuanto tiempo, quizá hasta que el llanto se le agoto y ya ni siquiera podía alcanzar a verlo; esa noche habían acabado con su primera ilusión y le quedo entendido que el camino que había escogido no era precisamente un camino de flores si no un camino de espinas...


Orlandito... Juegos de Hombrecitos...


Orlandito:


Cuando mis ojos se posaron en el joven sentado en la silla de esa gran sala de espera de ese hospital, los recuerdos surgieron como una oleada de flores aromáticas; no recuerda con exactitud que flores eran, quizá era a tierra húmeda, a estiércol de animal. Con exactitud no sabría decir qué, pero lo único que no podía negar era que eran múltiples olores que me venían tan nítidos como si estuviera allí mismo, casi podía palparlos: Orlandito que más bien ahora era Orlando, me miro con una mirada fulmínate de esas que quieren ver pero a la vez pretenden no querer hacerlo; sobre todo cuando hay gente alrededor que quieres que no sepan lo que hay en esas miradas, sobre todo tu mujer que esta muy junto a ti ―después de saludar a todos llego el momento de que le tocara a Orlando quien extendió su mano hacia mí, esa mano que era como antes, como hace mucho, pero ahora era más grande, todavía más ruda, todavía más varonil. Pude sentir su calor y su fuerza de hombre, su olor, su mismo olor, su calor, su mismo calor a pesar de todo los recuerdos me venían como una avalancha ―con su gorrita de equipo de béisbol calada hasta sus ojos― su camisola, su correa, su pantalón tejano entallado como una vaina, sus botas vaqueras, su cabello castaño claro que se le alcanzaba a ver en rulos, algo medio largo, su piel como la arena, todavía muy parecido a ayer, hacia hace unos años, tan parecido a cuando era todavía niño, sentado en esa dura y fría silla de esa sala de espera, con sus piernas muy abiertas, con sus manos entrelazadas cubriendo la prominencia de su sexo que se marcaba hacia un lado, con su mirada que miraba pero sin mirar, como no queriendo, con ese brillo de complicidad…

Si, Orlando tenía ese brillo cómplice ligeramente ocultado por la gorrita de los Rockies de Colorado: Parecía recordar que tiempo atrás habían tenido sus querencias, sus queveres, de que ese personaje allí sentado al lado le había enseñado a disfrutar del sexo a muy temprana edad; ―como con mucha labia le había sugerido el tema―, sentados en la colina desde donde se podían ver las casitas blancas con tejas color naranja, con el sol casi por ocultarse, pero todavía tan nítido que podía ver el brillo de sus ojos centelleando chispas de lujuria, sus labios muy gruesos y sensuales con ese color rosado que pareciera como si les hubiera puesto color a propósito y de pronto saliera ese tema tan oculto pero tan revelador y abrumador a esa edad donde la curiosidad y los deseos estaban a la orden del día, ese tema que lo llenaba de un calor abrazador que le corría por todo el cuerpo como la electricidad que se le apostaba en el bajo vientre e hiciera que su pantalón creciera y le causara un dolor placenteramente inimaginable...

Él con su mirada brillante, abrazándolo, acariciándolo con sus gestos previamente estudiados con sus palabras seductoras tentándolo a que cayera en esa red de seducción previamente tejida y que poco a poco lo iba convenciendo ―había dicho que la primera vez era la mejor, que las sensaciones eran indescriptibles y sobre todo con la boca, que la boca y la lengua eran mágicas que solo bastaban unos pocos minutos para que estallara―; si, y si no se callaba con esas cosas él sería el que estallaría allí mismo, su voz y sus palabras se escuchaban tan convincentes que sin dudarlo explotaría en un torrente allí mismo y sin siquiera haberse tocado terminaría con sus tejanos mojados en su propio orgasmo: Y sin siquiera pensarlo dijo que si, si, a todo, solo que nadie se enterara, si, como mucho antes hubieran prometido que nunca nadie supiera lo que había sucedido en la cabañita en esa noche en que le había puesto su cosita en sus nalgas, esas nalgas que en la oscuridad se las imaginaba paradas y blanquitas, con su calor tan tibio y abrazador, abrazándole su pitito…

Esa noche siempre la recordaría y por eso toda vez que podía lo recordaba, como ahora con sus piernas muy abiertas con su sexo aprisionado en sus tejanos con su mujer al lado restregándole su olor, ese olor ten peculiar que se mezclaba con el olor del Pequeño allí muy cercas revoloteando en el ambiente, ese olor que se le venía, que se le impregnaba hasta las membranas mismas haciéndole recordar esas cosas, acordándose de esas nalgas tan tibias, de esa boca tibia alrededor de su sexo, lamiendo y succionando, provocándole sensaciones nunca imaginables, que le iban hasta sabe donde, que le corrían por todo el cuerpo como la electricidad, provocándole sensaciones encontradas de deseos y de vergüenza, de no sé sabe que diablos ―pero y que rica vergüenza― nunca más volvió a sentir esas sensaciones sentidas esa tarde, con el sol ya metido en esa empinada, con las aves por testigo ―y el silencio se rompió con su placentero bufido que se debió escuchar hasta no sé sabe donde―; y de su sexo salieron despedidos sus jugos que fueron a chocar en su boca y en su cara, con su boca todavía pegada como cual ternero hasta que la ultima gota fue exprimida, con sus ojos brillando de puro gusto y su sexo ya escurrido; ―si que era para recordarlo, para guárdalo como en una película que se repitiera y repitiera toda vez que se quisiera, todavía con todos sus detalles, tan nítidos como esa primera vez…


El sol a esas horas estaba ya muy alto y desde hacía un rato que dos figuritas se dibujaban en un ir y venir por en medio de los surcos del sembradío de maíz que les llegaba a uno a la altura de los hombros, y al otro casi le cubría la cabeza; uno de ellos era muy blanco y se le alcanzaba a ver el cabello castaño tirando a dorado por entre el sombrero de ala media ―pero no era el típico sombrero charro este era más bien de esos que llamaban sombrero ranchero muy parecidos a estos, pero un poco de ala más pequeña pero igualmente en fieltro pero sin adornos―, ―nos acercamos, casi podemos tocarlo― si, era muy blanco con una blancura que le cuajaba en el rostro; la frente amplia, la cejas tupidas y fuertes, la nariz respingada, los labios gruesos y sensuales, el mentón cuadrado y fuerte; alto y esbelto, vestía tejanos que le entallaban al cuerpo como una vaina, camisola a cuadros, indumentaria típica del lugar; el otro era más pequeño pero igual era alto y esbelto, el cabello castaño ondulado al igual que sus ojos, la nariz algo afilada, los labios gruesos y sensuales, la barbilla algo pequeña casi femenina…

Vemos lo que él ve.

Vemos que se sonríe algo distante, solo un poco, no mucho, casi como no queriendo…

Ahora vemos lo que él ve.

Ahora somos él:

Si, así era Orlando: Con el color de la arena; ni muy blanco ni muy moreno ―eso si de facciones bastante armoniosas― ligeramente bronceado; quizá por las largas jornadas bajo el sol de esa infeliz vida de campo que aunque no lo pareciera de esa manera era placentera y gratificante para ellos ―bueno se podía mirar de esa manera cuando no se hacía día con día y era como una aventura muy divertida…

Hacia un rato que estaban sentados a la orilla del cultivo ―podía verlo bien desde donde estaba―, era pequeño en proporción a él; era muy pequeño, demasiado, casi infantil podría decirse, pero no podía negar que era un galancito solo que en pequeño, con esa su camisola a cuadros y esos sus tejanos muy entallados, sus botitas vaqueras; con las piernas muy abiertas con sus manos ligeramente reposadas en las mismas ―podía atisbar que eran recias, típico de unas manos que trabajan la tierra― desde donde estaba podía ver un poco mas allá y se lleno de vergüenza de haber puesto su mirada en esa parte de su anatomía; se sintió empequeñecer al haber espiado a alguien como Orlandito, por haber pensado cosas sucias del muchachito ―pero no podía dejar de sentir y dejar de verlo con esos ojos―; allí sentado con sus piernas muy abiertas y podía jurar que su entrepierna estaba algo levantada, podía ver muy bien el relieve de sus huevitos, y aseguraría que el muchachito le estaba tirando los perros…

Podía ver como con sutileza se palpaba y lo miraba con deseos ―Orlandito era tremendamente audaz al poner sus ojos en él; que aunque no le llevara muchos años si se notaba la diferencia y era escalofriante pensar en tener una aventura con el muchachito…

Es el muchachito que comienza diciendo:

¿Es verdad lo que dicen de ti los primos?

Él pone cara de sorpresa. Mira sin mirar tratando de escudriñar más allá de las intenciones que tenían sus palabras.

Fingió no tener idea de a que se refería. Y era verdad que no sabía nada…

¿No se a que te refieres con eso Orlando?

¿Si, qué te gusta la pija?

No supo si reír o carcajearse de muy buena gana ―era obsceno y perverso pensar que ese muchachito pensara en tejer un chantaje―; ni siquiera era pensable…

Sonrío de muy buena gana, pero sin que él lo notara…

Dijo sin ser muy obvio:

¿Si, y que pasa con eso de que me guste la pija, te molesta Orlando?

Él ríe muy sutil, como si a esos años supiera ya que con esas cosas tenía que irse con cautela; como si en realidad estuviera tratando con una niña ―si, el asunto tenía que ser meditado sin que pasara de ser un asunto eventual, no quería romper el encanto con una metida de pata, él era un caballerito y el Pequeño era su doncella en cuestión, tenía pues que tratarlo a la altura, su madre le decía que a las niñas siempre hay que tratarlas como se debe y si de algo se jactaba era de ser muy respetuoso―, cosa que por el contrario él era mas vale madrista, pero no podía dejar de caerle en gracia que Orlandito lo tratara como nunca lo habían tratado los otros que solo deseaban satisfacer sus necesidades, él a pesar de no ser de buena cuna tenía sentido de la dignidad y el respeto, cosa que en esos menesteres salía sobrando.

Sonríe picaron. Intuye que el muchachito le estaba entrando la curiosidad. ¿Sería qué también quería sus favores, sería que le diera una ayudadita?

Dice:

¿Por que no hablas claro Orlando, que acaso tú quieres hacerme lo que ellos me hacen?

¡Entonces es verdad!

¿Si, por…?

¿No por na’…?

¿Y, solo es eso, Orlando?

¿Si…?

Lo mira mucho, como tratando de ver más allá:

Dice:

¿Quieres saber que se siente?

¿No, na’ solo era eso..,?

Lo abraza con su mirada brillante:

¿Estas seguro que no quieres saber nada más?

Se ve que se piensa, dice:

¿Bueno?

¿Bueno que Orlando, que quieres saber?

¿Te gusta?

¿Si, por…?

¿Te gusto yo?

¡Tú Orlandito!

¿Orlando…?

¿Ta’ güeno pues… Orlando.

Le entraron unos deseos de reírse, pero no lo hizo, se aguanto. Entonces era verdad que en todo ese rato, en toda esa conversación había algo. Se aposto como un lobo, dice:

¿No crees que estas aún muy niño, Orlando?

¿No, ya soy un macho?

¿Bueno, no dudo que seas un macho, quizá en todo caso un machito… Pero un hombre, sabes el significado que tiene la palabra…?

Se yergue todo bravo, dice:

¿Quieres ver que soy un hombre?

¿No me entiendes Orlando… No dudo que lo seas… Pero hay una diferencia entre ser un niño y un hombre y tú no llegas ni a muchacho, adolescente pues?

El muchachito bajo la cabeza y la mirada, como quien hubiera recibido un balde de agua fría:

¿Veras Orlando… Como explicártelo sin que confundas las cosas y pos yo también soy medio burro, si es que no un burro completo por meterme con alguien como tú: un niño es un ser pequeño que necesita de los cuidados y atenciones de sus padres, piensa en cosas de niños y no tiene noción de lo que sucede a su alrededor; el adolescente ya se da cuenta de lo que sucede y piensa en cosas como las que estas pensando tú, empieza a ver de otra manera lo que lo rodea, vaya pues es más curioso… Y mejor ahí le paramos, por que ni yo se como decirlo ni tú lo entenderás pero no deberías pensar en esas cosas, eso vendrá con el tiempo y solito las descubrirás…?

Por contestación, dice:

¿En tons no te vas dejar…?

Ahora el balde de agua era para mi:

¿No?

¿Entonces rajo?

¿Rajas qué?

¿Qué te gusta la pija?

¿Ay Orlandito, con lo que andas?

¿Solo va a ser tantito?

No era que la situación me importara mucho, pero podía hablar con los grandes de toda esa conversación y eso se podría volver peliagudo; así que accedí más por curiosidad que por miedo…

¿Esta bien donde y cuando quieres?

¿Hoy por la noche?

¿Cómo?

¿Si, cuando todos estén dormidos, te destrabas la correa y ya…?

¿Y si nos cachan?

¿No?

¿Si, ya dijiste?

Era ya algo tardecito cuando alrededor de la fogata dábamos la ultima comida del día; Orlandito no dejaba de verlo con ojos de deseo, el calor del cuerpo se le había desatado como el mismo fuego de la fogata, era silencioso a los ojo de los grandes incluso del tio más pequeño; le hacía señas para que le mirara el pantalón donde se levantaba un bulto, reía y lo miraba: Entre risas y cuentos que los grandes solían contar cuando terminaban las jornadas, cuentos que a veces daban miedo y hacían que uno mirara hacia las sombras de la noche, las ramas de los árboles hacían más escalofriante el entorno; pero a Orlandito eso no le importaba en ese momento solo pensaba en lo que más tarde vendría, eso sin duda lo llenaba de aplomo y a mi me escurría el miedo, el miedo que me daba que me cacharan con las manos en la masa; no sabría como explicar lo que estaba pasando…

No sabría que horas eran por que no había reloj, ni radio, ni TV, ni electricidad, nada, pero después de la cena no fuimos todos a la cabañita, que era un solo cuarto fincado en piedra bruta, con laminas, sin puerta, sin piso, ni camas, solo un montón de cobijas, sin colchón, -por que ni siquiera les daba gracia para rellenar unos costales con paja y así hacer más llevadera la situación; pero para mi era como una aventura, la que se terminaría el sábado por la tarde, el domingo temprano estaría ya en la Ciudad, mientras tanto los dos adultos se situaron a los costados y nosotros, los pequeños en medio como medida de protección.

Rato después la cabaña estaba en silencio afuera solo el viento se escuchaba como un quejido; había resuelto que Orlando se habría olvidado de todo el asunto cuan equivocado estaba por que tan rápido como todos se callaron sentí el calor y el olor de Orlandito en mi espalda, y una de sus manos apoyándose en mis caderas, sentí un ligero movimiento de pelvis, muy suave, muy lento, eche una de mis manos hacia atrás para ayudar a Orlandito a llegar hasta mi raja que ya estaba pelona, mi mano fue a posarse en su pito que ni para que mencionar el tamaño, pero el muchachito quería a toda costa ponerlo en mi hoyito, tuve que aventar mis nalgas hacia atrás y así encontrar la verga del calenturiento chiquillo que no cesaba en su empeño de cogerme, cuando por fin lo encontró dio un empujón y pude sentir en mi hoyito la cosita de Orlandito que se quedo muy quieto, pude sentir su cabeza en mi espalda y así se quedo, no sé sabe hasta cuando, quizá hasta que se durmió con la sensación de sentir el calor de mi cuevita…

La luz de la mañana se colaba por la ventanita de la habitación en la otra cama ya hacia alguien más, el Tío pequeño; a mi lado podía sentir el calor de alguien que hacia presión contra mi cuerpo, podía sentir su pelvis muy pegada y algo que curiosamente se sentía duro y de gran tamaño, podía sentir su calor y su olor, sus manos palpando mis nalgas, su cabeza en mi cuello, su pecho en mi espalda, su calor, su sexo restregándose en mi; era Orlandito que ahora tenía catorce años, que ahora tenía un incipiente bigotito en el labio superior, con su pecho un poco abultado y con algo de vellito en la cavidad que podía alcanzarse a ver y más allá su sexo aprisionado en su calzoncillo de algodón, echado para un lado, baboso; Orlandito me miro, me sonrío, tomo una de mis manos y la llevo hasta su sexo, el que palpe, el que sobe, el que pude sentir ardiendo y muy mojado, el muchachito se estremeció y se arrobo, se replegó en mi hombro, así se quedo largo rato, sintiendo mi calor y mi olor, mi mano en su sexo; el moviéndose muy suave, muy lento, así se quedo hasta sabe que momento; yo me quede sin moverme sintiendo el calor del muchachito, me quede tremendamente descolocado…


Hacia rato que estábamos sentados en la colina mirando las casitas blancas con sus tejas color naranja, el río y la poca gente allá abajo como hormiguitas: Ahora que Orlando había crecido un poco, había resuelto regalarle lo que tanto deseaba, lo que por tantos años había buscado, solo que no sería como él quería sino de una manera distinta, había resuelto regalarle la experiencia de conocer lo que era el sexo oral, sensación por demás gratificante ya que allí jamás conocería: Después de haber intercambiado unas cuantas sugerencias; así mismo como la vez anterior todo quedaría entre ellos: De rato ya estaban en el arroyo de esa empinada muy cerca del camino pero bastante bien ocultos entre los jarales, los árboles y los nopales; yo de rodillas y el de pie con sus tejanos hasta las rodillas, con su sexo ya levantado y mirando hacia arriba, desde luego estaba algo tenso por que nunca había vivido lo que estaba apunto de vivir, más sin embargo se dejo hacer por mi; esta vez fui yo quien sedujo, fui yo quien llevaba la batuta y aunque no tenía una gran experiencia en esos menesteres ya había probado unas cuantas cosas y entre ellas estaban las chupadas de verga que eran las que más me gustaban y el muchachito era justo para poner en practica todo lo conocido…

El primer contacto con mi boca y mi lengua le hicieron dar un brinco, pero lo cogí de las pelotas y no lo deje moverse ni un solo centímetro por el contrario me la metí toda en la boca y comencé a chupar y succionar hasta que el solito comenzó a moverse como quien se coge un culo o en todo caso una boca y como siempre Orlando era de los que aprendían rápido ayudado con sus manos me cogió de la cabeza y comenzó a cogerme la boca en serio, sentía sus bolas y sus vellos en mi nariz; el muchachito bufaba y sudaba como un loco y parecía que se la estaba pasando muy bien, estuvo así por un rato hasta que escuche los resuellos y los gemidos de su próximo orgasmo y a darme por la boca como un loco hasta que grito ―me vengo―, yo le dije que no parara y así lo hizo, hasta que sentí el primer chorro de su lechita caliente estrellarse en mi garganta, me la tragué toda y así seguí hasta que ya no había más, le deje limpito su pitito; el seguía temblando y estremeciéndose en todo momento con sus ojos cerrados y aventando su cadera hasta mi boca golpeándome con su verga...

Lo mire. Él me miraba también:

¿Te gusto la mamada, Orlando?

¿Que si me gusto, me encanto Pequeño? ¿Es lo mejor que me a pasado, te lo aseguro…?

¿Es mi regalo de cumpleaños Orlando, espero que nunca me olvides?

¿Créelo que nunca te olvidare?

Días después mis hermanos y yo salimos rumbo al Norte…


Ahora estábamos ahí reunidos en la sala de ese hospital en Los Ángeles en espera de que se diera el suceso de ese pariente lejano pero tan querido: habían pasado tantos años, Orlando era ya un hombre casado y con hijos pero seguía teniendo su carita bonita de niño, de muchachito y de reojo me regodeé por haberle enseñado los placeres del sexo, yo fui su primera experiencia y no dudo de que eso lo haya marcado para bien o para mal y no me cabía la duda de que Orlandito también lo recordaba y lo recordaría para siempre como en una película, tan nítida que casi podía sentirla, palparla, como esa noche y esa tarde…

Ah, mi Orlandito…


Jesús... De Pinta Con... 


Jesús: Chuy:



Era esa una de esas tardes en que me picaba la idea de no asistir a clases, en el camino había decidido no ir a la escuela; para ser un muchachito ya tomaba decisiones arriesgadas, me seguí de largo hacia el lugar donde solíamos perder el tiempo ―en pocas palabras donde nos hacíamos la pinta varios de los estudiantes que en ese instante brillaban por su ausencia―, haciendo un rodeo me seguí hasta un lugarcito tan idílico que parecía imposible describirlo, este era cubierto por una tupida vegetación con unos árboles que llegaban hasta el cielo mismo, el lugar estaba ubicado a solo unos pasos del Boulevard principal, era una de esas construcciones viejas y decrepitas donde quizás se hayan vivido mejores tiempos, tenía un largo camino empedrado con árboles gigantes a todo lo largo y a lo ancho, le llevaba hasta un amplio jardín, más allá del jardín la casa principal, era ya vieja y decrepita, tan vieja como sus dueños; estos eran dos viejitos que cuidaban el lugar, siempre sentados en la terraza más allá de las escalinatas, el viejito cobraba por estar en la amplia pileta que en sus buenos tiempos debió de ser una magnifica piscina donde se entretenían sus dueños ―ahora éramos en su mayoría estudiantes de las primarias y secundarias más cercanas quienes regularmente visitábamos las instalaciones; claro esta que en su mayoría éramos pinteros…

Me gustaba el lugar por que era hermoso a pesar del tiempo que había recorrido; el pasto parecía ya una maleza, tenía árboles frutales que ya ni siquiera se les ponía atención, el único lugar que se mantenía con atención era la gran piscina que sin duda era el único sustento de sus dueños y era el único lugar que se mantenía con una singular aldabaría todo el día ya que también había asistido algunas veces por la mañana y siempre estaba plegada de muchachos de todas las edades; y los viejecitos ni les tomaban importancia a que estos se anduvieran paseando por todo el jardín, se comieran las frutas, corrieran en cueros y en sus péquenos calzoncitos que si apenas cubrían sus vergüenzas, mirarlos hacer toda clase de diabluras desde la terraza más allá de las escalinatas en piedra maciza bajo los pórticos sin hacer caso omiso…

A lo lejos miraba a todos los muchachitos que revoloteaban y chacoteaban en el agua; pero mis ojos castaños no los miraban a ellos, mis ojos se habían posado en especial en un muchacho de unos dieciocho años de cabello negro como el azabache, la piel blanca que casi le cuajaba en el rostro; desde donde estaba podía alcanzarlo a ver con parsimonia exasperante…

¿Qué no se mira así? ―dijiste.

¿Así cómo?

¿Así como lo haces tú?

¿Y como es que miro yo?

¿Ya pues vas a seguir?

Río de lo que me dices y disimulo no verte como me indicas.

Miro como estas tirado en las baldosas lisas y gastadas por el tiempo; ese primer día en que te conocí traías un calzoncito blanco ―de esos clásicos que más que cubrirte te hacían lucir ese tremendo culo que tú te cargas―, desde donde estaba podía verte todo y el calzoncito no dejaba nada a la imaginación, recién habías salido de la piscina y todo se te translucía, tu bello cuerpo se miraba como si hubiera sido trabajado por el más experto de los escultores, el agua te escurría por toda la piel que era blanca como la nieve, tu cabello negro como el azabache escurrido y todo revuelto; todavía no me conocías y tampoco pusiste atención en el muchachito de cabello castaño dorado algo medio largo, también con los ojos castaños, con la piel que no era en si blanca, que más bien era de un color dorado, como si pasara largos ratos bajo el sol, con una carita todavía infantil; se podía decir que no llegaba ni siquiera a ser un adolescente, era pues un muchachito, con mi uniforme escolar, el pantaloncito en caqui claro, el jersey café oscuro amarrado a la cintura, la camisa blanca bien planchada y almidonada, mis zapatitos negros bien lustrados, mi mochila echada en la espalda…

Yo estaba parado al lado del árbol de higos, mirándote o más bien mirando como se te traslucían los vellos de tu sexo a través de la tela blanca del calzoncillo, pero sobre todo tu sexo; podía alcanzar a ver el grosor, el capullo, los huevos pequeños y encogidos talvez por las aguas más bien frías de esa ya entrada tarde y tus vellitos que se veían claramente bajo el calzoncillo de algodón que te iban desde el sexo hasta el ombligo en una línea muy fina, eran como un caminito de hormiguitas que se iban hasta la cavidad torácica y terminaban en tus tetillas, a tu edad eras ya un chico muy peludo ―lo sé a esa edad ya tenías un bigotito que te hacían ver rechulicimo, tus piernotas de futbolista llenas de pelos, te podía ver muy bien desde donde estaba―, desde donde estaba podía regodearme a mis anchas con tu imagen bajo la sombra de la higuera, tirado allí en las baldosas bajo el sol, guardándome tu imagen como en una fotografía que llevaría tatuada en la memoria…

Y de pronto se escucho una voz como un trueno, venía quien sabe desde donde y la recordaría por siempre como un taladro dentro de mi cabeza....

Dice:

¿Ya cierra esa boca que te van entrar las moscas, que si casi que te lo comes? ¿Qué bárbaro, si apenas disimulas peladito?

Volteé hacia donde venía la voz; era este un muchachito de unos trece o catorce años blanco, alto y esbelto, con un uniforme verde estilo militar ―era el uniforme de una secundaria del lugar―, bastante guapo; no recuerda el nombre…

¿Vaya si que eres buen mocito? ―arrimo su cuerpo adolescente hasta estar muy pegado al mío, empujo su pelvis hasta mis caderas y dio un empujoncito haciéndome estremecer― ¿Por qué no te quitas el uniforme y dejas que contemple ese cuerpecito, talvez pueda presentarte con el chico de tus sueños ―sonrío malignamente―, anda apúrate Jesús nos espera?

Baje la cabeza apenado.

Dije:

¿No sé, me da pena?

El chico ríe.

Mira para todos lados, luego me susurra al oído, dice:

¿No temas, nadie sabrá nada, te lo prometo?

Me empujo un poco hacia adelante poniendo distancia entre los dos. Me miro el culo respingon y se sonrío.

Luego volvió a mirar para todos lados y sin descaro me palpo el culo, lo palpo a sus anchas con parsimonia, el muy guarro se tomo su tiempo mientras que con la otra mano se palpaba su gran erección dentro del pantalón. Nunca dejo de sonreírse, yo no dije ni hice nada, me tenía aterrado y a punto del colapso…

El de cabello negro se giro hacia nosotros.

Dice casi gritando:

¿Con un caramba Adriano déjalo ya, no ves como lo tienes cagao de miedo?

En ese momento pude verte muy bien.

Eras de una blancura impresionante; la frente amplia, las cejas negras y tupidas, los ojos de un verde oscuro aceituna, la nariz afilada, los labios gruesos y sensuales, el mentón pequeño ―eras de una masculinidad perturbadora―; eras muy parecido a ese actor norteamericano que estaba de moda, si, apoco ya no lo recuerdas que te lo decía a cada rato que te parecías a él, si el que hizo la famosa "Top Gun" te pusiste de pie y caminaste hasta donde estábamos nosotros; según te ibas acercando te iba viendo mejor y por poco me cago en los calzones de la emoción que sentí al verte...

Me abrazas y me llevas a tu pecho, ahora más potente, me miras con esos ojazos verdes un poco ya cansados, plegados con unas cuantas líneas que denotan tu edad ―eres ya un hombre bastante maduro yo tampoco soy un chiquillo pero seguimos muy parecidos a como éramos antes―, hacia bastante tiempo de eso, ahora eran otros tiempos; afuera la lluvia seguía, alcanzando a ver desde donde estábamos tumbados el torrencial aguacero, nunca quisiste poner cortinas, decías que para que, que nadie se acercaba a esa tu casita, que la única persona que te visitaba era yo, y que solo lo hacía cuando me entraba la nostalgia, como ese día que sentía el alma más estrujada que si el mismo aguacero allá afuera...

Vuelvo a la imagen de antes:

Enfundado en ese tu calzoncito blanco todavía transparente, y a mí estaba a punto de darme un colapso y si no fuera por que el otro peladito me tenía cogido por los hombros, hubiera caído despatarrado en el pasto, muerto de la impresión…

Te me acercaste tanto que casi podía sentir tu calor y tu olor ―tu mirada casi me acariciaba― tu aliento me llegaba con sabor ligeramente a menta ―yo estaba que no me lo podía creer, en mi vida había visto muchos chicos guapos pero tú eras como un ángel―, era abrumador verte esos ojazos verdes, tu mirada parecía escurrírseme hasta no sé sabe donde y tu sonrisa era increíblemente atractiva…

Te sonreíste muy cerca de mí. Me miraste con mucha ternura.

Me dijiste:

¿Como te llamas peladito?

Yo te dije mi nombre:

Tú me dijiste el tuyo.

¿Jesús; pero para los amigos soy Chuy?

Tú voz era sensual y arrulladora.

¿Dijiste Chuy?

Tú nombre se me quedaría grabado para siempre ―aún hoy lo recuerdo como si fuera ayer―, han pasado tantos años desde aquella vez y tu imagen la tenía en la memoria como en una fotografía con todos sus detalles, tu mirada, tu sonrisa, el color de tus ojos, el de tu piel, la misma ropa que ese día llevabas; una sudadera y un pantalón de deporte gris, por que tú no ibas a la secundaria, pero te gustaba juntarte con los chicos de la secundaria que te trataban como un hermano mayor…

Ese día también andaba uno de tus hermanos ―que más tarde dijiste que era tu medio hermano y que siempre andaba contigo, pero que importaba lo que fuera, lo importante era que tú estuvieras allí―, ese día fue el más maravilloso del que tenga razón, fue una de las mejores pintas de las que recuerde y mira que de más chiquillo me hacía bastantes…

Me echaste tus fuertes brazos y me asiste a tu pecho, sentí tu aliento en mis orejas; tu calor me reconfortaba tanto y todo lo vivido horas antes había pasado ―me gustaba estar así junto a tí sintiendo tu calor y tu olor que me llenaba de una paz que él otro no lograba darme, sé que no te amo y tú también lo sabes pero nos gustaba estar así muy juntos recordando esa primera vez en que nos conocimos en ese día de pinta…

Tú siempre estabas dispuesto a recibirme, aunque fuera solo en los momentos en que mí alma se sintiera muy desgraciada, te gustaba cuando llegaba a tocar tu puerta y me abrazaba a tí a cualquier hora, nunca ponías objeción ―eras tan comprensible, que no entendía por que esa mujer te dejo para irse con ese otro hombre―, te digo que tu hijo te necesita, tu dices que no quieres hablar del tema que en ese momento solo importamos tú y yo, nadie más; pones uno de tus dedo en mi boca, tu otra mano me asía del hombro y siento como te mueves, siento como tu sexo se me escurre entre las nalgas, luego te quedas muy quieto, me abrazas con tanta fuerza que casi me quedo sin aire, siento tu calor, tu olor…

Y las imágenes vuelven a mi mente; estamos otra vez en la orilla de la piscina, tirados en las baldosas lisas y gastadas por el tiempo…

En esa tarde nos hicimos los mejores amigos, llegando a contarnos historias tan intimas que no se crearían de unos muchachitos, tu contaste cosas de tu familia, de tu madre, de tu padrastro, de tus medios hermanos, de esa novia que tenías desde siempre, de tu necesidad de un padre…

Yo no sé decir nada de mí, solo te escuchaba y me embelesaba con lo que me contabas, eras para mí como un sueño del que no quería despertar, deseaba que durara para siempre ―pero poco a poco el tiempo iba pasando he irremediablemente todo llegaría a su fin, por que es bien sabido que los sueños, sueños son y siempre llega el momento en que terminen y según iba transcurriendo el tiempo un enorme hueco se acrecentaba en mi corazón―, pero sin dudarlo ese día me lo había pasado de lo lindo con el chico más bello que allá conocido...

Te pusiste de pie:

Y te sonreíste como solo tu sabías hacerlo y demandaste la atención de todos que al momento te pusimos atención ―en verdad eras increíblemente carismático―, así dicharachero como eras, con tu sonrisota de oreja a oreja, con tus manos en la cintura nos miraste a todos…

Dijiste todo sonriente.

¿Tienen ganas de aventuras peladitos?

Zangoloteaste el cuerpo para todos lados y como estabas en calzoncillos tu sexo se movía a la par que el de tu cuerpo ―no sé sabía si lo hacías intencional o deliberadamente. pero no había duda que en ese momento te veías como todo un principito…

Nos miraste de uno en uno, dijiste:

¿Hay un lugar donde podemos ir a divertirnos ―a según tú, que era una huerta donde había frutas de todas, que había juegos y quién sabe cuantas cosas más, que nos íbamos a divertir como nunca―, yo en mi afán de alargar el tiempo a tu lado inmediatamente me apunte?
Esperaríamos un poco más...

Mientras tanto le preguntaste a uno de tus amigos; que si ya no se iba a meter a nadar, que si te podía prestar su short por que querías nadar un poco más y no querías mojar tu calzoncillo, él accedió inmediatamente ―tú eras siempre el que llevaba la voz cantante y todos te obedecían y creo que yo también, más por devoción que por otra cosa ―aventaste el short a la piscina y te dispusiste a tirarte con un clavado, pero yo te me adelante, y me tire un clavado ganándote la prenda, la que tome como si fuera un trofeo, tú estabas a mitad de piscina en pelotas―; pude verte mejor bajo el agua, tu piel blanca como la nieve sobresalía en las cristalinas aguas y los vellos de tu sexo y tu sexo se movía en el agua como un pececillo, tus huevitos… pude verte mejor y esa escena había sido la mejor de la tarde, la que se me quedaría en la memoria como una fotografía que recordaría por todos los días de mi vida…

Más tarde nos fuimos hasta donde nos habías dicho ―era uno de esos lugares tan antiguos como la misma Ciudad, era un hospital de esos que daban miedo, la verdad a mí en particular siempre me había dado miedo, parecía de esos donde los muertos andaban rondando y de más niño siempre le sacaba la vuelta y el lugar tenía una barda que en ese tiempo se me hacía como que iba a llegar al cielo mismo.

Y era verdad que el lugar tenía en su interior una gran huerta con muchos árboles frutales ―no recuerda que era lo que había y si estaban en la temporada…

Me abrazas y me besas ―pareces recordarlo también y te da risa― en que cabeza cabía meter a un montón de chiquillos en uno de esos lugares que más bien parecía una prisión de esas de películas de terror, no se podía esperar otra cosa que pasara una tragedia y así sucedió ―porque en vez de divertirnos, todos salimos corriendo cuando uno de los del personal nos vio e hizo tremenda bulla que nos asusto a todos, los que salimos corriendo saltando y brincado la barda por donde pudimos, los más triste que en el desespero tu hermano se corto con los vidrios que la gente solía poner sobre las bardas para evitar que los ladrones se colaran hacia el interior; más tarde todos estábamos tristes y acongojados por la tragedia, ahora en el Seguro Social que estaba en la otra manzana en espera de que curaran a tu hermano―, tú te mirabas muy triste y a mí se me hacia un nudo en la garganta de verte tan triste y apachurrado ―me hubiera encantado tanto abrazarte y consolarte pero solo me limite a esperar. La tarde había caído ya, y ya era hora de volver a mi casa, el día contigo se había acabado y así mismo también el día de pinta, me despedí de todos de uno por uno hasta que te toco a tí que estabas un poco alejado, me acerque a tí, te dije que ya me tenía que ir que talvez un día de estos nos encontraríamos, que ese día lo recordaría por siempre ―te di la mano, la que tomaste y luego me jalaste hacia tí, me abrazaste y por primera vez en todo ese día pude sentir tu calor y tu olor que se me quedaron grabados en la piel y en mi corazón por todos los días de mi existencia…

¿Nos quedamos mucho tiempo abrazados, como en uno solo, tu calor y tu olor se me colaban por todas las membranas y me llenabas de un confort que nunca había sentido, me sentía tan a gusto a tu lado sintiéndote todo…

Era feliz...


Han pasado tantos años de eso y aún sigo recordando ese día como si fuera ayer, en especial me acuerdo tí, de tu piel muy blanca, de tu cabello como el azabache, de tus ojazos verdes, de tu calor, de tu olor, de tu sexo, de ese hermoso día de pinta en que conocí al chico más guapo que mis ojos hayan visto, fue solo un día pero el cual recordare por todos los días de mi existencia, lo tendré tatuado a fuego en la memoria y en la piel…

La lluvia sigue afuera y yo me acorruco en tu cuerpo, siento como te estremeces al contacto de mi piel desnuda, siento como me presionas, como te abrazas a mi cuerpo, como tu sexo se cuela en mi intimida, como haces presión para que entre en mi  interior, me besas el hombro, el cuello, la oreja, me abrazas tan fuerte que me quitas el aliento, ya estas dentro de mí, allí te quedas sintiendo mi interior, me duermo contigo dentro… Nos dormimos abrazados pensando en que hubiera sido sino nos hubiéramos conocido en ese día de pinta…


En memoria de Jesús.

Con un Apolo... En Olas Altas, Mazatlan...



(Un Apolo en Tanguita Azul)



La brisa del mar le llegaba desde muy lejos, así mismo el olor a sal de las aguas; todo, con todos sus detalles; el sol estaba ya apunto de ponerse: Hacía bastante rato que miraba como iban y venían las olas; a ese punto de hora todavía había gente, poca pero había… Hacia bastante rato que habían ido a divertirse al mar, después de eso habían ido a bañarse a unos baños públicos, terminado esto habían ido a comer a una fonda en frente de la Central de Autobuses que era en estilo circular…

Las imagines le vienen una tras de otra:

Recuerda que había sido un picadillo con su arroz y sus tortillas, un refresco de cola; Barrilitos o Jarritos, más tarde se dirigieron al interior de la Central, los adultos habían ido a comprar los boletos mientras que los pequeños jugaban y cuidaban del equipaje, cuando regresaron fue que decidió volver a la misma playa, el autobús salía a eso de las 6:30pm de la tarde rumbo al centro de la Republica, -se encamino todo en perifollado, con su cabello engominado, sus tejanos bien entallados, su camisa Ralph Lauren, sus zapatillas deportivas…

Hacia calor a pesar de ser ya algo tardecito:

Mazatlán si que era una Cuidad calurosa…

Sentado frente al mar miraba y sentía como la brisa le traía ese olor a sal de mar que le pegaba en el rostro, el viento revolvía sus cabellos dorados, sentado en la arena miraba y miraba a la poca gente que todavía había por allí; cuando de la nada apareció ese Apolo; que era alto y delgado pero bien marcado, ni moreno ni blanco, con el cabello castaño oscuro tirando más bien a negro; rostro varonil de facciones bien marcadas, la frente amplia, las cejas tupidas y fuertes, la nariz afilada, labios gruesos y sensuales, el mentón cuadrado y fuerte...

Ya dijo bastante masculino:

Lo miro un momento, rápido y fugas, y fue a colocarse exactamente frente a donde estaba él; tendió su toalla en la arena dándole la vista de la ancha espalda; se quito la camiseta, se quito las bermudas, pudo ver entonces su culo prieto sus muslos y sus piernas como dos columnas, y algo que lo hizo temblar como un pollito, y una corriente eléctrica le corriera por la espina dorsal se le desparramara por todo el cerebro e hiciera que sintiera una punzada en el bajo vientre, -el machazo traía una tanguita azul eléctrico con rayas negras, tan pequeña que si apenas cubría sus partes intimas, podía alcanzar a ver sus firmes glúteos-, de cuclillas como estaba mientras acomodaba su toalla con las piernas abiertas pudo ver un gran bulto en la entrepierna bien marcado y echado para un lado, -le sonrío y él se estremeció-, sintió un calor que le corrió como electricidad por todo el cuerpo…

Se tiro bocabajo y nunca dejo de verlo con esos ojos pizpiretos que parecían desnudarlo, -se sentía desnudo y recostado como estaba en la arena, con los pezones ligeramente levantados; aún sin mucho vello en el cuerpo, aún sin mucho vello en el sexo apenas si una matita muy fina, con arena por aquí y por allá, el Apolo poniéndole bronceador en la espalda, podía sentir su bultote muy junto de su raja dándole pequeños golpecitos que lo hacían estremecer, sus manos en sus caderas halándolo a cada momento hacia su pelvis-, cerro sus ojos y se dejo llevar por esas sensaciones, -se sentía sudoroso, se sentía mojado-, y sentía que el pequeño calzoncito le aprisionaba el sexo que estaba levantado y lastimándolo, creándole sensaciones indescriptibles…

Él se tiro un poco hacia un lado, pero todavía podía verlo muy bien; como quien buscara la mejor posición del sol, -era increíble poder verle ahí tirado en la arena, podía palpar muy bien los detalles; su cabello ligeramente alborotado, su espalda ancha, sus brazos como marros, su cintura pequeña, su culo duro y levantado, sus piernas…

Podía alcanzar a verle los vellos de las piernas que eran como dos columnas y algo que lo hizo estremecer hasta la medula; su sexo bien levantado, aprisionado entre su estomago, su diminuto traje de baño y la toalla, -pudo alcanzar a ver que tenía una evidente erección echada hacia un lado, se friccionaba una y otra vez en el suelo, pudo verlo un poco más y este echo lo alentó a quitarse la ropa a pesar de que ya se había bañado con anterioridad; quedando en un pequeño calzoncito azul cielo que le entallaba como una vaina-, -era aun muy pequeño para que se le echara de ver la malicia-, así que no le importo meterse casi en pelotas al agua…

Contoneando su infantil cuerpo se dirigió hasta el agua, pasando muy cerca del Apolo que en ese momento estaba recostado en sus brazos y sus codos; nunca dejo de verlo y de sonreírle con esa su sonrisa de sus dientes blancos, su sexo se movía dentro del diminuto traje, era como si le estuviera haciendo una invitación…

Se siguió de largo hasta que el agua le llego a la altura del pecho y las olas lo arrastraran con facilidad hacia la orilla, así que con un poco de suerte y el Apolo adivinara sus intenciones, que no estaban del todo claras -para ese entonces había menos gente en la playa, así que era justo para hacer una que otra travesurilla…

Él ni tardo ni perezoso adivino sus intenciones por que toda vez que las olas lo arrastraban se dejaba venir con las piernas abiertas y el culo levantado, las nalgas a la vista, y con el pequeño calzoncito que se le bajaba a cada momento dejando ver su culito y la rajita, y si inclinaba uno un poco la mirada podía alcanzar a ver el botón rosado de su agujerito; así que arriesgándose por que aunque no fuera un chiquillo si era más pequeño que él, mirando para todos lados comprobó que la poca gente que había estaba bien alejada, así que fue apostarse justo atrás del travieso chiquillo, que el muy picaron toda vez que la corriente lo arrastraba se ponía a horcajadas y se restregaba en su pelvis, -el asunto no pasaba de esto; pero sentir la suavidad de la piel y sus curvas todavía sin definir le llenaban de un escalofrío que le corrían por todo el cuerpo creándole sensaciones extrañas en el bajo vientre que le hacían crecer de manera descomunal el vergajo-, -el chiquillo talvez tendría trece o catorce años y quizás no tenía bien entendido lo que estaba haciendo, talvez solo era una mera curiosidad; lo que fuera le estaba dando mucho morbo, así que cada vez que se le venía encima lo tomaba por las caderas y lo jineteaba a sus anchas, tomándolo con una mano por la cadera y con la otra por el hombro, le colocaba su vergota bien parada en sus blancas nalguitas y se la friccionaba creándose sensaciones nunca imaginables…

Este lapso duraba en lo que las olas venían y se iban, -el chiquillo miraba y se sonreía, y creería que hasta se estremecía cuando él se quedaba muy quieto después de la revuelta con las manos cubriendo su sexo que se entreveía entre sus manos las aguas y la espuma…

El chiquillo se giraba hacia las olas con los cachetes colorados, el calzoncito a medio culo, la raja a la vista, la sonrisa cuajada en el rostro… y volvían a repetir la acción…

Desde ese primer contacto de su culo con su entrepierna y de haber tocado con sus manos su sexo escurrido como un moco de haberle visto los vellos ensortijados de un negro intenso; se lleno de un valor que nunca había sentido…

Con anterioridad había echo avances un tanto audaces, por ejemplo; una mirada audaz a la entrepierna de algún chico que pasará muy cercas de él, de sonreírse y después bajado la cabeza apenado por semejante echo y todo ruborizado pero con el cuerpo ardiendo de un no sé sabe qué, pero que lo hacían sentir muy bien y sobre todo se sentía como un súper héroe valiente y audaz; como aquella vez en que se celebrara ese festejo en conmemoración de su colonia donde chicos de distintas escuelas participaban en los eventos deportivos: Sobre todo ese chico de cabello muy negro, con la piel blanca, alto y esbelto con un cuerpo que lo hicieron sudar y quedarse largo rato admirando y guardándose los detalles como en una fotografía con sus detalles tan nítidos que casi podía palparlos; tendría unos quince o dieciséis años así que era un verdadero poema ante sus ojos que apenas si espigaba para ser un muchacho; había puesto especial atención en su piernas muy velludas; enfundado en ese su pantaloncito deportivo color blanco tan capas que si uno inclinaba la mirada podía alcanzar a ver algo más, -el solo imaginar en ese algo más lo intrigaba sobre manera, pensando en si había algo más allá de eso que veía-, con su camiseta corta que entreveía un abdomen plano y con algo de vellitos que le iban desde la zona del sexo hasta el ombligo; podía uno alcanzar a ver sus pezoncitos y los pelitos en sus axilas lo ruborizaban y lo llenaban de mucho morbo, y su bigotito apenas visible le daba un aire intrigante, -se había quedado largo rato mirando y admirando a ese muchacho que a cada rato se tocaba allí abajo, guardando las imágenes como en una película que llevaría por todos los días de su existencia; nunca supo como se llamo, pero era una imagen que tenía grabada en la memoria como en una fotografía…

Ahora estaba con ese bello Apolo echo realidad, echo en carne y huesos, bueno, carne y algo más, tan alto como algo alucinante, con el agua y la espuma hasta más allá de donde se guardaban todos los pecados, -mirábase como un dios griego acabado de salir de las aguas, como si haya sido esculpido a propósito en mármol, parado allí con sus manos cubriendo su sexo, con sus ojos brillantes y su sonrisa...

Él en espera de que una nueva ola le trajera a ese niñito sediento de verga y él estaba dispuesto a darle toda la que pidiera, -la ola se miro venir a lo lejos, el niñito se preparo; zarandeando el cuerpo y saltando de arriba a abajo para que con el movimiento la pequeña prenda se le bajara y así apreciará sus carnes-, -era alucinante verlo allí con el culo redondo, la raya a la vista, con el agua gusto a la altura de la cadera, delgado como era, con la piel de un dorado increíble, la espalda ligeramente ancha, la cintura pequeña, si que era un chiquillo alucinante…

Las olas se dejaron venir y el chiquillo se perdió por unos instantes en el fondo, aprovechando que las aguas le llegaban a la altura del pecho se bajo un poco el tanga de baño justo a la altura de los glúteos y de las huevas y comenzó a pajearse; con una mano se halo las huevas y con la otra la poronga y se dio un gustazo jugando consigo mismo, mientras su pequeño amiguito llegaba; inclino la vista hacia las cristalinas aguas y deslumbro una sombra que se acercaba; luego unas manos que le hurgaban sus partes intimas y le creaban cosquillas, enseguida sintió una tibia boca que intentaba con meterse su falo sin mucho éxito, lo tomo por los cabellos y lo acomodo a manera de que se lo introdujera todo y el muchachito ni tardo ni perezoso entendió la maniobra, solo que esto era imposible que se llevara acabo por ser las aguas demasiado saladas, pero si lo uso como un efecto de fricción; el chiquillo pasaba una y otra vez sus labiecitos por todo lo ancho y lo largo de su gorda tranca, -esto no llenaba todas sus expectativas pero era algo y aunado al ambiente alrededor era ya mucho el morbo-, el muchacho revoloteaba alrededor como si fuera un pececillo hambriento conjugado con un pulpo que tocaba por todos lados, mientras los cubriera el agua; pellizcaba sus pezones, halaba sus bolas y la poronga, su boca hacía intentos por meterse esa vergota levantada como un asta, sus manitas hacían hasta lo imposible por abarcar todo lo largo y lo ancho de ese inmaculado cuerpo masculino…

Así las olas iban y venían; así mismo cuando las olas se recogían el muchachito se alejaba hasta que volvía a ser nuevamente arrastrado y volvían a repetir la acción: Él por su parte estaba decidido a ir un poco más allá de solo friccionarse con su cuerpo y su piel; estaba resuelto a darle una tasa de su propio chocolate; se bajo la tanga hasta donde podía y se manoseo el falo hasta que lo tuvo bien levantado y lo apunto hacia la sombra que se acercaba, cuando lo tuvo olisqueando alrededor de su sexo lo tomo por la cabeza y suavemente lo aproximo y le dio un empujón haciendo que sus labios se entreabrieran, el intento solo duro un momento por que no resistiría mucho tiempo con su verga en su interior así que lo cogió de los cabellos y lo atrajo un poco hacia arriba, lo volvió de espaldas y le bajo el calzoncito hasta las rodillas, le cogió los cachetitos y se los manoseo salvajemente, así mismo le palpo el culito tierno con su dedo del medio, -el peladito estaba bien apretado-, el muchachito se dejaba hacer, él era quien hacía, enseguida lo levanto de la cintura, -el chiquillo aventó el culo hacia atrás-, y lo atrajo hacia si y ayudado por el agua lo puso a horcajadas después lo atrajo hacia si, lo enrosco con sus fuertes brazo y lo comenzó a jinetear en serio, claro que sin penetrarlo solo se friccionaba con sus glúteos; esto entre las nalgas y las piernas pero a la vez creándose sensaciones nunca imaginables, su verga era atrapada por esa parte de su anatomía y al friccionarse podía sentir el mayor placer en la parte alrededor del glande; cuando la ola se volvió el chiquillo se deshizo de su abrazo, lo tenía tan bien cogido con sus brazos alrededor de su pecho…

El chiquillo podía sentir su aliento en su oído, el ruido de su respiración, la calentura de su sexo yendo y viniendo por toda su raja, una mano hurgando su pequeño miembro la otra lo tenía bien cogido por el pecho; y asustado pronto comenzó a moverse con desesperación y a retozar en sus brazos tratando de deshacerse del abrazo del Apolo que parecía quererse fundir en su cuerpo y mientras más se revolvía más fuerte lo tomaba hasta que con un grito lo soltó; el muchachito se subió su calzoncito y salio corriendo de las aguas, como pudo se seco un poco y como pudo se puso su ropa, -pensó que por la posición del sol era ya casi la hora de que el autobús saliera-, corrió hacia la Avenida que separaba los edificios de la arena y la playa, antes de desaparecer giro su cabeza hacia la playa y pudo ver por ultima vez al Apolo parado todavía dentro del agua; antes de perderse pudo ver que le hacía señas de adiós, -se sonrío para sus adentros-, se dio mucha prisa para llegar a la Central, cuando lo hizo los adultos estaban ya acomodando el equipaje en el autobus, se fue de largo hasta dentro y se acomodo en su asiento; tras un regaño bien merecido se giro hacia la ventana y se sonrío, -la sonrisa fue tan placentera que casi se volvió carcajada…

Juro que un día volvería…

Si…

Juro que volvería, si, que lo haría…

No sabía cuando pero lo haría, algún día…


Braulio, Francisco, Leobardo y Otros...


                                                                                                                                                                                                                                                                                          
(El Muchacho de los Ojos Verdes)



Braulio:                                                                                                                                                       
                                                                                                                                                                                    

Vamos a ver como es que pasó toda esta historia:

Era una mañana de un día Lunes cuando me dirigía a mi trabajo en el centro de la Ciudad: Como era normal día con día me iba caminando teniendo que cruzar la Avenida Paseo de las Américas, la Central de Autobuses, el Mercado Oriente y por supuesto el lugar donde solían aparcar los autobuses urbanos y siempre que pasaba por allí los chóferes causaban un gran escándalo -yo no sé por qué; sonrío, quizás por que era alzado o quizá por que malintencionadamente miraba y dejaba caer la mirada en alguno que otro guapetón y mira que había unos que tenían lo suyo...

Ese día vestía una camisa blanca de rayón, unos tejanos azul deslavado y unas botas vaqueras… Iba ensimismado en mis pensamientos pensando no sé sabe que cosas; cruce la calle Ébano y me dirigía hacia la calle Duranguito, donde se aparcaban los camiones urbanos que iban a las colonias nuevas; eran unos camiones grandes de esos de hace muchos años pintados en blanco y un verde claro…

Todavía ensimismado tome la Duranguito iba llegando a la calle Cedro, el sol ya estaba algo alto y no es que anduviera pajareando por aquí y por allá pero desde hacía bastante rato que sentía una mirada muy persistente que me siguió en todo ese trayecto de esquina a esquina, mi curiosidad me pusieron en alerta y volteando con discreción busque al dueño de esas miradas que casi sentía que me desnudaban; pero lo único que alcancé a ver fue a ese chico sentado en la contra esquina...

Era él...

Cómo es que era, si, si déjenme ver...

Era blanco tirando a rubio, el cabello rubio cenizo algo medio largo y cortado a la navaja moderno pues, la frente alta, las cejas tupidas, los ojos grandes y de un color verde agua intenso, agatunados, los pómulos altos que le iban hacia abajo, se podría decir que tenía cara de gato, la nariz afilada, los labios gruesos y sensuales con un color intenso, como si les hubiera puesto color y brillo a propósito; el mentón pequeño, alto y robusto, podía alcanzar a ver desde donde estaba unas manos fuertes y rudas, unas manos que sabían acariciar y quien sabe que más...

Sonrío y se quedo mirándolo un momento...

Es ahí que el tiempo como que se suspendió un momento, los dos solos en la escena, sin tiempo ni espacio, solo ellos dos en la imagen, como si no existiera nada ni nadie -sus ojos que no dejaban de verlo con curiosidad y él prendado de todo lo que miraba-, después nunca más volvió a ser igual, su alma y su corazón se sintieron en esos momentos exaltados y estrujados todo al mismo tiempo y es que hacía bastante tiempo que no se sentía como esa mañana y es que el muchachito era bello hasta la exageración, sin dudarlo lo era; sentado como estaba con sus piernotas muy abiertas marcando algo tremendamente grande bajo ese ajustado pantalón que le entallaba como una vaina, con esas manotas nerviosas que era como si le hicieran señas para que viera hacia esa parte...

Su sonrisa, su mirada que lo acariciaban hasta la medula; verdaderamente todo era increíble y abrumador, todo a la vez…

Todo exaltado se siguió hasta su destino, pero no sin una gran sonrisa que delataba su felicidad; en ese
momento se sentía feliz..

Francisco:



Era Sábado por la noche cuando se encontraba en la barra del Bar Corsario en las esquinas de la Avenida Juárez y Morelos muy cercas del Jardín del Obelisco, estaban por cerrar cuando se le ocurrió salir a la calle para tomar el fresco de la ya casi madrugada; estaba indeciso en que hacer después de allí...

Volvería a su casa o qué...

Después de un rato de estar tonteando viendo pasar a la poca gente y los pocos vehículos se decidió por irse; solo se tomaría la del estribo y se iría, cuando hubo terminado se despido del cantinero que de vez en cuando tenían sus aventurillas: Cuando abrió la puerta del bar la brisa de la ya entrada madrugada le trajo un olor que ya conocía, como estaba de espaldas pudo regodease con su espectacular silueta; muy ancho de espaldas, alto y esbelto, el cabello lacio y muy cortito...

Francisco que así se llamaba era un tipo de unos veintisiete o treinta años, casado a según le había dicho quien se lo presentara -bueno, no era que se lo hubieran presentado propiamente sino que una vez el tipo pasara muy junto a ellos que de igual estaban cacareando en la Plaza una tarde; montado en su bicicleta fue a panterearse muy cerca de ellos que estaban sentados en una banca; era un tipo de barrio, guaperas, alto y esbelto, de piel ceniza con el cabello lacio y endrino, unos ojos grandes negros y hundidos, la nariz afilada, los labios pequeños y apretados, el mentón pequeño como en punta, actitud chulesca-, quizá por ello mismo le gustaba a su amigo que después le dijera todo lo que hay que saber de los tipos como él...

Más tarde conocería y comprobaría sus demás atributos…

Con Francisco no había necesidad de andarse por las ramas era un hombre decidido he iba al grano, nada de romanticismos ni nada que se le pareciera, simplemente sonreía y miraba hacia su entrepierna que ya estaba levantada y echada para un lado, se tocaba descarado como anteponiendo lo que vendría después, -después como cual vil perra caminaba detrás del macho, mirándole esas anchas espaldas, la cintura pequeña, ese culo prieto, las piernas como dos columnas..

Imaginándoselo sentado medio en pelotas con sus piernas muy abiertas y, su sexo levantado entrando y saliendo de su boca, bufando como un desesperado toda vez que se atrevía a metérselo hasta más allá de donde era posible, su calor y su olor le llegaban como brisa embriagadora que se le impregnaban hasta las membranas mismas; mientras iban rumbo al lugar de sus encuentros se imaginaba mil cosas...

Los dos en silencio uno a la par del otro, como solitarios caminantes por esa Avenida Hidalgo más solitaria que un desierto…

Atisbaron una solitaria callecita apenas iluminada por una lejana farola que si a penas alcazaba a iluminar; inmediatamente Francisco tomo dicha calle y yo detras de él, luego luego llegando se destrabó la correa y los botones, se bajo los pantalones junto con los calzoncillos hasta las rodillas dejando a la vista un miembro de buen tamaño ya levantado...

Que tranca tenía, no sé decir de medidas pero era larga y derecha, ni gorda ni flaca con el honguito suculento, los huevitos de buen tamaño y sin vellitos, el olor que le emanaba era embriagador y se le colaba hasta las fosas nasales se le desparramaba en el cerebro creándole un caos; se lo mostró gustoso, se relamió los labios y los ojos le destilaron lujuria, se sacudió el vergon de arriba abajo y para todos lados como si de una varita mágica se tratara, él ni tardo ni perezoso se puso de rodillas y lo tomo con sus manos, lo acerco a su nariz le olisqueo el olor a macho del que se hacía acreedor y se lo metió de un solo a la boca, se lo engullo todo hasta las amígdalas hasta que fue a toparle con los pelos y sus huevos...

Francisco bufo como un perro cuando lo sostuvo un momento en su garganta y estuvo a punto de tirarle la lechita en su tragona boca -pero todavía no, lo tomo por el cabello de un largo moderado y lo cogio como se debe, miraba como su verga entraba en esa su boquita rosa y brillante como si le pusiera color y brillo a propósito; era adorable como el putito se comía todo su cilindro de carne sin dificultad, su verga iba y venía por su glotona boca que parecía que no se cansaba de lamer y succionar, parecía que no tenía llenadero y que no pararía hasta que de su tolete saliera disparada su lechita caliente…

Hincado y con las piernas cerradas se machacaba su propia verga aprisionándola entre sus dos muslos y su apretado tejano, se autosatisfacía, ya otras veces lo había intentado y las sensaciones de tener en la boca un buen pedazo de carne viva y caliente bien le valía el intento de hacerlo otra vez...

Aunque que era difícil por el lugar y por la situación de disfrutar de un delicioso pedazo de carne bien valía la pena, además de que también quería gozar, por eso con anterioridad se la había puesto a manera de que cuando estuviera en la labor las sensaciones le corrieran desde su boquita se le fueran al cerebro y se le desparramaran por la espina dorsal, le terminaran en la raja del culo haciéndole estallar en un torrente sus pequeños y cargados huevos, terminando con un bufido y metiéndose todo el vergonon en su boca llena de leche de macho  y su culito también lleno…

El pelado se aprovechaba de su inocente calentura pues con su manaza le machacaba el culo a manera de joderselo mientras que le comía la verga, se la pasaba por la raja y podía tentar algo abultado y duro entre el medio de sus cachetes, y era ahí donde se centraba la manaza, y a manera de torniquete se lo beneficiaba agradeciéndole el favor de comerle la verga, haciéndole presión en esa parte le chaqueteaba haciéndole bufar y tragar sin control su verga que engullía en todo momento hasta las amígdalas...

Después de todo el placer mayor era de él...

El puto era el que se la comiera no el que era comido; además solo era tantito nada mas por encimita, solo era asunto de pelados, de camaradas…

Más tarde lo encaminaba hasta el Centro de la Ciudad, hasta la Avenida principal después cada quien se iba por su lado, volvían a ser extraños; podía notar a la distancia como caminaba erguido, podía notar desde donde estaba la gran mancha en la parte de en medio, el muy maricon se había corrido mientras le comía el pico -sonrío-, había tenido leche de macho por los dos lados, el solo pensar en su boquita se le había puesto dura otra vez, que mierda, ese muchachito hacía divinidades con la boca, cuando sería la próxima, quizás el fin de semana, quizás…

Podía atisbar por el rabillo del ojo como Pancho me miraba y se sonreía mientras le daba caladas a su cigarrillo su otra mano se manoseaba la entrepierna era como si supiera que lo estaba viendo -paro el culo respingon, que mierda lo tenía pringado y todavía le faltaba un buen para llega a su casa; la noche había sido muy larga, si que lo había sido-, olía a sexo a mucho sexo y él todavía en la calle que mierda…






Leobardo: 



(La Conquista Inconquistable) 



Leo:



Desde hacía un tiempo me salía todas las mañanas a correr unos cuantos kilómetros -esto era antes de que saliera el sol, también hacía una hora de gimnasio por ello había agarrado un cuerpo sino muy musculoso si bastante bien definido por eso quizás desde un tiempo para acá notaba las miradas de las personas al pasar de lado cosa que me hacía henchirme como pavoreal y no era por nada pero siempre me había sentido orgulloso de lo que me cargaba, muy aparte de mi pulcritud al vestir y que decir del exagerado tiempo que me tomaba en el peinado y la manía de ponerme todas las tardes bajo el sol para agarrar ese color bronceado que tanto me gustaba.

Era ese un día Domingo por ello había decidido cambiar el rumbo de la caminata además de que era mi día de descanso así que aprovecharía para hacer la despensa semanal, la que haría en la plaza al aire libre que solía ponerse desde sabe cuantos años atrás; ya desde muy temprano propios y fuereños estaban con sus vendimias, hacía rato que estaba en el puesto que desde antaño tenía mi “viejo” había ya terminado de comprar toda la despensa y desde hacía rato que había puesto los ojos en el muchachito de los quesos que estaba justo en frente de nosotros por ello mismo podía regodearme a mis anchas con su imagen que como cosa rara era perfecta...

O quizás era él quien los había puesto en mí; quien sabe nunca lo supe y nunca quise hurgar más allá de lo que mutuamente nos dábamos, como fuera desde hacía rato los dos nos comíamos con la mirada, por que el muy descarado me miraba y por lo oculto se sonreía y dejaba caer la mirada hacía su entrepierna, y volvía a mirarme y yo asentía con un imperceptible mohín...

Ese era nuestro juego, nuestro juego de seducción que como cosa rara parecía imperceptible, pero y quien sabe, y también a quien le importaba si solo era nuestro, de él y mío…

Era él de una blancura que le cuajaba en el rostro con el cabello castaño tirando a dorado solo un poco no tanto, lacio y algo medio largo cortado asimétricamente, era más largo de enfrente que de atrás, la frente amplia, los ojos miel, la nariz afilada pero pequeña, los labios gruesos y sensuales el mentón pequeño...

Resumiendo todos los detalles el puto era exageradamente bonito y sin dudarlo lo era, bonito, todavía más que yo, se le notaba en la mirada que era un chupa vergas consumado, -mentiras no lo era eso de chupa vergas consumado, no por que no quisiera sino por que no podía, era apenas un crío de menos de dieciocho años, cursaba el bachiller en la Capital del Estado en algo de computadoras...

No sé, mierda creo que me lo dijo pero por estar comiéndomelo con la mirada lo olvide; alto y esbelto pero definido, vestía camisa a cuadros y chaleco, tejanos que le entallaban como una vaina que señores que culo tenía el hijo de puta y esas sus piernotas y el pedazo que se le alcanzaba a ver, y que a cada rato se lo manoseaba, el juego de poder se tornaba peligroso y mi picha que no hallaba ni pa’ donde irse la muy muy que se me escapaba del calzoncito debajo de la ropa de deporte que traía y que no me dejaba ni pararme y ni modo había que esperar a que se bajara la calentura…

El juego se extendió por un tiempo indefinido hasta que cansado de tantas miradas de soslayo, de sonrisas por lo bajito me decidí a enfrentar al chico -que ojazos tenía, que labios tenía, que dientes tan perfectos, todo él era perfecto aún a pesar de esa ropa tan extravagante que traía ese día, se podía alcanzar a distinguir un muy buen cuerpo de gimnasio y, la abertura de la camisa hasta más debajo de la cavidad torácica dejaba entrever un pecho bien abultado y un abdomen plano, la correa del tejano marcaba muy bien las líneas, la bragueta dejaba poco espacio y era por eso que se alcanzaba a ver su tremendo bulto que descarado se echaba para un lado, las piernas algo delgadas pero fuertes se le dibujaban en los tejano que le entallaban como una vaina, las botitas me causaron risa a mi parecer eran algo femeninas de allí todo lo demás era excepcional…

¿Dijo llamarse Leobardo?

 ¿Dijo tener dieciséis años?
   
¿Dijo vivir cercas de allí?

 ¿Dijo ser el mayor?

 ¿Dijo estudiar en la Capital del Estado?

¿Dijo estudiar algo de computadoras?

 ¿Ahí me dijo todo?

¿No sé por qué pero cuando me propongo saberlo todo no hay nada que me lo impida?

 ¿Me dice también que le gusta ir al Montecarlo a bailar?

 El Casino Montecarlo era el lugar donde solían llegar los grupos musicales y es por ande donde los jóvenes solemos reunirnos usualmente los fines de semana, y es también donde conocemos gente…

Después de saber lo esencial y de quedar en verse otro día se despidieron no sin antes darse la mano -ahí pude sentir su olor a la distancia, pero no era un olor a macho, a testosterona pues, pero si era uno muy particular, tenía un sencillo olor a aceite meneen para bebé, su calor, su estremecimiento, su nerviosismo y una oleada de deseo me corrió por todas la fibras de mi ser-, ahí pude sentir que ya me quería y yo también a él y por el rabillo del ojo pude ver que el muchachito se puso triste cuando me encamine por entre los puestos de la vendimia; sin dudarlo me había echado a la bolsa de las compras al quesero y sin dudarlo ya tenía un motivo para volver el próximo domingo, el bello muchachito bien valía la pena, si que lo valía…

 

(Un Sueño Echo Realidad)



Era esa una noche con un cielo limpio y lleno de estrellas -bueno era casi de madrugada- en que después de el bailongo en el Montecarlo, después de haber dejado a esas dos chicas que habían conocido y con las cuales habían pasado toda la noche bailando -y con las cuales Leo había echo buenas migas sobre todo con una de ellas y como todos los hombres de su clase se la pasó besándose y a mi haciéndoseme un nudo en el cogote, y si ella lo tendría por ese momento, yo lo tendría al final en mi cama y solo para mí, bueno eso estaba por verse…

Del Centro a mi casa era una distancia muy corta y al final la mayoría de los fiesteros nos íbamos caminando; en el trayecto Leo me iba contando los pormenores, cosa que no hacía falta por que lo había visto todo, pero el muy puto quería contarme las sensaciones que había sentido cuando se comían con la boca y sus lenguas -dijo que había sentido como la chica se había llenado de calor, como temblaba al contacto de sus manos, sobre todo cuando le puso una en uno de sus muslos, como sus pechos y sus pezones se pusieron rígidos como piedras, podía sentir su dureza y rigidez en su pecho desnudo también henchido por todo el calor, el olor y la humedad entre sus piernas, sus manos no dejaban de agarrarle la verga, parecía que quería arrancársela; de seguro estaba dispuesta a entregársele allí mismo en esa madrugada y en esa callecita solitaria y poco iluminada…

Él y su chica -una trigueña con una impresionante cabellera castaño oscuro, unos ojos hermosos, unos labios sensuales; rayos si que era una niña hermosa, que de haber sido otro, quizás-, lo habían visto todo desde cierta distancia, ellos que solo se habían limitado a presentarse y a hacerse las acostumbradas preguntas -de cómo se llamaban, cuantos años tenían, de donde eran, que era lo que hacían y esas cosas; quizás con cierto miedo, quizás con respeto, quien sabe-, -pero por el rabillo miraba como se metían mano y la amargura se le dibujo en la mirada que de no haber sido tan tarde con seguridad ella lo habría notado, se excuso diciendo que estaba cansado y que se moría de sueño, todo para que la chica no se diera cuenta de sus sentimientos y de su dolor…

A saber a que horas se decidieron despedirse de las chicas, Leo con un tremendo beso de lengua, él con un tímido beso en la mejilla; ya en el camino le iba contando los pormenores y burlón le pregunto sobre su chica, suspirando resignado trato de salirse por la tangente…

Dijo:

¿Cómo de qué?

¿Ya, no te hagas? Que pasó con la amiga de mi chica?

¿Qué pasó de que Leo?

¿Si, de eso, no hubo chaca chaca?

Hizo cara como de no haber escuchado, lo miro acariciador.

¿Cómo de qué?

Burlón, me abraza y me asió hacia si, casi casi como besándome. Miro que se sonríe, miro que se agarra el paquete, se manosea a sus anchas, descarado, como si algo le calara, como si algo le hiciera presión, quien sabe, talvez todavía traía el calor de la chica, su olor o era que mi calor lo tenía así…

¡Vamos, se veía muy interesada -burlón- no te creo que se te allá dormido!

Me arrima mucho su rostro, casi como besándome, casi me besa, podía sentir sus labios con los míos, podía sentir su calor, su olor, su aliento entrando por mis fosas nasales -me estremezco al sentirlo tan cercas, gimo involuntariamente, luego me arrobo hasta la perdicion, hasta la inconciencia-, él parece darse cuenta de mi desesperación, mi angustia, como si intuyera mi sufrimiento; me abraza, me oprime contra su pecho, me aprieta muy fuerte…

¡No te pongas así!

¿Así cómo?

¿Así, celoso!

¡Me río!
  
Parece adivinarme el pensamiento -parezco un puto libro abierto-, sabe que no se me da eso de las chicas, lo intuye, lo huele -seguimos caminando, vamos casi por el Mercado Oriente casi llegando a la Central de Autobuses- vamos abrasados como novios, -vamos por la calle Durantito a lo lejos se alcanza a divisar la Central-, vamos como amantes, como amigos cariñosos, sintiéndonos, palpándonos, puedo sentir su calor su olor, su virilidad; me asía hacia su pecho, ahí me quedo aspirando su olor, sintiéndolo todo, imaginando mil cosas…

Dice:

¡Tú sabes que yo te quiero!

¿Si, lo sé y que hay de lo demás?

Me oprime…

¿Es solo eso?

¿Nada más?

¿Nada más?

Estamos a unos pasos de la Central de Autobuses -seguimos abrazados, casi como si fuéramos uno solo, comiéndonos con la mirada-, como me saca unos centímetros y también como es más ancho de espaldas, más fuerte, más todo, puedo acomodarme mejor, ahí me quedo fundido a él…

Dice
  
¡Hoy no me quiero ir, no te quiero dejar!

¿Entonces?
  
¡Vamos a tu casa!

¿Estas seguro?

¡Completamente!

¡Mira que vas a perder un día de estudios!

¿Y que es un día, además ya lo perdí?

¿Si, verdad?

¿Además por que falte un día no se va acabar el mundo o si?

Se sonrío picaron. Y se palpo el paquete y me siseo al oído…

¡Además estoy como un burro bien arrecho!

Río de su descaro…

¡Si, ya me di cuenta!

¿Entonces, nos vamos o que?

De la central de autobuses a mi casa solo eran tres calles por el Bulevar principal y otras dos de allí por la izquierda así que pronto estarían entrando a su casa que quedaba en la planta de arriba, sobre la que según sería la cochera, franqueando una primera puerta de hierro, una de madera, las escaleras y se llegaba a una pequeña sala de estar, más allá el comedor y la cocina, por el otro lado, el cuarto de servicio, el baño y la terraza, de este lado casi por la entrada las escaleras que iban a los cuartos de dormir, luego luego la recamara principal que en esos tiempos estaba vacía, enseguida la de mi "viejo" al final la mía que daba a la parte de atrás y al lado un segundo  baño…

Luego luego llegando al cuarto Leo se tiro en la cama e hizo como que se durmió -se veía tan hermoso con sus ojos cerrados, sus labios aventados como si fuera a besar, su pecho subía y bajaba al compás de su respiración, se quedo despatarro a lo largo y a lo ancho; se destrabo la correa y se corrió la bragueta dejando entrever parte de su sexo dentro del calzoncillo, su abdomen subía y bajaba a la vez que su hinchada verga no dejaba de moverse, así se quedo largo rato, mientras que él lo miraba sentado en una silla quitándose a su vez las botas vaqueras, los tejanos y la camisola, quedándose tan solo con un boxer que le entallaba al cuerpo como una vaina, que era como si no trajera nada encima, él seguía inmóvil en la cama medio en penumbra apenas iluminado por una lámpara del otro lado, como si se hubiera echo apropósito para que descansara, sin hacer ruido fue a ponerse del otro lado de la cama, se acurruco de espaldas muy junto a él, que al sentir su calor y su olor, lo abrazo, lo abrazo tan fuerte que casi le quitaba el aliento…

Soñoliento dice que si ya termino…

Él dice que si…

Entonces será que se pueden dormir…

Si, y se va a quedar con ropa…

Él ríe malignamente ante su sugerencia…

Si verdad…

Se incorporo y se dispuso a quitarse la ropa, primero se quito la camisola y la camiseta, luego las botas vaqueras, el pantalón tejano color naranja que le entallaba como una vaina y por ultimo se quito el calzoncillo -no sin antes sonreír maligno-, ya en pelotas fue a tirarse en la cama y otra vez se despatarro sin vergüenza ni pudor -él trago aire con dificultad ante el espectáculo de semejante adonis, podía verlo en toda su magnificencia, cuan bello era-, tenía unas hermosas piernas delgadas pero definidas cubiertas por un vello fino y en un color ámbar oscuro, unos huevos perfectamente depilados, un buen pedazo de tranca algo hinchada y echada para un lado descansando en uno de sus muslos, el vello del pubis cortado casi al ras, el abdomen plano, el pecho como dos pequeños montículos, la espalda ancha, los hombros fuertes como marros…

Él como un idiota totalmente idiotizado, comiéndoselo con la mirada y con la boca que se le hacía agua, la mirada perdida quien sabe donde -no, si que lo sabía, no era para nada burro-, estaba tan absorto que no se percato que el peladito abrió sus hermosos ojos miel y lo estaba mirando muy fijamente, burlón, como no queriendo -con sus ojos tan pegados a su sexo que casi podía ver como poco a poco se le iba hinchando, su nariz tan pegada que casi podía sentir su olor, su olor que se levantaba y se le colaba hasta las membranas de su ser, la tenía tan pegada a sus labios que casi podía besarla, él estaba que ni parpadeaba, ni resollaba, mirándolo como se comía su pedazo de carne con la mirada, que ya para esos momentos estaba a reventar, podía alcanzar a verlo muy mojado e hinchado y ligeramente colorado, el solo verlo muy juntito casi, casi comiéndoselo, lo tenía al borde del colapso con esos sus labios rojos y brillantes muy pegados a su verga casi podía sentir su tibio aliento alrededor, abrazándolo, llenándolo de esas extrañas sensaciones de pronto nuevas pero a la vez placenteras, que le suben a uno por la espina dorsal, le llegan al cerebro y ahí le estallan…

Él entreabrió sus labios rojos y brillantes solo un poco, solo un poquitito, como quien quisiera palpar la esencia viril del macho, ese aroma a testosterona que se levantaba y se esparcía por toda la habitación, que se le impregnaba hasta las membranas mismas, estaba tan junto de su verga que bien podía mirar cuan hinchado y colorado estaba, sin dudarlo estaba apunto de reventar; entreabrió sus labios un poco más, saco su lengua y toco un poco su hinchada cabezota, él al sentir la suave caricia se estremeció y soltó un quejido muy sutil pero al fin era un quejido, seguido de un estremecimiento que lo arrobo  hasta la inconciencia sobre todo cuando puso sus labios y, su tibia lengua comenzó a lamer y succionar con una descontrolada desesperación que lo estaba llevando a más allá de lo que nunca había imaginado; podía sentir una extraña sensación que le subía desde muy adentro de sus huevos, le iba por el tronco, se le desparramaba en la cabecita y le estallaba en todo el cuerpo haciéndolo estremecer y vibrar, eran tantas las sensaciones que sin duda más pronto de lo que se hubiera imaginado estallaría como un cohete…

Él iba y venía con su boca por todo lo largo y lo ancho de su tranca que estaba dura como una roca, su lengua hacía que experimentara las sensaciones más salvajes que jamás haya vivido en su corta vida, sin siquiera dudarlo era un maestro en esos menesteres, como con entereza lo había puesto en la cúspide del éxtasis total tanto que estaba bien dispuesto a soltarle su mismo culo que para esos momentos estaba bien lubricado por que con anterioridad el muy zorro le había estimulado el mismo hoyito a según le estaba mamando los huevos pero a la misma ves pasaba esa ardiente lengua muy cercas de su agujerito haciéndole retorcerse como una vil perra, habiéndolo puesto de manera que solo bastaba que pusiera su tranca de iguales proporciones diera un empujoncito y se le hubiera colado hasta la misma empuñadura…

No sabía que putas esperaba para ensartarle esa tranca de un dorado inigualable con la cabecita como una fresa y, exageradamente dura como una roca y mojada hasta la exageración, ahora estaba a su merced con su boca pegada a su culo con esa su lengua que a todas luces quería  franquearle su virginal hoyito, totalmente desparramado, totalmente entregado a ese salvaje amante que lo tenía a más no poder con sus dedos y su lengua hurgándole todo su culo; miraba estrellas, miraba el sol, miraba la luna, miraba al mismo diablo empalándolo con esa su verga exageradamente desproporcionada entrando y saliendo de su culo, sin medir las consecuencias se abalanzo sobre de su cuerpo y se fue a sentar en esa su tranca que de un solo se le fue hasta los mismos huevos, era tanta su calentura que no sintió nada, solo una extraña sensación que le fue desde su culo, le pasó por los huevos y le estallo allí mismo -oh que sensación-, que diablos sentía que su huevos le iba a estallar de un momento a otro, las manos del pijudo maricon le atacaban sus pezoncillos produciéndole escalofríos y la gran pija le horadaba todo su interior haciéndole sentir sensaciones nunca imaginadas…

Él lo atrajo y con sus manos lo abrazo tan fuerte que se volvieron uno mismo al sentir su cuerpo muy pegado al suyo sintió unas extrañas sensaciones que hicieron que su verga se hinchara y estallara atrapada entre los dos abdómenes, las contracciones de su interior atraparon con fuerza al intruso que en un violento estirón también arrojo su leche caliente bañando y dándole un alivio a su maltrecho culo; se besaron largo rato, se quedaron largo rato así…

Dijo:

¡Me imagine que eras bien puto Leo, pero no me imagine cuanto!

Él solo sonrío y no dijo nada solo rumio…

Se restregó en su cuerpo como tratando de seguir gozando de su empalada….

Se quedo dormido así, sintiendo como se iba escurriendo y el olor del sexo, su calor, su olor; más tarde sintió un tierno beso en los labios y algo que era como una despedida y que le decía -te quiero-, quien sabe, se sentía tan cansado que todo le pareció como un sueño…

La luz de la mañana lo despertaron con esa extraña sensación de haber vivido un sueño, volteo para todos lados buscando un atisbo de que él hubiera estado allí, sentía un extraño olor un olor que no era el suyo, si, sentía su olor, el olor de su colonia, sentía el olor del sexo, pero y esa sensación -que diablos, su verga estaba a reventar y la tenía pringada de semen y de sabe que otras cosas…

Sonrío al recordar todo lo vivido horas antes, lo recordaría para siempre…




Genaro: Una Noche en el Granero...



(La Noche que Vivi, la Vivi Contigo)


Genaro:



Hoy me he despertado, con mucha tristeza…
Sabiendo que mañana, ya te vas de mi…
Te juro mi vida, que pensando en lo nuestro…

Me pase la noche, casi sin dormir…

Ya lo sé que tú te vas, que quizá no volverás…
Que muy tristes hoy serán, mis mañanas si te vas…
Hasta cuando volverás, a mis brazos no lo sé…

Será una eternidad… creo que te voy a perder…

Ya lo sé mi amor, que te vas, te vas…
Que a llegado la hora de decirnos adiós, te deseo buena suerte…
Hasta nunca mi amor, adiós amor, adiós amor… adiós amor…

Adiós amor, adiós amor, adiós amor, adiós amor…
Adiós amor, adiós amor… Adiós amor…


Las casas y edificios, los parques y los coches se miraban pasar uno tras de otro, eran como en una película que se corría y se corría, así mismo las imágenes le venían una tras de otra: Era ese un día nublado y con algo de frío como el típico frío en esta parte de la que llamaban Bahía, muy cercas de San Francisco, había salido a eso de las diez de la mañana, más bien gris, no sé sabía si por la niebla o en si por que así era el clima en esta parte de America del Norte; hacía un tiempo que radicaba ahí. Hacía años que aquel tiempo había quedado atrás, más sin embargo los recuerdos a cada momento le invadían como si fueran una penitencia, sobre todo donde estaba él, que a cada instante de su vida asolaba su mente con su imagen tan nítida que casi podía palparla, casi podía sentir su calor, su olor a sándalo y brisa de mar, sus ojos castaños mirándolo a cada rato, su sonrisa de como de quien no quiere la cosa…

Su mente se emerge en esa melodía que suena en la consola portátil, tan intima y solo para él, hundiéndolo  a cada instante en esos sus recuerdos. Las imágenes surgen como una explosión que se expande por todas las fibras de su cuerpo: En primer plano aparece ese día. Si, las imágenes le vienen una tras de otra, son como en una película… Ese día que no podía y que nunca podría olvidar…

Era ese un día de gran aldabaría:

En primer plano la plaza; en seguida desde donde la vista alcanzaba, la Avenida Juárez, del lado izquierdo por donde ahora reinaban los Portales a lo largo y a lo ancho de la Plaza Madero o Jardín Madero como se le conocía; y en la mera esquina donde una vez reino el "Cine Plaza" hoy en día hay unas Tiendas Coppel y en el segundo piso hay un restáurate bar que al que llaman "La Mama Mía" y en la contra esquina el Banco Banamex, en seguida los Helados Holanda y así sucesivamente. De este lado el Callejón Sor Juana Inés de La Cruz, del lado izquierdo de este todavía se encontraba la papelería que desde antaño existía pero que ahora no recuerda el nombre pero que seguía estando donde siempre ―en esta Ciudad parece el tiempo suspenderse―: Las imágenes son como si fueran en una fotografía tan nítidas que casi se pueden palpar con sus detalles tan nitidos que es casi como si estuvieras allí en ese intante, los colores, los olores, incluso si se buscara se podrían encontrar gentes que un día llegaste a conoser; por este lado la Iglesia de la Purificación y por una de sus entradas entre esta, el Jardín, la fiesta, el baile, la gente arremolinada...

Todos en una enorme bulla…

Era pues ese un día Domingo:

Hacía un rato que estaba sentado mirando como los muchacho bailaban frente a la Catedral en el típico baile dominical ―la noche hacía rato que había caído y un frillito que se sentía hasta más allá de la piel, más sin embargo era soportable, el olor del pino, del laurel, el de los elotes asados, también el de los cocidos en las altisimas ollas, en si al de todos los olores a comidera que se vendía en la plaza todos los domingos, revoloteando en todo el ambiente haciendo que los sentidos se despertaran, como las flores a las abejas...

Los muchachos y muchachas no paraban de dar vueltas y vueltas alrededor del kiosco; por este lado el baile seguía ―por esos entonces todavía era un poco retraído y no se aventuraba a ir más allá de solo ver lo que por allí había, se sentía como un extranjero en su propia tierra y en verdad que lo era―, hacía rato que había dejado al único amigo que había echo desde su llegada después de esa aventura fallida por el Ejercito la cual solo había durado unos cuantos meses ―tan pronto como llego a la Ciudad se conseguío un trabajo de tiempo completo, no solo para pasar el tiempo sino para solventar sus gastos―, ya ahí había hecho unos cuantos amigos y compañeros con los que debes en cuando salian de farra, a los días de haber entrado en dicho trabajo conoció a Hugo un muchachito que laboraba en el negocio de al lado, el cual era de abarrotes y forrajes, para ese entonces era un chiquillo de unos catorce o quince años ―aquí se excluirá de hablar de Hugo, solo hablara lo más esencial― era un muchacho de unos quince años, alto y esbelto, con la piel como la arena, cabello castaño ondulado, ojos miel, nariz respingadita, labios gruesos y sensuales, bastante bien delineados, mentón pequeño ―más bien de rostro aniñado, casi era femenino…

Este muchachito le había hablado por iniciativa propia por la simple razón que se había fijado en una compañera, no por que sintiera curiosidad ni nada del otro mundo; era de actitudes más bien indolentes y no creería que le haya pasado por la mente que se moría de amor por él, no, el chiquillo solo se sentía atraído por la muchacha que era bastante atractiva y más grande que él. Así que a lo largo del tiempo y de las semanas y de los meses entablaron una sincera amistad basada en mutuos intereses; él en su amiga y él en su persona, que desde el momento en que lo conoció se sintió tremendamente atraído por su forma de ser y ya con el cuento de hablarle de su compañera se fue introduciendo en su mundo. Así que con el paso del tiempo se sello una bonita amistad un poco erotizada, porque si algo tenía el muchachito es que era bastante inocente pero a la vez coquetón, con esa su manera de ser de él, que muy conciente o inconciente pero siempre lo hacía que lo mirara, y es que era tan sexy sensual e inocente, particularidad que le hacía pensar en esas cosas, en esas cosas que desde hacía un tiempo había relegado a un lugar en el fondo de su ser…

Así con el paso de los días se convirtió en algo así como un hermano; el que le decía que hacer y que no hacer, así mismo un día apareció en las convesaciones, de la nada, él, el hermano mayor, pintado fielmente por sus propias palabras, el verdadero hermano mayor ―el que a según sus descripciones era alguien increíblemente encantador, y desde el primer momento en que apareció en las conversaciones una extraña obsesión se apodero de él, y a si todos los ratos en las noches se convirtieron en algo así como un noviazgo y donde casi siempre tenía que aparecer el hermano mayor, por que así lo había decidido―; pero hasta ese momento solo era él, porque él no tenía nombre, ni rostro, pero su mente ya se había echo una imagen y desde luego esa tenía que ser igualita a la del muchachito de los ojos bonitos ―que después de ese intento en su casa y en esa noche solo lo relego a ser un amigo nada más, no sin antes pelear con su yo interno, pero eso si en un amigo muy querido… ¡Ah que mi muchachito de los ojos tristes! Que era como le decia de cariño.

Vemos lo que él ve.

Es quien cuenta la historia.

Ahora somos él…

Hacía rato que estaba sentado viendo bailar a la gente, pero en especial a ese muchacho alto con el cabello castaño oscuro ondulado, podía alcanzarlo a ver con total nitidez desde donde estaba trepado en la baranda que separaba el jardín de la Avenida, podía verlo muy bien desde donde estaba y desde el primer momento en que lo vio supo que era el hermano de Hugo y desde entonces lo tuvo tatuado a fuego en la piel…


Hacía bastante rato que estaban recostados sobre un sarape en la paja del granero, la luz de la luna y el de una de las farolas en la entrada de la casa grande se colaban por las rendijas haciendo que se dibujaran como espectros de la noche; Genaro tenía los ojos cerrados y sus manos en la nuca, su cara girada hacia el otro lado, la expresión era exasperante ―era como si en su interior surgiera una lucha perpetua con su yo interno―, él lloraba y también miraba a no sé sabía donde, sus lagrimas se mezclaban en su pecho con su sudor que hacía un momento habían terminado exhaustos de hacer el amor ―el momento había sido como todos los que los procedían, indescriptibles, se habían mirado con esa su mirada, de ellos, luego se habían dado un beso largo y desesperado, casi violento, casi como si fuera lo ultimo que harían en su vida―, si, así como eran los dos; mordiéndose, devorándose, haciéndose daño, en esa noche con la luna y las estrellas por testigos como si fuera una premonición, como si fuera su propia despedida, de su ultima noche de amor…

¿Él en su pecho escudriñando en su interior, buscando un no sé sabe qué, acariciando palpando su piel, grabándose cada detalle de su cuerpo, que desde que lo conoció se le había, echo una obsesión, detalle por detalle para después recordarlos como en una película que llevaría en su mente tan nítida que casi podía palparla ―luego más tarde en su soledad recordarlo todo, así luego plasmaría la historia en un papel, inmortalizando lo que había vivió con ese su amante?

¿Genaro, Genaro, Genaroooo?

Él seguía en su pecho palpando su piel, su calor, su olor a sándalo y brisa de mar que se le colaban hasta las membranas mismas de todo su ser, todo, con todos sus detalles, incluso ese hermoso sexo, con ese su olor que se desprendía y se levantaba por todo el lugar impregnándose en todos los rincones de ese granero que tantas veces había sido testigo de infinidad de entregas, su sexo acunado en sus manos blancas ―si, sí que era un hermoso vergajo, como algo insólito― entrelazado en esos sus dedos largos y elegantes casi como los de una muchacha, los cuales le prodigaban alucinantes caricias que le provocaban un placer indescriptible y que cuanto más pronto volvía a estar levantado y excitado, mirando hacia el techo de tablas y paja que si apenas cubría el cielo oscuro y estrellado en toda su magnificencia; eran esas manos como encantadoras de vergas y ese su olor que lo hacían temblar y pegársele a su cuerpo, ese extraño olor que lo hacían temblar y delirar al grado de perderse en una interminable fantasía que lo hacían verlo casi como si fuera una muchacha, cuan confundido se sentía con esa piel tan suave, con esa su mirada brillante, con ese su brillo de esos sus ojos que le causaban un escalofrio y unos escalofríos, y esa su sonrisa que lo hacían estremecer, y esas sus formas, con esas sus caderas sinuosas, sus piernas largas, su cintura pequeña ―todo era tan alucinante y estremecedor―, que lo llevaban hasta no sé sabe donde, que lo hacían quererlo y adorarlo hasta más allá de todo lo concebido y permitido…

Sus gemidos le venían no sé sabía de donde, quizá desde el fondo de su alma, su sexo en su mano, su sexo en sus labios y quien sabe en que momento que ya lo tenía todo en su garganta ―era magnifico escuchar sus bufidos que se debían de escuchar en todo el granero y hasta el fondo de su ser, eran como música para sus oídos y era una prueba contundente de que estaba haciendo bien, tanto que otra vez terminaba derramando su escencia.

Quedandose muy quietos, tan quietos, muy quietos, que solo el resuello de sus corazones se escuchaba; metidos cada quien en sus pensamientos…

Su mano en su verga todavía escurriendose.

Nos acercamos.

Vemos sus ojos.

Vemos con sus ojos...


Hoy me he despertado, con mucha tristeza…
Sabiendo que mañana, ya te vas de mi…
Te juro mi vida, que pensando en lo nuestro…

Me pase la noche, casi sin dormir…

 Ya lo sé que tú te vas, que quizá no volverás…
Que muy tristes hoy serán, mis mañanas si te vas…


Se habían visto por primera vez en el billar muy cerca del barrio donde solían pasarse las tardes después de las jornadas de trabajo muy cerca de la Avenida Enrique Estrada, en la colonia Esparza; había sido invitado por Hugo que después del primer turno de trabajo habían decidido pasarse la tarde jugando y tomando cervezas, desde luego que en compañía de los cuates de él, sin duda se habían programado para ese día y a esas horas. Desde que lo vio desde la entrada de la puerta le impresiono su físico; muy robusto, alto y esbelto, con la piel como la arena, el cabello castaño oscuro algo rizado y muy cortito, la frente amplia, las cejas tupidas y fuertes, los ojos castaño claro, con una mirada intensa y profunda muy calida, la nariz afilada, los labios gruesos y sensuales, aventados para afuera como si fuera a besar, el mentón cuadrado y fuerte ―tenía la particularidad de mirar y sonreír como no queriendo, como si te estuviera diciendo...

¿Y tú qué?

Este echo lo hacia lucir realmente como una hermosa bestia, era un machazo en toda la extensión de la palabra y tan solo con a verlo mirado con esa su mirada penetrante había intuido que el nuevo mejor amigo de su hermano pequeño tenía algo raro;  había sonreído muy levemente como si en realidad no hubiera querido. Era más sin embargo no poder negar cierto parecido con ellos, es que si casi se podía decir que hasta eran hermanos, la misma talla, la misma estructura corporal, el mismo cabello, la misma mirada, eran casi como dos gotas de agua, solo que uno era del color de la arena y con la mirada muy penetrante y el otro era algo más…

Después de ese día todo fue distinto…

El muchacho trigueño había dicho que se llamaba Genaro...

Su nombre se le había quedado en la memoria como tatuado a fuego, él había sonreído cuando tomo una de sus manos y había sentido una corriente eléctrica subirle por toda la espina dorsal hasta el cerebro y alli estallarle en una vorágine de sensacines y un extraño olor que le había llegado hasta las fosas nasales e impregnársele en todo su ser y, era ese un olor a madera y romero que le habían provocado una ligera punzada en el bajo vientre y creado una hinchazón imposible de ocultar ―lo había mirado inclinar la espalda a un grado imposible, con el culo en popa, respingon, en enfundado en esos sus tejanos entallados como una vaina con el interior por fuera, impúdico y descarado, la cintura pequeña, la espalda apenas musculosa, los brazos delgados casi femeninos, la piel dorada como si pasara largas horas bajo el sol, el rostro era imposible de describir con el cabello castaño, la frente amplia, las cejas perfectamente bien delineadas y arqueadas a una altura imposible ―como solo él podía hacerlo―, los ojos eran de un extraño magnetismo y de un color castaño dorado, con un brillo casi sobrenatural, la nariz afilada, los labios gruesos y sensuales con un raro color rosado era como si les hubiera puesto color a propósito, el mentón cuadrado y fuerte―, había volteado a mirarlo y le había sonreído...

Él había bajado la mirada apenado, sumiso para siempre, su mirada se había ido apostar hasta su entrepierna, descarada sobre el relieve de su sexo que se podía ver con total nitidez, bien erguido, bien levantado y echado para un lado, había dejado caer la mirada hasta ese lugar intimo y secreto, cuan brillante y poderosa era esa su mirada que con solo apostarla en un lugar era capaz de provocar sensaciones nunca imaginadas, aunada a esa su sonrisa capaz de desarmar al mas frío de los seres…

Él había sentido un estremecimiento en todo el cuerpo y se había sentido desfallecer al sentir como lo miraba y como le sonreía con esa su mirada brillante cargada de promesas de pecado ―luego se habían mirado mucho, tanto que se hicieron una promesa, la promesa de siempre quererse hasta los confines mismos de la existencia―, de eso hacía un buen tiempo, después de esa tarde habían venido noches eternas de sexo, unas en el granero se su propiedad y otras en la casa de él…

Como esa ya casi madrugada, algo helada con varios de sus amigos allá afuera, todos alrededor de una fogata, manoseándose, palpándose sus erecciones marcadas en los tejanos, en espera de sabe qué cosas, fumando cigarrillos Marlboro Rojos y tomando Tequilas ―ellos allí adentro del granero, en esa primera vez en que se habían visto totalmente desnudos; primero sin camisa, después con la bragueta medio abierta con su enorme sexo aprisionado en el entallado calzoncito, levantado y echado para un lado, cuan largo y grueso que era que le llegaba hasta el ombligo―, él se había ido de rodillas y enroscadondose en esas sus piernas como una culebra, había arrimado mucho su cara y sus labios a ese su vergon, todavía aprisionado en la sensual prenda, lo había lamido con entereza con parsimonia, como quien le rinde un culto, lo había lamido todo desde ese su capullo, luego el tronco y los huevos, había aspirado su olor, ese olor a testosterona, a macho en celo, le había arrancado el pantalón de un tiron y le había sacado de un solo la pequeña prenda, y se había metido enseguida su erección en la boca y comenzado a lamer y succionar con desespero, había mirado hacia arriba y mirado que tenía los ojos cerrados y sus labios apretados pero tan imposible de acallar sus gemidos ―su estremecimiento le decían que se la estaba pasando muy bien…

Tirado en la paja totalmente desnudo, podía incluso ver cuan bello era ese su cuerpo, con el pecho ancho, los brazos como marros, la cintura plana como lavadero, el área del sexo totalmente definida, los muslos fuertes, las piernas como dos columnas, tirado allí parecía una escultura echa en mármol blanco con las manos reposadas en la paja totalmente relajado. Sintiendo las sensaciones de esa tibia boca que iba y venía por todo el ancho de su erección, toda hinchada y apunto de estallar, esa boca que era simplemente maravillosa y todo lo que le hacia era indescriptible, y ese putito mama vergas, allí hincado le estaba haciendo lo que nunca nadie en su vida le había echo sentir, era como diciendo nunca jamás en su vida, enroscado en sus piernas, comiéndole su erección y que lo estaba llevando al mismo infierno ―dejándose llevar por esas sensaciones le lanzo los chorrazos de su caliente esperma de lleno en la boca que cuan prontamente los trago todos―; era de una forma estrujante algo insaciable, tanto como era que seguía allí pegado a su vergajo, lamiendo y succionando hasta hacerle daño…

Se incorporo y lo tomo por la cabeza y suavemente lo aparto, lo halo hacia su boca casi podía besarlo… Pero todavía no, todavía no era el momento…

Le dijo:

¿Basta ya?

Se aparto. Se relamió los labios.

Se comían con la mirada…


Angel y Julio Cesar... Una Noche de Sexo...



Angel y Julio Cesar:



Vemos lo que él ve:


La noche había sido muy larga, en esa cantina del centro de la ciudad; y desde un tiempo para acá ese era el lugar de reunión y la Chayito que así le llamaban al gay que a tendía la cantina, el que la había vuelto muy popular entre la gente de ambiente…

Tenía rato que estaba en la cantina tomándome una bebida en un vaso alto -un jaiball- era un Bacardí Blanco con soda y agua mineral; hacia rato que miraba a través del espejo el reflejo de ese hombre vestido a la usanza del lugar; tejanos muy entallados que le dibujaban unas piernas grandes y fuertes -sentado en la silla con sus piernotas muy abiertas; podía atisbar por el rabillo del ojo un gran paquete que se adivinaba ya levantado; su mirada era sonriente y picarona- camisola vaquera a cuadros muy abierta casi hasta el ombligo que dejaba admirar un abultado pecho y un abdomen plano, los hombros eran anchos, las manos eran grandes, moreno claro, con el cabello lacio el corte estilo clásico y muy cortito; el rostro era algo redondo, la nariz algo gruesa al igual que los labios, eso si muy rosados y sensuales; en si de facciones armoniosas no angulosas y masculinas -pero eso si tenia unos bellos ojos verdes que lo hacían ver extra atractivo- alto y esbelto -sonrisa encantadora mirada de borrego a medio morir -hacia rato que me miraba, me sonreía con esa su mirada- podía palpar su olor, su calor, si, su olor a sexo a licor y cigarrillo todo mezclado… Su aliento me llegaba, si, hasta las membranas mismas, hacia que algo me recorriera por la espina dorsal, primero me iba al cerebro después me iba hasta la reja de mi culo y me estallaba allí…

Me enloquecía y hacia que me sintiera sexy, sensual…

Me brillaban los ojos…

La sonrisa era como la de una golfa; obscena, vulgar…

Se pone de pie.

Camina hasta la cantina, se pega mucho a mi… Su olor a sexo se me cuela hasta las membranas mismas, me enloquecía de deseo -me sonríe- me ruborizo al sentir su calor, su olor a hombre, a macho, a pura cachondez -su mirada se me cuela hasta la misma alma- odio que un macho sea tan lanzado, no me gusta, sonrío malévolo; es perfecto para el juego, es una presa perfecta en la telaraña de una araña -yo soy la araña…

Me ve: Pero no dice nada…

Se dirige al cantinero…

Me sonrío cuando Chayito se le resbala; le toca la mano, se la acaricia…

Chayito me ve: Me sonríe…

Yo también sonrío. No digo nada…

De la boca de Chayito sale una palabra: ¿Ángel?

Ángel me ve sonríe: Me estremezco…

Dice:

¿Dale lo que pida que yo lo pago?

Chayito se carcajea; me mira, dice:

¿Ya pescaste golf…?

Le sonrío y levanto el ceño a una altura que solo yo puedo: Lo miro con desden…

¿Pues ya vez, se hace lo que se puede, querido?

Después de eso Ángel se vuelve mas desinhibido; pone todos sus dotes de gran seductor en el asador -yo sonrío y me dejo conquistar, de vez en cuando no esta de mas dejarse querer; o en todo caso dejarse seducir para que le metan la verga, y el tipo no estaba para nada mal, pero era demasiado ingenuo y rayaba en la imbecilidad…

Eran ya cerca de la 12:00am ya estaban por cerrar el lugar; el cantinero apura a los últimos parroquianos para que terminen sus bebidas; Ángel me miro con esa su mirada de sus ojos verdes, me hizo un gesto; yo dije que si; apuramos nuestros tragos y nos dispusimos a partir; no sin antes él ir al baño; picaron Chayito se me acerco: Me miro, me sonrío; yo sonreí picaron -sin palabras me dijo- ¿si, también; cojeé bien, te besa, pero así? -hace una seña con su dedo menique- digo; ¿no? -dice; ¿si? -ya que…

Estamos en mi casa…

Estamos en mi cuarto…

Estamos en mi cama…

Parecemos dormir, pero la realidad es que estamos expectantes: Desde afuera se cuela la luz de la luna, así que si bien no podía verlo con nitidez, si podía sentir su calor y palpar su olor, su olor a licor y a tabaco; podía sentir su cuerpo y su calor tan tibio; haciéndome estremecer, haciendo que algo muy tibio me subiera desde la punta de los pies hasta la coronilla de la cabeza; de pronto sentí todo el peso de su cuerpo y sus brazos me atraparon; sentí sus labios en los míos, su lengua se coló hasta dentro de mi boca creándome una sensación extraña -ya que todavía no sabia besar y me sentía algo extraño- sus poderosos brazos me rodearon y me atrajeron hacia él; sentí algo duro y caliente muy junto a la raja de mi culo -gemí muy quedo- sus manos me recorrieron de arriba abajo y en un santiamén ya estaba sin el boxer y en pelotas; una de sus manos me tenían atrapado del cuello, su boca no dejaba de besarme el cuello y sus labios buscaban ansiosos los míos; su otra mano me tenia cogido de la verga y su peso me tenia imposibilitado para escaparme -y la realidad era que no quería hacerlo… Escaparme.

Mi verga estaba dura como un hueso, la empujaba y jalaba hacia abajo creándome una dolorosa sensación de placer; su dedo gordo en la base, el resto de sus dedos jugaban con mis huevas y su dedo del medio se me escurría hasta mi ojeteé que para esos momento ya estaba bien lubricado por los propios jugos de su vergajo que desde hacia rato no dejaba de pasarla por mi raja y a cada momento metía un tanto cada vez; yo me quería mover, quería escapar de allí, pero no podía, era mucho más grande y corpulento que yo, mi cuerpecito solo daba para ser usado y como me tenia menos que imposible escapar; su mano no dejaba de trabajarme la verga y a cada momento las sensaciones crecían más y más; el placer que en esos momentos sentía hacían que a cada instante le aventara mis nalgas hasta su entrepierna que ya estaba lista para franquearme el culito; sus labios no dejaban de pasearse por mi cuello y mis hombros, su brazo y su mano me tenia bien cogido…

Siseo:

¿Ángel, espera que es mi primera vez?

Noté que se reía.

Dice:

¿No te creo?

Me cohíbo:

¿Pues si, así es, he mamado, pero nada más?

Siento que se ríe de mi ingenuidad.

Dice:

¿Cuántos años tienes?

Miento:

¿Bueno, diecisiete, casi dieciocho, por que?

Me ve como no creyendo:

¿Y como es que estabas en la cantina, bebiendo y fumando?

Vuelvo a mentir:

¿Bebo desde los catorce, nunca he tenido problemas con eso, fumo de vez en cuando, por que?

Me sisea al oído.

Me estremezco.

Dice:

¿Entonces si haces todo eso podrás aguantarla como los meros machos, te va a doler al entrar al principio, pero después querrás más y más, y serás tú el que se la meta solo?

Sonrío para mis adentros:

¡Si tú lo dices!

¿Ya veras que si, solo relájate, relaja el culito?

El primer empujón que sentí fue el de la cabecita en la entrada de mi culo; el primer dolor fue en un principio insoportable, fue como si me partieran; pero su mano no dejaba de jugar con mi polla y esas sensaciones son siempre muy placenteras; además sus labios tragaban mi boca y su aliento a licor me embriagaba, todo eso era nuevo para mi y como había dicho Chayito; era buen amante, no tenia una buena verga pero su experiencia en el sexo estaba mas que justificada -era obvio que no era su primer culo y a sus veintiséis o sabe cuantos más lo era- su verga entraba y salía de mi culo como Pedro por su casa y como había dicho -el primer dolor siempre pasa- pero eso no fue así, su verga era demasiado pequeña y demasiado dura para disfrutarla -quizá no me gustaba lo suficiente como para relajarme o quizá era demasiado agresivo como para hacerme vibrar, tal vez estaba muy estrecho, no sabia que era pero deseaba que terminara ya; sus besos eran apasionados pero yo solo me dejaba hacer, en esos momentos cerré mis ojos y me deje ir; para cuando todo el sacrifico termino mi vientre y todo mi sexo estaban mojados; Ángel me besaba y me acariciaba el cabello…

Dice:

¿Eres muy lindo?

¿Si?

¿No me crees?

¿Si?

¿Nunca había tenido a nadie como tú?

¿Duérmete ya Ángel?

Me tomo de la barbilla y me acerco a sus labios, me miro, me sonrío, me beso muy fuerte, tan fuerte como su anterior cogida -el culo me ardía y mis jugos se habían secado y sentía mi ojeteé algo aguado; obvio que había terminado dentro de mi y como era algo viscoso terminaría por salírseme- me sentía cansado y ya era Lunes y me atacaba la desesperación de pensar que iba hacer en la mañana; por que trabajaba en una farmacia y eso era a las 9:00am, no se si él se levantaría a esa hora -me dormí con su cuerpo muy pegado al mío, su sexo estaba muy pegado y su olor se me escurría hasta no se sabe donde, su calor era tan reconfortante, toda esa sensación era mucho mas reconfortante que todo el sexo que me había dado -no soy de dormir con nadie y esa razón es la que me hace no dormir enteramente así que mis ojos se abrían a cada rato con los movimiento de su cuerpo- ya es algo muy tarde cuando siento un piquetito, pero solo fue eso un piquetito; y me vuelvo a dormir esta vez hasta perderme…

No veo ni oigo nada solo su respiración, siento su calor; se que hay alguien a mi lado…
Siento un miedo que me invade todo el cuerpo, no me muevo, incluso contengo la respiración…

Que diablos pasaba por mi cabeza, el cansancio y la resaca me hicieron por un momento perder la conciencia, si, Ángel dormía a mi lado que diablos -sonrío- y me vuelvo a dormir…





Julio Cesar:



El diablo de vez en cuando mete su cola:


Después de esa ultima vez en que lo había visto sentado en esa mesa con Chayito en esa fiesta conmemorativa; en eso que llamaban Terrazas donde la gente bailaba música de banda o que se yo: Sentado allí vestido a la usanza del lugar -mi mente vuelve a ese lugar, como era, si; era una Terraza en madera y laminas, las mesas eran de plástico con el logo de una cerveza famosa; alrededor una pista de baile en madera, la música era en vivo, los músicos estaban en frente…

El, como era; si era muy blanco, con una blancura que le cuajaba en el rostro, el cabello muy negro como el azabache, los ojos muy azules como el cielo, la nariz muy afilada, los labios eran grandes y sensuales, con un leve surco en el labio inferior, la barbilla era pequeña y ese su bigotito muy negro que le enmarcaba su esa su sonrisa de gran chulo; obscena, vulgar; su siempre mirada picara, se sabía atractivo y le sacaba mucho partido, era un autentico vividor y no había quien se le negara; como todos los Tapatíos era un consumado vividor: Vestido a la usanza del lugar; camisa a cuadros generalmente vaqueras, pantalones Wranglers en tela poliéster que le entallaban como una vaina, correa en Pita, botas en piel exótica, sombrero tejano 100X, con su sonrisa de gran chulo…

Con sus piernas muy abiertas, con su gran paquete como en una bandeja a la vista, obsceno, si, era un autentico "hijo he puta" ahí como un rey, con su cerveza en la mano, en su otra un Marlboro Rojo, mirándome con esa su sonrisa que causaba escalofríos, que lo hacia uno en pensar en cosas pecaminosas, en sexo; el muy descarado manoseándose, sacudiéndose -yo a punto de mojarme sin siquiera tocarme, sin siquiera sacudirme- si, la música estaba allí en otra dimensión; yo con él, tirado en la cama mirándome con esa su mirada demoníaca; lujurioso, con su pollota en la mano; yo como un idiota relamiéndome, con la mirada fuera de la orbita, mirándolo como se sacudía ese vergajo; su sonrisa escalofriante me tenía en las nubes y me dejaba hacer- si, yo era en esos momentos un putito caliente, facilón, el muy guarro me decía que era un chupa vergas y a mi me gustaba que me lo dijera, que era un puto…

Me desperté con esa su tremenda trompada en la quijada, la que me trono del fuerte derechazo que me dio el muy guarro -pero ni lo sentí por que estaba tan alcoholizado que tampoco me importo, en el fondo me había gustado que un macho me pusiera en mi lugar; si él era muy guapo y muy violento, tal vez si, pero eso si, yo tenia algo con lo que él no contaba, y esa era mi inteligencia que siempre terminaba por ganar y mientras que no obtuviera lo que yo quería, siempre lo dejaría ganar, de todos modos eso a él le fascinaba; sonreí para mis adentros, indudablemente era como todos los de su clase; los hombres son siempre demasiado predecibles…

El diablo siempre mete su cola mientras menos te lo esperas:

Era más de la media noche cuando el timbre de mi casa sonaba y sonaba -que putas exigencias las de ese "hijo de puta" quien diablos seria a estas horas de la madrugada -baje las escaleras, cruce el recibidor, baje las escaleras que daban a la calle, abrí la puerta de madera y si allí estaba tras la puerta de fierro; con su cabeza baja, con su sombrero tejano 100X; la misma camisa, el mismo pantalón, la misma correa, las mismas botas en piel de víbora, su mismo olor, su misma sonrisa de "hijo he puta"…

Levanta su cara, me mira…

Dice:

¿Me vas a dejar aquí… Que se me están congelando las pelotas?

Se manosea, se palpa con descaro…

Yo tiemblo de emoción…

Le digo:

¿Acaso te estas meando?

¿No, wuey, que la traigo al palo y las bolas me duelen de tan cargadas?

¿Ya pues, como llegaste hasta aquí?

Se sigue manoseando:

¿Un pajarito me lo dijo?

¿Pues que pinche pajarito tan chismoso?

Se pone meloso:

¿Me vas a dejar entrar o no?

Me saca la lengua: Me mira. Me sonríe.

¿A poco no te gustaría tocarla… Mira todo esto puede ser todo tuyo?

Me guiño el ojo y su mirada fue desde la mía hasta su paquete que ya se marcaba monstruosa, me relamo, me estremezco, mi cuerpo tiembla de emoción, no pienso, solo actúo, mi mano se mueve hacia la cerradura -el calor del culo me recorre por todo el cuerpo, mi mente divaga; ya no soy yo- el clic de la puerta se escucha… El ya estaba en mi sala mirándome burlón; yo en el sofá de enfrente mirándolo, comiéndomelo; con sus piernas muy abiertas con su vergajo echado hacia arriba cuan largo y duro que era que le sobresalía hasta la cintura -me mira y luego se lo mira; yo casi desnudo solo con ese pantaloncito corto, con mis cachetes a la vista, mis huevos hinchados, mi polla a punto de estallar, ya muy mojado, relamiéndome con el espectáculo de verlo ahí ya con su camisa abierta, pellizcándose los pezones, su correa destrabada, con su pantalón abierto, con los vellitos de su sexo muy negros que le iban desde el pecho, el ombligo y hasta donde no se sabe donde pero que era donde mas se gozaba…

Me miro con esa su mirada como el cielo, de una forma que me llevo al mismo infierno; se relame, se palpa, se sacude con descaro; yo estoy en el quinto infierno y ni siquiera pestañeo, solo lo miro como se juega su vergota, como me la muestra, como me invita a tocarla; se me hace agua la boca y el culo -si que sabía como llegarle a uno, como tendía esa telaraña de sexo y deseo sobre uno, y era como una viuda negra; venenosa y rapaz…

Se pone de pie.

Se me pone en frente.

Se toma la polla.

Se la sacude.

Me la pasa por la cara, por la nariz, por la boca, en los labios:

Me toma con una de sus manos por la cabeza, su otra mano en mi barbilla: Me la empuja…

Me la mete en la boca… Me cojeé la boca; su cadera para adelante y para atrás una y otra vez, sus manos en mi cabeza, su verga que me entra, cuan grandota y dura que era, tan hermosa, tan gorda, tan larga; con su olor tan embriagante, que me corre hasta las membranas mismas, que me excita, que me tiene en el quinto infierno, mi polla que me estalla, que me chorrea de tanta cachondez; me toma de los hombros, me empuja al sofá me pone boca abajo, me toma por las caderas, las levanta, me escurre sus dedos por mi rajita, yo siento como me los mete, como hace presión, como me palpa, como me taladra con sus dedos, como me cojeé con sus dedos -yo gimo y me dejo hacer- se sonríe al verme muy mojado, muy abierto -mi culo rosado pide algo mas grande, algo mas suculento; quiere verga, ya no soy yo, el es el dueño, ahora el es el dueño de mi ser, es mi culo quien tiene vida propia…

Es el guarro de Damian quien se apresura a darme lo que tanto anhelo; me rompe el pantaloncito corto, se sube en el sofá, me jala de las caderas, me toma por los hombros, hace que me acomode y luego hace que yo mismo me ensarte, que yo mismo me coja, que yo mismo me la ponga -si así lo hago, yo mismo me la pongo, me la introduzco -ah, lanzo un gritico- la cabecita me entra; si yo solo me la voy metiendo de tanto en tanto, hasta que ya no hay más que meter- es ahí que comienza lo mero bueno, es allí donde mi culo comienza a gozar a sentir las mas extrañas sensaciones; esas sensaciones que hacen que adoremos las vergas de los machos, que adoremos a los hombres -hacerlo a uno buscarlos, llorarles, perseguirlos; ame al primo Juancho por haberme abierto los ojos, por haberme puesto su vergota en las manos y decirme muy quedito que, que harías con todo esto, y yo me relamía con su verga, y lo adore por siempre, y los adore a todos, si, a todos los guarros que había tenido y los que habrían de venir, si Señor por que esa sensación es solo nuestra, de nuestro sexo; esa sensación de tener el ojeteé bien lleno, con un macho taladrándote el culo y la próstata a punto de estallarte, esa sensación es solo nuestra, y que mienta el que no goce de un buen macho, de una buena verga…

Su vaivén es como algo electrizante, que me recorre, que me sube desde el sexo, que me pasa por el ojeteé, que me va por la espina dorsal, que me estalla en el cerebro; siento una sensación extraña que me corre por el bajo vientre, algo que me lleva a una muerte chiquita, siento un tirón, luego un espasmo, y mi cuerpo se tensa; y como el guarro me la mete hasta los huevos, como me taladra, como me cabalga como si fuera una yegua; y como me corro sin siquiera haberme tocado, como todo mi cuerpo se tensa y como bufo de placer con su verga hasta los huevos… Me desplomo en el sofá y él no para, sigue dándome por el culo, como me goza, como se corre dentro de mi, hasta que ya no hay más que tirar; pero todavía se queda allí taladrándome, martillándome, jalándome del cabello, todavía con su verga bien dura en mi culo -era como un gallito picoteándome la cresta- si, pero incapaz de hacer una caricias, incapaz de dar amor, era un hijo de puta cualquiera -y eso era lo que nos gustaba a todos- se había echo a la idea de meterse con todo lo que se cruzara en el camino… ¿Y a mi ya no me importaba nada, había conseguido lo que había querido desde un principio… Si así era, también era como él, o peor que él, como quieran verlo, así era?

La luz de la luna se colaba por las cortinas y podía admirar su cuerpo a contra luz; tirado allí en mi cama desnudo; sus piernas muy velludas, sus fuertes muslos, su culo redondo y levantado, su cintura muy pequeña, su espalda ancha, sus hombros como marros; su penetrante olor a macho, a sexo, a licor y cigarrillos todo mezclado; mi mano de puntitas le recorre las piernas hasta sus nalgas, allí la pongo -arrimo mucho mi nariz y aspiro su olor a hombre, su esencia varonil- muy lentamente le sobo esos cachetes redondos y mis dedos se escurren por su raja hasta su ojeteé; de pronto algo muy fuerte me coge de la muñeca y me hala, se suaviza, me la lleva hasta el otro lado, la pone en su sexo que esta duro como un hueso, levantado, se gira, me mira con esa su mirada, me toma de la cabeza, me hala, me lleva hasta su sexo; yo abro mucho mi boca, me le engullo un buen pedazo, me la quedo allí, lamiendo y succionando -escucho como gime y mueve sus caderas, y como con sus manos me la empuja, me la trago toda; así se la como por unos cuantos minutos hasta que lo escucho como bufa como se tensa, como se estremece y como me la empuja hasta las amígdalas, es allí que siento algo muy caliente que me corre por toda la boca, que se me escurre por los labios, que se me desparrama, que se me cae hasta su sexo; le lamo la cabecita, el tronco, la base, las bolas lampiñas, los vellos; me trago todos sus jugos hasta la ultima gota, me tiro extenuado en la cama, disfrutando, palpando su esencia, sus jugos de hombre; su olor se esparce por toda la estancia, penetrante, intenso como jamás allá sentido; él allí tendido, abierto de piernas con su sexo escurrido echado para un lado, aun así era grande descansando en la mata de sus vellos muy negros, con sus ojos cerrados… Y el cansancio me invade, me cae como una niebla muy pesada, cierro mis ojos y me dejo caer en brazos de Morfeo…

La luz del día se cuela por la ventana; era ya de día cuando abrí los ojos y lo primero que hice fue voltear hasta donde estaba Damian; me entra una rara zozobra al no sentir su calor y su olor; abrí mas los ojos y me incorpore un poco; lo que vi me estremeció, allí estaba el guarro sentado en el sofá con una toalla de baño en la cintura con sus piernas muy abiertas, mirándome con esa su sonrisa muy azul, pero con ese brillo malévolo que causaba escalofríos y no se sabia que pensar; era difícil decernir que pasaba por esa cabeza, lo más seguro era que nada bueno, por que en el poco tiempo que lo conocía me había dado perfecta cuenta de que era un ser siniestro y que de él se podría esperar de todo y de lo peor…

Me miraba y se sobaba a la vez, todo junto.

Con esos ojazos color del cielo.

Después como poseído por un gran actor.

Me miro con un gesto que se me hizo muy teatral.

Dijo:

¿Sabes, yo he sufrido mucho, tú no te imaginas cuanto… Mi madre?

Lo miro mucho como no creyendo; siento que esta demasiado sobre actuado:

Me toma de la mano y lo dejo que me enrede, dejo que teja su hermosa telaraña de amor -me huele a trampa, a engaño; se me hace tan patético ver a un macho llorar así tan fácil, tan mezquino, tan poca cosa, sus lagrimas me saben a risión… Era demasiado solo para conseguir algo, era algo imperdonable…

Finjo compasión: Y me dejo enredar por esas sus mentiras, que parecían sacadas de una obra dramática de teatro: El muy guarro era capaz de matar a toda su familia; si, había dicho que su madre había muerto de cáncer y que desde los catorce años él se había encargado de su hermanito y quien sabe que tantas mentiras más; había sido mejor que me pidiera dinero, a lo mejor se lo hubiera dado pero así jamás, todo lo bonito que en un principio sentía se esfumo y así como vino, así se fue por el caño del inodoro…

Nunca he sido muy dado a impresionarme…



Antonio... Viaje a la Desesperacion...




Antonio, Genaro y Hugo:





Antonio:



( Un día conocí el amor y al otro la desesperación )



Que seas muy feliz, que encuentres amor, mi vida…
Que nunca mi amor, te digan adiós, un día…
Perdóname mi amor por todo el tiempo que te ame, te hice daño…

Te ame de más y fue mi error que soledad, estoy sin ti, lo estoy pagando…
Que seas muy feliz, que seas muy feliz, mientras que yo, te sigo amando…
Deseo mi amor, que sepas también, que te amo…

Que no te olvide, que nunca podré, te extraño…
Perdóname mi amor por todo el tiempo que te ame, te hice daño…
Te ame de más y fue mi error que soledad, estoy sin ti, lo estoy pagando…

Que seas muy feliz, que seas muy feliz, mientras que yo, te sigo amando…

Canción :Te sigo Amando.
Canción de: Juan Gabriel.
Canta: Rocío Durcal.



La Ciudad estaba de fiesta, todo era diversión… Eran las fiestas en conmemoración del aniversario del pueblo natal de mi familia, que comenzaban con la ultima semana de agosto y terminaban en la primera semana de Septiembre: Era pues el 2 de septiembre del 1554, hace chorro cientos de años que dos exploradores llegaron al pie de un manantial el cual tenía un fresno al que pronto llamaron "Aguas del Mineral" después de pasar unos días y explorar sus entornos, así como también explorar un cerro en el que se encontraron metales preciosos y al que terminaron llamando el cerro del Pro Año en memoria de su descubridor, así fue como se decidió fundar un pueblo; al que llamaron el pueblo del Mineral del Fresno…

El 2 de Septiembre era la fecha más conmemorativa, la cual empezaba una semana antes; festejando desfiles conmemorativos, corridas de toros, charreadas, eventos deportivos y culturales, espectáculos artísticos, verbenas, bailes de aniversario, fuegos pirotécnicos, juegos mecánicos, y demás eventos…

Ya dije que eran comienzos de fiesta…

Era pues en Septiembre…

Era ya casi de noche:

No recuerdo con exactitud cuantos años tenía, pero andaba entre los dieciocho y los veinte años; si la memoria no me fallaba con la misma estructura corporal que siempre he tenido, esta demás decir como en realidad es mi apariencia, eso si no se puede negar la diferencia; todavía con la mirada brillante y con la piel fresca, aun con la inocencia reflejada en el rostro; por esos entonces era como todos los muchachos de esa Ciudad y de esa época, me gustaba vestir los clásicos tejanos bien entallados, también los Wrangler, con las botas que generalmente eran en pieles exóticas, las camisas en rayón, siempre bien abiertas dejando ver mi pecho bronceado y bien marcado, ya para ese entonces lucia mis vellitos en la cavidad torácica y en mis tetillas rosadas -debo decir que en ese entonces si le dedicaba un tiempo al gimnasio y a trotar casi a diario por lo menos cinco kilómetros; consecuencias quizá de mi paso por los días en el ejercito- desde luego que no eran las clásicas camisas vaqueras, no, yo era diferente y por supuesto tenía que vestir diferente, en colores clásicos pero distintivos, tampoco me gustaba el sombrero tejano que tan bien les sentaba a los pueblerinos de los alrededores -no, yo quería lucir mi cabello castaño dorado, algo medio largo, generalmente echado para un lado y en ondas, quería lucir mis ojos castaños con mis características miradas de fuego, tan celebres, tan míticas; la nariz afilada, los labios sensuales, el mentón cuadrado y fuerte…

Pero eso si, me gustaba esa moda; me gustaba ir con mis amigos a los bailes, a las cantinas, a los billares, me gustaban las juergas; y como la mayoría de mis amigos eran heteros, y siempre que podía me escabullía con ellos, casi nunca tenía problemas en pasar como uno más de ellos… Pero también me codeaba en secreto con los chicos de mala mota, con los indeseables, con los señalados, con los que servían de consuelo a todos esos heteros curiosos y deseosos de satisfacer sus bajas pasiones…

Tenía rato que había caído la noche.

Era ya de noche:

Y desde hacia rato que estaba en compañía de tres de mis mejores amigos; en la cantina de ocasión, en espera de que llegara la hora de partir rumbo a las instalaciones de la feria; que de paso dicho evento comenzaba a eso de las 10:00pm para ese punto de hora la calle estaba desierta lo mismo que la cantina, la mayoría de la gente ya estaba en la feria, mis cuates y yo esperábamos en la entrada de la cantina, viendo la poca gente y los pocos vehículos que pasaban a esa hora por la Avenida Juárez -debo decir que esos cuates éramos todos del ambiente alegre, no obvios pero si declarados; nos gustaban los machitos, los muchachitos, sobre todo los de nuestra misma edad, nos gustaba verlos caminar por la Juárez, nos gustaba cuchichear de cual y tal nos parecía mas guapo, tal vez deseosos que uno de ellos nos hiciera caso- pero que importaba si uno de ellos no nos pelara, si en el grupo había como quince pelados todos dispuestos a que un putito les mamara la verga y otros mas aventados se llegaban hasta tirar un culito de hombre; pero también es bien sabido que cuando las maricas se juntan se convierten en unas jaurías sedientas de carne fresca, y nunca estaba de más un machito nuevo…

Casi todos con un compromiso pero como todos los de nuestra clase nos gustaba revolotear por allí, siempre dispuestos a coquetear…

Yo a mi vez tenía mi exclusividad y ese era Genaro.

Pero ese pelado no me impedía mirar el menú que por allí revoloteaba; y nunca he sido de la exclusividad de nadie… ¡Y las fiestas se hicieron para eso!

Teníamos rato chanceando a las afueras de la cantina:

Cuando de la nada apareció él; el chico más guapo y más sexy que mis ojos hayan visto en mucho tiempo; mis ojos fueron los primeros en verlo, muy moreno, no muy alto ni muy bajo, justo como tenía que ser, parecia muy autoctono -ahora me introduzco en su piel; veo, pienso y siento como él, ahora soy él, es quien cuenta la historia-, algo en mi interior se removió, fue como un escalofrío; se diría como quien dice por allí, sentí como que si me hubiera tocado la muerte y me hiciera volver la mirada para el otro lado de la Avenida; como si me hubieran llamado por mi nombre: Era muy moreno, la frente amplia pero plana, las cejas negras y tupidas -algo caídas- los ojos muy oscuros y pequeños pero a la vez muy risueños, la nariz grande pero afilada, la boca grande pero de labios muy apretados, la barbilla pequeña, el rostro era más bien afilado; el cabello muy negro y rizado, muy cortito dejando ver un cuello corto y muy ancho; dejaba entrever un pecho muy atractivo- la ropa era -como es que era; unas zapatillas deportivas, unos jeans de mezclilla azul deslavado, una correa de cuero, una camisa -creo que era a rayas y de color morado- una chaqueta deportiva en blanco y negro, vestía moderno -pues a la usanza del lugar- vestía bien: Paso junto a nosotros y nos vio, y como no queriendo sonrío -como quien diría que riéndose de que y quien sabe que- con sus dientes blancos, los labios apretados y los ojos risueños -un vuelco en el corazón me estrujo, los ojos me brillaron cuando se encontraron con los suyos, y se quedaron suspendidos por un segundo, rodeados por algo muy extraño era como en un lugar sin tiempo ni espacio, sin olores ni sensaciones; solo él y yo…

Todavía de camino y todavía con sus ojos en los míos; se detuvo.

Se volvió sonriente:

¿Saben que hora es?

Mire a mis amigos sonríete.

Luego dije:

¿Es ya tarde para que alguien como tú, ande tan tarde… Te van apegar en tú casa?

Picaron:

¿Tú me pegarías?

¿No, yo no te pegaría, por el contrario, te daría lo que pidieras? ¿Todo?

El muchachito moreno se acerco sonriendo, dice:

¿Me darías una cerveza?

Sonrío:

¿No una, te daría la cantina entera si tú la pidieras?

Dice:

¿Con una me basta?

Mi exaltación era tanta que no mire que uno de mis amigos; Manolo ha tendido una red alrededor del guapito, y en el transcurso de la calle a la barra se le monto llana y absolutamente -creando en mi un inexplicable rencor por Manolo; y más allá en el fondo de mi corazón un raro sentimiento, que en ese primer momento no atine a desdibujar- el brillo de mis ojos era maligno, y mis palabras eran aún más mordaces que de costumbre: Manolo era prieto como un pinacate, narizón como una cacatúa, jeton como un chango, tenía poco cabello, era el mas alto de todos y debido a eso tenía una pronunciada curvatura en la espalda; estaba jorobado, aún así se me había adelantado y como no soy de pelear por nada ni por nadie me quede con mi coraje y con mi palmo de narices -pero para acabarla de amolar el Paco no dejaba de joderme a cada rato con -pero por que se lo dejaste; tú tan vivo, tú, tan, tan- y para ese punto ya me tenía cansado con su tan, tan…

Manolo decidió que el chico se iría con él -a donde, quien sabe; ya no me importaba, de todos modos la angustia y la desesperación se habían estacionado en mi corazón y por los últimos tres meses serían como un aguijón que se clavaba un tantito cada día más, llevándome hasta los limites mas insospechados- todavía no sabía lo que pasaba, pero algo en mi, me tenía con una extraña zozobra…

La música de la rocola era como un aguijón, que se clavaba un poquito cada vez más…


Que seas muy feliz, que encuentres amor, mi vida…
Que nunca mi amor, te digan adiós, un día…
Perdóname mi amor por todo el tiempo que te ame, te hice daño…

Te ame de más y fue mi error que soledad, estoy sin tí, lo estoy pagando…


Paco y yo nos fuimos a la feria -a partir de esa noche y las que le siguieron se convirtieron en unas de las mas amargas de las que tenga razón y la que desencadeno en los demás sucesos…

Era de madrugada cuando me despedí de Paco y me dispuse a irme a mi casa; caminando por la Avenida, iba pensando en el chico y lo que había pasado en el resto de la noche, cuando una figura se dibujo a lo lejos -todavía no la podía distinguir hasta que estuvo a unos cuantos pasos; era Manolo con su cara de arpía, que a cada minuto picoteaba en la llaga que me había dejado Toño que así se llamaba el chico; allí en medio de la penumbra me contó todos los pormenores de lo que había pasado y la dolencia de mi alma se acrecentaba más y más con cada una de las palabras de Manolo, que desde esa noche se volvió como una piedra en el zapato…


Que seas muy feliz, que encuentres amor, mi vida…
Que nunca mi amor, te digan adiós, un día…
Perdóname mi amor por todo el tiempo que te ame, te hice daño…

Te ame de más y fue mi error que soledad, estoy sin ti, lo estoy pagando…
Que seas muy feliz, que seas muy feliz, mientras que yo, te sigo amando…





Genaro y Hugo:



( Dos hermanos buen mozos )



Los días transcurrieron uno tras otro, las fiestas pasaron y la vida siguió su curso: Pero otra fiesta también comenzaba en la primera semana de septiembre; y esa era la feria de la Ciudad capital del Estado que solo estaba a una hora en autobús y si tenías tiempo, y dinero te podías dar un gusto, y por lo regular ese era el ultimo día, que casi por lo regular la mayoría de los cuates se iban todo un día y toda una noche a la mencionada feria, solo los que trabajábamos nos quedaríamos -yo desde un principio dije que no podía por que para ese tiempo trabajaba en una tienda de abarrotes, así que el fin de semana me lo pasaría en la Ciudad…

Eran eso de las 11:00pm de la noche hacía una hora que había salido de mi trabajo y caminando me fui hasta la cantina de reunión la cual estaba desierta, mas sin embargo aun así me tome una cerveza; era sábado y no me la quería pasar aburrido en mi casa, así que hice el mayor tiempo -pero la cosa estaba mas aburrida que si cual velorio, así que pagué la cerveza y me fui; a donde iría, a mi casa o a la casa de Paco, de todas maneras las dos me quedaban en el camino, primero la de Paco, tal vez alguien se allá quedado y la casa en cuestión era siempre usada como un club, y era tan confiado que a cualquiera le dejaba las llaves; a lo mejor habría alguien…

¿Estaba en la puerta, había luz, había alguien?

Cuando la puerta se abrió el rostro de Genaro apareció en primer plano:

Genaro era el chico más guapo y el más masculino de todo el grupo; bueno aparte del rostro aniñado de su hermano Hugo: Genaro era un macho en toda la extensión de la palabra -tenía un aire a Paúl Newman cuando este era un jovencito, y diría que eran como dos gotas de agua, quizá debido a ese parecido que era mi actor favorito y además que era catalogado como el actor mas sexy de todos los tiempos- con una sexualidad a flor de piel, era tan ardiente que el solo tenerlo junto a tí, te producía sensaciones como nunca alguien te allá echo sentir; y en el fondo siempre había tenido especial predilección por él, tanto que a pesar de los años siempre estaba en mis recuerdos y en mi piel; creo sinceramente que desde hacia mucho tiempo quería a Genaro, quizá desde que lo vi por primera vez en la Plaza de la Purificación, bailando en ese baile callejero dominical, me atraía tanto o más que el mismo pequeño Hugo; que en un momento inequívoco había creído que amaba, pero y quien no lo iba a querer si era tan bello, tan sexy, tan inocente, pero después de un tiempo la pasión paso y solo quedaría en, un extraño cariño de hermanos…

Pero Genaro era diferente; Genaro era la misma pasión desatada, era puro sexo, y si de sexos se tratara, él era el que mejor lo tenia; con un cuerpo como dios griego y ese sexo, si señor, ese era un señor sexo -para que hablar de medidas con solo decir que era un sexo hermoso es ya suficiente, pero por si esto no bastara; podría decirse que aunado a su sexo estaba su gallardía, que era una de las mejores; con su cabello rizado muy cortadito, la frente amplia, las cejas tupidas y rectas, la nariz afilada, los labios sensuales y aventados para afuera como si fuera a besar, el mentón cuadrado y fuerte, la piel como la arena, los ojos castaño claro -tenía la particularidad de sonreír como no queriendo y ese aire lo hacía aun más sexy; un cuerpo robusto, alto y esbelto, y la ropa siempre le sentaba tan bien, sobre todo los tejanos, y esa forma de ser de él, tan de él, que era imposible no quererlo, y su olor; un olor, siempre a limpio -nunca le importo que yo anduviera por allí, si de todos modos se sabía conocedor de que en mi corazón siempre tendría un lugar, sabía que yo siempre pensaba en él… Y así todo estaba bien…

Adentro estaba Hugo sentado en el sofá:

Hugo era como una replica exacta de Genaro, una replica fiel y autentica; miraban igual, sonreían igual, se comportaban igual, y eran tan parecidos; con su cabello castaño claro algo rizado, sus ojos miel, su nariz afiladita, sus labios gruesos y sensuales, su mentón -como era; si, déjenme volver atrás; las escena vuelve a mi como una película, tan nítida como si estuviera en ella, casi puedo tocarlo con la mano, casi puedo sentir su aliento, su olor, su calor- si era un mentón algo pequeño, con un leve surco, casi era femenino, era pues de rostro más bien aniñado, esa era la diferencia con Genaro: Hugo con un cuerpo todavía pequeño, con un cuerpo delgado pero bien definido y marcado, extrañamente sensual…

Sentado en el sofá:

Con sus piernas muy abiertas, ligeramente recostado; mirándome con esa su sonrisa que me desarmaba toda vez que me miraba -Hugo era un muchacho muy especial para mi, y aun que ya no estaba en mi corazón, lo consideraba como a un hermano pequeño, y dado que era el hermano de Genaro con toda más razón- estaba hermoso, nunca dejaba de sorprenderme, y las cosas del pasado me llegaban cargadas de nostalgia -pero que podía hacer, ahora estaba con Paco; ese Paco que junto con el grupo de amigos se habían vuelto como una piedra en el zapato- y desde la noche del 2 de Septiembre todo se volvió mucho más difícil…

Hugo tenía en la mano una bebida de un color ambarino:

En la mesita estaba la botella de Chivas y la baraja de naipes; en la estancia contigua estaba Leo, la pareja de Roberto, miraba la televisión -la estancia estaba a media luz- en el ambiente se respiraba un aire de complicidad, las miradas de los dos iban desde sus ojos hasta los míos; se reían entre ellos y sus miradas volvían a irse pero esta vez se iban hasta sus entrepiernas -se miraban como quien tramara algo -se podría decir que todo era planeado- Genaro solía ser de vez en cuando muy depravado, y en otras ocasiones hasta algo cruel; en si era de los mas callados pero le chiflaba la crueldad, tenía un instinto para ver las debilidades de los demás, sabía que yo tenía especial debilidad por Hugo, sabía que yo lo quería, se miraba en mis ojos, en como lo miraba, siempre se sabía y quizá el mismo chiquillo le había contado de esa vez, de esa noche…

En particular nunca lo había ocultado, todos en el grupo sabían de mi predilección por los hermanos y ellos mismos sabían de mis afectos, todavía más allá de la simple atracción, Genaro era quien desconfiaba más y quien siempre cuestionaba mis afectos por su hermano; sabía que yo lo amaba en secreto, tanto que era capaz de hacerme un lado y dejar que se fuera en busca de su felicidad, mi amor por él era totalmente de abnegación; tanto lo era, que sufría cuando se iba por allí y desgraciadamente era así, no se si por estupidez o por que en el fondo era tan grande lo que sentía, que era incapaz de ensuciar con un mero acto sexual ese sentimiento tan bonito -mi pequeño Hugo, mi pequeño amor secreto- por lo tanto, Genaro no soportaba que viviera ese sentimiento por el pequeño y siempre que podía me lo restregaba en la cara:

¿No, si yo se lo que sientes por Hugo, si yo se que me mientes, que tú no me quieres de verdad?

A mi vez siempre trataba de calmar sus miedos, sus desesperanzas, con:

¿Tal vez sea así pero eso es diferente, lo que siento por el pequeño, es eso, un amor diferente, podría ser carnal, tú sabes como a un hermano, también sabes que nunca he tenido nada que ver con él, si, sufro, pero a la vez me alegro por no haber sido el que lo haya llevado por este camino, por esta puta opción que no es nada favorable?

En verdad que nunca había tenido nada que ver con el pequeño; sufría y me alegraba por él, sobre todo por como le iba en la vida -siempre lo miraba como a un hermano, aunque no podía negar ese sentimiento, esa atracción que era un poco erotizada; era imposible desasociar los sentimientos cuando este era tan bello, tan angelical, tan sexy- mi pequeño Hugo era un ángel un poco endiablado, muy endiablado...

Era obvio que esto no le gustaba a Genaro.

Decía:

¿No sé?

Yo todavía renuente.

Lo abrazo con la mirada.

Le sonrío como solo yo podía.

Me sonreía.

Me ponía en su pecho y le decía:

¿Lo que yo siento por ti es más diferente? ¿Es algo de lo que no se puede explicar, es un amor bravío, ligeramente ambiguo, es algo que no se sabe como explicar?

Dice que esta aquí -en el corazón.

Es una necesidad de estar con él; abrazándolo, oliendo su olor, sintiendo su calor, su piel tan tibia, todo un poema para el amor, para el sexo…

¿Tu eres el amor de mi vida, mi otro amor, siempre estarás en mi corazón?

¿Tu otro amor?

¿Si, mi otro amor?

¿Cómo?

¿Si?

¿Hay alguien más?

¿Si, mí madre?

Me miro mucho como no creyendo lo que decía -en el fondo ni yo me lo creía, en realidad nunca me creí esos sentimientos; pero es bien sabido que uno es ciego y nunca ve la realidad hasta que lo pierde todo -por que la desesperanza que me perseguía como una nube negra, la cual presagiaba una desgarradora tragedia.

Después de tomar unos cuantos Chivas, jugar un rato naipes Genaro se puso románticon -era uno de esos tipos que se sabía querido y deseado, buen mozo y con algo entre las piernas que siempre era del gusto de todos… Así que si se sentía con ganas de descargar solo tenía que insinuarlo e inmediatamente tendría una tibia boca alrededor de su herramienta y todos éramos del mismo pensar de él…

Hacia bastante rato que se sobaba la entrepierna, que se le marcaba descarada echada para un lado, podía atisbar por el rabillo del ojo cuanto se le marcaba el grosor -el solo recordar esos momentos me llena todavía de extraños y encontrados sentimientos- cuan grande y suculento se le veía y apostaría mi vida que através de los naipes me había pillado viéndolo -sonreía como no queriendo y los dos nos mirábamos como quien esperando que el otro tomara la iniciativa; pero yo no lo podía hacer, Hugo estaba demasiado cerca-, mas sin embargo no podía dejar de relamerme, conocedor de esa parte de su anatomía y mentiría si no me lo imaginara con sus tejanos a la rodilla, tumbado como estaba, con sus piernas muy abierta, solo con ese pequeño calzoncillo que siempre usaba, que le envolvía su vergajo como si fuera una vaina, con su camisa y su camiseta subida hasta su pecho, viéndole su hermoso abdomen todo marcado -Hugo revoloteando a nuestro alrededor en espera de no sé sabe que, era obvio que también esperaba algo y se atenía a las indicaciones del mayor que en esos momentos era quien llevaba la batuta…

El mayor aventó los naipes y dijo que estaba cansado que quería hacer otra cosa -que cosas tenía en mente; fingí no tener idea de nada:

Dice burlon:

¿Vamos, no te hagas?

Se soba la entrepierna y me mira con esa su mirada, me sonríe:

¿Se que quieres, se que te la quieres poner en la boca, vamos que esperas?

Mire hacia donde estaba Hugo; me sonríe y también se manoseaba:

¿No se Genaro, el pequeño esta ahí?

Se sonríe picaron, miro a Hugo

¿Vamos, chupala a los dos… Si, eso es, hazlo con los dos?

Me tomo por la nuca y me dirigió hasta su rostro me abrazo con su brillante mirada:

¿Vamos, se que lo estas deseando -sonríe- desde que tiempo lo has estado esperando, aprovecha ahora que es tu noche, no vas a tener otra oportunidad como esta?

En el fondo tenía razón -pero y Paco, que-, y que le importaba, acaso Paco se detenía a pensar en él: Tal vez no y algo parecía ser cierto, ese era una gran oportunidad, era un poco como una venganza, una deliciosa venganza, y en el fondo la deseaba con vehemencia…

No supe como pero de un momento a otro me había dejado enredar no solo por la calentura de Genaro si no también por el simple acto que implicaba meterse con Hugo: Era como un acto lascivo; pero como dicen por allí; que lo bailado nadie te lo quita, y ya que…

Ya estaba de rodillas con las vergas de los dos en la boca; la del mayor mucho más larga y más venosa -y como ya lo dije era una verga hermosa más de hombre- la del pequeño era unos centímetros más chica, más suave, era como solemos decir; era una verga de niño… Y era la primera vez que se la miraba, que lo miraba así, con los pantalones a las rodillas, con la camisa remangada hasta el pecho, con su abdomen plano como lavadero, con sus piernas delgadas pero definidas y su polla era linda muy linda, siempre mo lo había imagino así, tan lindo como era, dándome con su polla en la boca; mientras Genaro miraba como iba desapareciendo el vergajo de su hermano dentro de mi, mi boca que la atrapaba toda… La verga del mayor en mi mano, sus manos en mi cabeza empujándome contra la entrepierna del pequeño; el pequeño empujando su cadera contra mi cara -bufaba como un loco- luego el mayor me jalaba de los cabellos y me ponía la suya, se ayudaba de sus manos para atascármela toda, cuan grande que era que apenas si se podía alojar dentro de mi -hasta que los jale a los dos y por primera y ultima vez los tuve a los dos, a dos de mis amores a los mas grandes y juntos, por fin Hugo era mío, y gracias a Genaro…

¿Con bufidos de placer se corrieron en mi boca; mi boca toda llena de su esencia; y con una sonrisa que no me cabía en la cara volteé hacia arriba y lo que vi me hizo amarlos más que a nadie y como a ningunos en el mundo; los dos se besaban, mientras que yo exprimía hasta la ultima gota de su esencia, ellos seguían con su tierno beso; un beso que siempre recordaría, que siempre tendría presente, tatuado a fuego en mi mente?


Que seas muy feliz, que encuentres amor, mi vida…
Que nunca mi amor, te digan adiós, un día…
Perdóname mi amor por todo el tiempo que te ame, te hice daño…

Te ame de más y fue mi error que soledad, estoy sin ti, lo estoy pagando…




Antonio:




( Viaje a la Desesperación )


Después de esa noche pasaron unos días en los que no me aparecí por la Cueva del Diablo, que era como llamaban a la casa de Paquito; me dedique a mi trabajo y a pasar por la cantina, que era el único lugar neutral donde podía ver a Toño y donde no tenía ninguno de los acusadores ojos de mis cuates: Que desde esa noche con los hermanos me atacaban y yo la verdad que les sacaba la vuelta, no por miedo si no por evitar la confrontación -en verdad me sentía mal, pero lo echo, echo estaba y lo bailado ya ni dios santo me lo quitaba… Pero los muy guarros me la tenían sentenciada y aprovechaban cualquiera de mis debilidades para atacarme, Paquito era quien más se desquitaba; y no lo hacía franca y directamente si no que lo hacía a la manera caballeresca; con guante blanco -no le había gustado que me haya metido con Hugo, según se sentía su dueño, -pobre de Paquito…

Yo trataba por todos los medios de no caer en sus juegos, pero ellos eran más y yo estaba en esos momentos catalogado como el mas golfo -por que no conforme con haberme metido con los hermanos también lo había echo con Leo, y este hijo de perra era quien había soltado todo el mitote y era el culpable de que todos me quisieran linchar- pero en realidad yo no tenía la culpa; nadie le quitaba nada a nadie, ellos eran los que te buscaban y que se le va hacer, pero ellos no lo entendían así, así que cada vez que podían me hacían la vida de cuadritos…

Eran vísperas de Diciembre:

Para ese entonces ya hacía algo más de frío:

Tenía poco más de dos horas con Toño en la cantina; ya casi era media noche, estaban por cerrar y realmente la cantina Don Juan era un lugar que no tenía mucha gente, así que se aprovechaba mas bien para platicar -Antonio era quien casi por lo regular me tenía todas las noticias; y quien me tenía en las nubes tanto que no atine a que era un poco boca floja y que fue el detonante para precipitar los sucesos…

Era otro día:

Era el mismo lugar; la cantina Don Juan, donde hacía unas semanas que Paco y Toño trabajaban; llegué en la hora en que todavía estaba Paco -desde el momento en que entre note un tono de ironía en sus palabras, y si hasta hora había usado guante blanco, desde ese momento se había quitado la careta y ahí mismo me echo en cara todo lo que había echo y dicho; pero no era su reproche lo que más me dolía, no, era que como se había enterado, si solo dos personas lo habíamos platicado una noche antes- solo Antonio y yo éramos los que habíamos hablado de él… Quien más que él para haberme traicionado -una vez más lo había echo- esa era la más cruel de las traiciones; no me importaba que hablaran de mi, que me atacaran; pero lo que no soportaba era que me traicionaran y Antonio lo había echo- a partir de ese momento estaba resuelto a terminar definitiva y para siempre con esa situación…

¿No dije nada?

¿Tampoco negué ni afirme nada?

Me dedique a esperar a que llegara Antonio ¿Pero por dentro, algo en mi se había desquebrajado, sentía que el llanto estallarían de un momento a otro, sentía una comezón en la garganta y un enorme hueco se abría en mi corazón, me sentía lastimado -y lo peor era que había traicionado a muchos, tan solo por una causa inútil… Ese perro me había echo el más desgraciado de los seres y mi castigo lo tenía más que bien merecido; el desprecio de todos era poco para lo que merecía por mi estupidez- era obvio que no había vuelta atrás, ya estaba dicho, en ese momento me tenía que ir, solo tenía dos horas para poner tierra de por medio; había decidido irme a los Estados Unidos, un viaje sin retorno y sin equipaje, por que me iría con lo que traía?

¿En un corto tiempo había consumido cuatro cervezas y a cada rato le daba vueltas al asunto, también palpaba la bolsa de mi pantalón; por dinero no había de que preocuparse traía el suficiente como para llegar a la frontera -lo que me dolía era dejar mi vida allí, lo que me dolía era huir como un cobarde; pero como dicen por allí mas vale decir que; aquí corrió que aquí quedo?

¿Pero eso si, jamás le daría el gusto de verme llorar; no a Paco -me aguante como los meros machos, por que si algo me habían enseñado en mi casa era que nadie te tenía que ver llorar, eso jamás?

Pero cuando Antonio entro en la cantina todo se vino abajo; Paco se acabo por ir, y mi dolor termino por doblegarme, el llanto se había desatado y todo lo que había arrastrando desde hacia tres meses se me hizo uno solo…

Al ver mi angustia Antonio se acerco…

Yo le pedí una cerveza más…

Dice:

¿Te pasa algo?

¿Pasa que ya me canse, me canse de ir contra de la corriente, Toño?

¿No te entiendo?

¿Es mejor así, es mejor que esto se termine?

¿Tú y tus cosas?

¿Si, yo y mis cosas?

¿Tú solo te haces ideas?

¿Sabes Toño, yo creía… Nada, no creía nada, solo espero no volver a verte… Y espero que sea para siempre? ¿Espero no volver a verte en mucho tiempo?


Que sea muy feliz, estés donde estés, cariño…
No importa que ya, no vuelvas jamás, conmigo…
Deseo mi amor, que sepas también, que te amo…

Que no te olvide, que nunca podré, te extraño…
Que seas muy feliz, que encuentres amor, mi vida…
Que nunca mi amor, te digan adiós, un día…

Que seas muy feliz, que seas muy feliz, mientras que yo, te sigo amando…


La canción taladraba en mi cabeza:

El autobús que por suerte había alcanzado ya casi saliendo de la central: Ahora iba hacia el norte rumbo a la frontera, trasbordaría en Torreón Coahuila y de allí directo a la Ciudad de Tijuana…

El dolor que me embargaba era más fuerte que todo lo demás; el dolor que en esos momentos sentía me invadía todo mi ser, al grado de que no sabría si algún día lo superaría -pero era triste darse cuenta que en la vida no se puede tener todo, menos el amor -las luces de mi Ciudad comenzaron a mirarse a lo lejos, poco a poco todo quedo atrás; mi amor por él, por Genaro, por Hugo, todo quedo atrás…

Llore como nunca, hasta cansarme, hasta que casi enloquecí de dolor… Nunca había sufrido tanto como esa vez…

Esto fue antes…

Y la canción seguía tocando, no se sabía de donde venía pero la escuchaba como sí estuvíera todavía en ese lugar, en ese lugar donde había conocido el amor y el dolor; la escuchaba con total nitidez, quizá estaba dentro de mi corazon, dentro de mi mente, para recordarmelo toda mi extencia, aguijoneándome un poquito cada día más…


Que sea muy feliz, estés donde estés, cariño…
No importa que ya, no vuelvas jamás, conmigo…
Deseo mi amor, que sepas también, que te amo…

Que no te olvide, que nunca podré, te extraño…
Que seas muy feliz, que encuentres amor, mi vida…
Que nunca mi amor, te digan adiós, un día…

Perdóname mi amor por todo el tiempo que te ame, te hice daño…
Te ame de más y fue mi error que soledad, estoy sin ti, lo estoy pagando…
Que seas muy feliz, que seas muy feliz, mientras que yo, te sigo amando…

Deseo mi amor, que sepas también, que te amo…
Que no te olvide, que nunca podré, te extraño…
Perdóname mi amor por todo el tiempo que te ame, te hice daño…

Te ame de más y fue mi error que soledad, estoy sin ti, lo estoy pagando…
Que seas muy feliz, que seas muy feliz, mientras que yo, te sigo amando…

Canción : Te sigo Amando.
Canción de: Juan Gabriel.
Canta: Rocío Durcal.




Manuelito... 



(Una Noche de Copas una Noche Loca)
 




Manuelito: 




Era medio día cuando arribé a la Ciudad de Mexicali, frontera con California a unas cuantas horas de mi destino final, Los Ángeles California: Había decidido hacer una parada en esa Ciudad por que era el único lugar donde me podían dar razón de mi familia, mi madre; mi Tio y Padrino, hermano de mi mamá y era el único familiar que tenía contacto con ella, por que lo que era yo desde hacia cuatro años que me hacia el loco y mi abuelo ni se diga, y aunque sabía como llegar, esa parada era solo un pretexto para explorar ahora un poco mas crecidito esa Ciudad que siempre me había parecido tan llamativa; me había propuesto pasármela de lo lindo en la Chinesca por lo no menos que cuatro días, ese lugar céntrico era donde se situaban los lugares de mala mota -de más pequeño camino a mi casa miraba como los hombres salían de los bares con un cuete que ni para que mencionarlo, con sus caras de matones que no podían con ellas, las mujeres con ropas estrafalarias y a unos personajes que en aquellos tiempos me parecían demasiado folklóricos; las luces, el olor a licor y tabaco, a meados se me colaban hasta las membranas mismas y siempre me dije que algún día yo estaría en uno de esos lugares…

Era ya tarde cuando el autobús Futura entro en el parqueadero de la Central de Autobuses de Mexicali, hacia unos años que había estado allí, así que me conocía perfectamente todas las rutas, y si no me equivocaba todo seguía siendo de la misma manera; así que saliendo estaba la parada del autobús que me llevaría hasta encontrarme con otra parada donde tomaría el que finalmente me llevaría hasta una cuadra donde vivían mis Padrinos y Tíos…

Al llegar a dicha casa mi Madrina me recibió -desde luego que puse mi cara de con pujido y me tome muy enserio el papel que me había propuesto unas horas antes, para que me recibieran sin problemas; por que aunque éramos familia, no estábamos muy apegados…

La cual me recibió sin cuestionarme nada y como sabia que yo estaba muy apegado a mi madre, me creyó todo el cuentito -aunque la verdad no estaba muy alejada de la realidad; por que todavía el alma me dolía hasta la ultima de las fibras y aunque parecía que las lagrimas se me habían secado de tanto lloriquear como vil Magdalena por los tres días que había durado mi improvisado viaje; todavía sollozaba y moqueaba por la noches en la soledad de ese sofá que me habían asignado para dormir en ese lapso de tiempo mientras que me conseguían el numero de teléfono de mi casa en los Ángeles…

Otro día por la mañana al ver mi desesperación mi Madrina movió todos sus contactos pero hasta ese punto de hora, nada -ese primer día allí me embargo el aburrimiento y urdí una escapada a un lugar indefinido para que no me cuestionaran y se preocuparan si llegaba o no llegara- así que después de intentarlo unas cuantas veces hasta que se dio por vencida y yo ya me desesperaba por largarme a la Chinesca…

Es en la Chinesca…

Es en el centro de Mexicali…

Vemos lo que él ve:

Era ya tardecito cuando llego al primer bar que se le cruzo en el camino, ya allí entre cerveza y cerveza pregunto por un lugar mas de ambiente a lo que inmediatamente le dieron razón… El lugar en cuestión era muy conocido y frecuentado por la gente de ambiente -las imágenes vienen a mi mente como en una película; en secuencias y mal fragmentadas, pero tan nítidas como si estuviera allí- el lugar era pequeño desde la entrada a mano derecha estaba la barra o cantina, alrededor las mesas de metal con sus sillas, en frente los músicos y la pista de baile…

Vemos lo que él ve:

En primer plano es un ambiente de fiesta; el olor de la cerveza así mismo que el del tabaco y el de los cuerpos se volvió pesado y denso, todos los humores se volvieron uno solo; las lociones, los perfumes, los desodorantes, el olor del sexo, todo estaba junto -el lugar era como cualquier otro, la única diferencia es que las parejas son del mismo sexo, las mesas retacadas de hombres adultos y unos cuantos jovencitos; ya unos bastante obvios ya otros con sus caras de chulos que no podían con ellas en espera de que cayera la presa, en la barra estaban unos personajes emperifollados extra folklóricos, con sus caras retacadas de maquillaje barato y mal puesto, cabellos artificiales y ropas brillantes de segunda mano, fumando cigarrillos -casi todos miraban hacia la puerta- con sus miradas matadoras estilo Divas del cine nacional de antaño -había muchas María Félix, Dolores del Río y no se sabe cuantas más- -él es nuevo y de momento se siente tímido, se rezaga, se aleja un poco, se siente que no es su lugar, el ambiente le parece nuevo pero a la vez muy llamativo-, -se sonríe muy sutil, si, así como es él, como si en verdad no quisiera- pero su sonrisa no nos puede engañar, si, si le gusta ese ambiente pesado y denso…

Ya más entrado en confianza se sigue hasta la barra, se sienta en la esquina algo alejado de todos y de todo; sería para ver mejor ese ambiente que le parecía muy exótico y abrumador -el tipo que atiende parece pregúntale algo; el muchacho mete una de sus manos en uno de sus bolsillos saca algo, se ve que se rebusca, le entrega algo muy delgado; el cantinero la ve con detenimiento bajo la luz de una lamparita, luego se la devuelve y se aleja, para después inmediatamente volver con una gran botella en la mano que era de un color oscuro -le sonríe, le toca la mano, se la acaricia; el muchacho se asusta y la quita enseguida; se excluye del lugar, se aleja, se vuelve indolente, se pierde en su mundo- pero no tarda en volver; a su tercera cervezota tamaño familiar, se vuelve mas mundano, se acopla al ambiente, se vuelve uno con ellos, es ahora uno de ellos…

Para ese punto de hora ya no sabía ni quien era, ni siquiera su nombre recordaba, ni a donde iba; todo era fiesta, todo eran risas, lo mismo tarareaba que cantaba las canciones que el grupo musical entonaba, tampoco sabía que horas eran ya, todo le importaba un camote, solo había algo que llamaba poderosamente su atención; era ese chico en la entrada del lugar, y que desde hacia rato lo miraba y lo miraba, parado allí con la mirada de sus ojos muy oscuros -pero de momento pensó que era una aparición, si, podría ser pero no estaba muy seguro, seria imposible; todo parecía tan real, se parecía a ese lugar-, -miraba a su alrededor, si, podría ser- y ese chico era igualito a él: ¿A que diablos? ¿Maldito alcohol? Pero era como si estuviera dentro de un sueño; algo en su mente se había removido; era como si el tiempo se hubiera suspendido y hubiera regresado a donde no se sabía donde, su mente le estaba jugando una mala jugada; si podría ser, no estaba muy seguro…

Ahora vemos lo que el muchacho moreno ve:

Es una mueca de amargura, son sus ojos llorosos, llora; son sus lagrimas que corren por sus mejillas, es su cara de sufrimiento, llora, mártir hasta la perdición; su piel muy blanca, su cabello castaño dorado algo medio largo y ondulado con su corte moderno, son sus ojos castaños, su nariz respingadita, son sus labios gruesos y sensuales, es su mentón cuadrado y fuerte; era su apariencia como la de una muchacha, era pues su apariencia algo indefinida, inclasificable, era difícil de saber si era un muchacho o era una muchacha… Era lo uno o era lo otro, o era todo junto…

Los dos en la escena, sin tiempo ni espacio, solo ellos dos…

Vemos lo que el muchacho ve; vemos através de sus ojos:

Era su rostro muy moreno, era su cabello negro y algo largo, peinado en una raya en medio, la frente era amplia y plana, las cejas eran negras y tupidas las que le caían hacia los ojos, que eran pequeños y muy negros, y también le caían, la nariz era ancha pero afilada, los labios grandes y sensuales, el mentón pequeño, el cuello pequeño pero fuerte, el cuerpo -como era; si, déjenme ver-, si, era alto y esbelto, mas blanco que él, que el que quedo allá, en su Cuidad, la ropa como era, si; era una camisa y una chaqueta, unos vaqueros deslavados, unas zapatillas deportivas -la sonrisa seductora y la mirada pizpireta, su calor y su olor eran abrumadores, sus manos eran grandes pero a la vez delicadas, los dedos largos y delgados-, -su mirada era abrumadora, todo él era estremecedor y sensual, incluso su calor y su olor a sexo a testosterona, tan nítido que le llegaba hasta las membranas mismas…

Los dos en la escena:

Tras haber bebido dos cervezas familiares, de verse, de tocarse como no queriendo -la escena y el ambiente sigue con ellos dos-, -la música le viene desde muy lejos como un arrullo, muy lenta muy suave, muy abrumadora, las luces también han cambiado y se han vuelto como en un sueño, los colores se cuajan por doquier, primero en un rojo muy fuerte, después se ve como un rosa también muy fuerte, luego en un rosa pálido, el ambiente es como en una fantasía, es como no se sabe que-, -los dos en la imagen; como en un sueño, la escena que se va abriendo poco a poco hasta que se ve como si el cielo fuera el techo y las estrellas como que caen como en una cascada de luces, el piso era de cristal, también la mesa y las sillas; en la pista un sofá rojo, tras de este una ventana inmensa con unas cortinas rojas y blancas, a los lados unas lámparas que caían desde el cielo y eran como estrellas, delante una cama en metal que brillaba como el sol, la ropa era blanca y brillaba como la luna, se veía como si fuera de algodón, las paredes eran de cristal brillante; todo era hermoso y brillante.

Sonrío y todo le pareció extraño, hasta él le pareció como un ante, como si fuera un ángel o un demonio; se maldijo. ¿Maldito alcohol le estaba haciendo ver visiones, pero y que; si era una visión muy hermosa?

La música sigue:


Acaríciame, despacio lentamente y sin temor…
Acaríciame y siénteme dentro de tu corazón…
Que el amor es algo más que una mirada…

Que no basta con decir unas palabras…
Y que un beso es nada más que una emoción…

Acaríciame…


La escena es en la pista de baile…

Es en un baile muy suave, muy lento, muy abrumador:

Los dos abrazados; bailan en un baile que es casi como un coitó; sus manos en su cuello, las de él en su cintura, su nuca en la suya, la suya en la de él; luego él lo acuna, su rostro en su hombro, sus ojos llenos de lagrimas, llora; él lo sigue acunando, lo abraza, lo asía hacia si; se abrazan, se adoran, se aman, en ese baile con esa música muy lenta, muy arrulladora…

Luego se ve así mismo tendido en el lecho que es como el algodón, lo ve recostado en el sofá, sin vaqueros, sin camisa, sin nada, esta desnudo, esta con su mano en su sexo; se sacude, se manosea, con su mirada en la suya, su mirada que es de deseos; él suspira, y se arroba, se evade, luego cierra sus ojos y todo le da vueltas… Luego como que todo le parece como un sueño y su mente se va hacia otro lado, a otro plano, a otra dimensión a un lugar muy conocido pero muy lejano -que diablos…

¿Pero siente que no es real, todo le parece como un sueño, hasta incluso él; ese chico que se parece a Toño, si no fuera por todas esas cervezas que se había metido, todo hubiera sido diferente, si, si estuviera mas sobrio, pero no, la maldita necesidad de ahogar su dolor, ahora estaba pagando las consecuencias de sus estupideces? ¿Y él era tan nítido, tan real que casi podía tocarlo, sentirlo; su olor, su calor, tan abrumador?

Dice:

¿Toño? -llora.

El lo coge por la nuca, dice:

¿Me llamo Manuel, no Toño?

¿Si Toño?

¿Manuel?

¿¿¿ ???

¿Esta bien, Toño para ti?

Luego él le saca la camisa, le destraba la correa, le saca los vaqueros -luego el ambiente se oscureció un poco más, como si los tonos rosados hubieran bajado de tono; como si todo lo que viéramos fuera gracias a su imaginación-, -es en el cuartucho que es tan pequeño y su esa su deprimente sola lámpara en el techo, con su luz amarillenta, sus sabanas antes blancas ahora eran de un percudido horripilante…

Volvemos a la imagen.

Vemos lo que él ve:

Es su rostro muy pegado al suyo, son sus ojos muy morenos, con su mirada casi comiéndoselo, luego vio que acerco sus labios y los pego a los suyos, lo beso -ese beso le supo a gloria, le supo tanto a él, que se emergió en un sueño profundo, sintiendo su calor y su olor- es él quien lo recuesta, es quien se la pone, se la restriega en su raja, en su culito -él se deja hacer, inmerso en esa su fantasía, envuelto en un halo que lo único que hacían era recordarle al muchacho que quedo allá en el Sur… Lo asió hacia él, se lo acomoda; su pecho en su espalda, su sexo en su culo, sus manos en sus caderas, su boca en la suya, su lengua devorándole la suya; luego él se separa, se gira, se pone frente al chico moreno, se le monta, lo besa; luego lo va besando todo, desde los labios, su cuello, sus orejas, su pecho, una tetilla, luego la otra, las chupa, las succiona -él se estremece, gime- sus axilas -aspira, huele su olor, se sigue por su ombligo, le pone su lengua -él vuelve a gemir y se despatarra en la almohada- su lengua como una culebra viaja por todo su abdomen, por los vellos de su sexo, su boca en su sexo, se lo pone en la boca, se lo engulle todo hasta las huevas -él sabe como dar placer con su boca-, hace que se retuerza como una culebra en celo; como se lo mete todo, como desliza sus labios por su tronco, como lame su cabecita con su lengua hasta hacerlo bufar, quedarse con su sexo y verlo como se entrega a ese placer que solo un hombre le puede dar a otro hombre…

Gime.

Dice:

¿Para, para por favor, para que me corro?

El muchacho lo ve.

Dice:

¿Si, dámela, dámela en la boca?

Lo toma por la cabeza, lo hala:

¿No, no todavía, quiero metértela en ese culito rosa?

El muchacho se estremece -¿se deja hacer?

El lo toma por los hombros y lo empuja a la cama, lo pone de lado, le levanta el culo, lo hace que lo eche para atrás, se toma el sexo, se lo manosea, se lo sacude hasta que vuelve a estar duro y bien levantado, y lo fricciona en su rajita rosita, lo hala de su barbilla y se come su boca, es allí que le pone su sexo en su agujerito y da un primer empujón que lo hace sacar su cadera pero con sus manos bien asidas de sus caderas menos que imposible que se moviera, así que se lo metió de un solo golpe, en ese sonrosado culito casi virgen -pudo palparlo todavía completito- primero muy lento, muy suave -su cadera en sus nalgas con su brazos bien asidos de su cuerpo, y su lengua tragando la suya -y quizá por la peda que se cargaba que ni dolor ni incomodidad por los vaivenes del invasor, por el contrario paraba más las nalguitas y entre gemidos y gritos de: ¿Toño, dame más Toño?

Él:

¿Si, quieres más, quieres más putito chupa vergas, dime que quieres más?

¿Si, dame más, no pares métemela toda?

¿No llenas de verga putito, la tienes toda hasta los huevos y quieres más?

¿Si, Toño, dame más, no pares?

¿Tómala pues putito, apriétamela con tu culito?

Sintió una oleada que le recorrió por toda la espina le iba hasta el cerebro y se le desparramaba por toda su cabeza, sintió luego un escalofrío primero en su estomago, luego le iba a su sexo, le pasaba por las huevas y le estallaba en la raja de su culo, luego sintió un estremecimiento que le invadió todo el cuerpo y un primer chorro salio disparado hacia su pecho, y uno más y otro más mientras contraía su culo sintió como le llenaba de leche y con bufidos se quedaron quietos, abrazados, comiéndose con la boca, llenos de sus jugos; se quedaron dormidos -antes de cerrar sus ojos miro a su alrededor…

Es en el cuartito de ese hotel barato.

Sonrío:

¿Toño?

Era de día cuando abrió sus ojos.

Un olor fétido le venia no se sabe de donde; la luz de la mañana le enceguecían los ojos, los ronquidos de alguien a su espalda le taladraban sus oídos y su olor a resaca se le colaba hasta las membranas mismas -una musiquilla le retumbaba todavía, le venia desde el fondo de no se sabe donde- su calor era tibio y su sexo osaba con metérsele dentro de su rajita-, -cerro sus ojos y se emergió en las profundidades de sus pensamientos, se dejo llevar por el torbellino de las sensaciones vividas le noche anterior; embozo una sonrisa y se dijo para si mismo: ¿Si que fue una noche de copas una noche loca y siempre la recordaría y a él también a Manuelito…?


Acaríciame, despacio lentamente y sin temor…
Acaríciame y siénteme dentro de tú corazón…
Que el amor es algo más que una mirada…

Que no basta con decir unas palabras…
Y que un beso es nada más que una emoción…

Acaríciame…

Canción: Acaríciame.
Canta: Chavela Vargas.
Autor:__________________.


Daniel... Y Su Enorme Verga... 



Daniel:



Esto es antes y después de…


Voy a comenzar de la manera que todo comienza no voy a decir que esto me paso ya hace años, no diré que los saque del baúl, solo diré que me sumergiré en lo más profundo, allá donde habitan y se quedan los recuerdos…

¡Mi memoria, que se sostienen por una delgada hebra!

Desde luego que esta historia no se trata de mi… Esta vez no soy el protagonista, esta vez el protagonista es él; Daniel, mi Daniel, que todavía aun con el tiempo recorrido revolotea en mis memorias, pero que no puedo dejar de estar yo, no puedo hablar de alguien más, sin dejar de hablar de mi, imposible como lo es dejar de respirar, de sentir, seria egoísta si comenzara sin referirme a mi…

¿Vuelvo a ser un muchacho?

Con apenas veinte años, yo no se de medidas estándar, solo diré que soy alto, esbelto, el cabello castaño, para ese entonces un poco largo con un corte algo moderno, con los ojos castaños, la piel dorada, la nariz afilada, los labios sensuales, el mentón cuadrado y fuerte con un buen cuerpo, delgado pero fibrado, no he de decir que gracias al gym, ya que me ganaba la flojera más que la vanidad de cultivar el deporte, he de decir que más bien era gracias a la suerte…

Para ese tiempo las modas ya habían cambiado, en esos momentos ya se usaban esos pantaloncillos entubados y a la cadera, todos de marcas famosas, lo mismo que los interiores, dejando mirar el borde de los cachetes, que te provocaban que se te hiciera agua la boca y la entrepierna se te escurriera y el culito se te llenara de una extraña comezón y los sentidos se te nublaran de emoción, las camisas en colores chillones tan ceñidas que el pecho se te miraba enorme y los brazos como marros, las cinturas planas como lavaderos, los culos apretados, los muslos fuertes pero a la vez bien marcados, las piernas como dos columnas, los cortes de cabello algo andróginos, que no se sabia ni quien diablos eras…

Pero todavía se podía ver por allí algo ocultos en la oscuridad esos muchachos con cara de malos, con actitudes de machos, con las cabelleras cortadas casi al ras, las camisas algo flojas, con chamarras con las insignias de sus equipos de pelota ya sea de grandes ligas o de canasta, los pantalones holgados en caqui o en mezclilla sostenidos por sus nalgas y por sus paquetes casi por puro milagro, por lo regular eran sureños; Los Ángeles es una Ciudad con una infinidad de etnias así que podías escogerlos de todos los colores y sabores: No hay que negarlo el hombre latino tiene un no se sabe que de sexoso, con su piel como el bronce, los ojos del color de la noche, sus cuerpos fibrados y por que no decirlo, tan machos y tan tiernos a la vez que no puedes evitar mirarlos en la calle, estremecerte con su calor y su olor, por lo regular casi nunca dicen que no ante el avance de un putito chupa vergas…


 Es en Hollywood CA.

Es un viernes por la noche.

Es una Avenida por demás famosa como las mismas estrellas en el firmamento: la Avenida paseo de las Estrellas la Hollywood, la Sunset, la Santa Mónica: Fin de semana, montado en esos tejanos tan entallados como una vaina, con el interior por fuera apenas casi visible, con la blusa blanca de rayón arremangada hasta los codos, con las zapatillas negras muy lustradas, ahora muy desenfadado, después de haber bailado casi toda la noche en esa discoteca medio bi, medio gay, medio no se sabe que, todavía medio sudoroso, con el cabello ligeramente despeinado, echado para un lado, en esa esquina de esa Avenida y la callecita que me llevaría al apartamento donde vivía, los chico y las chicas que de apoco iban saliendo de la discoteca, paseándose por la Avenida platicando entre ellos. Parado allí en la esquina esperando no se sabe que diablos, mirando de un lado a otro como estúpido como si en cualquier momento fuera a llegar el maldito principito que siempre revoloteaba en esa cabeza llena de basura, tal vez los temores eran infundados, pero la realidad era que tenía miedo de volver a la soledad del apartamento, ese maldito apartamento que desde hacía tiempo se había vuelto una prisión; miraba el cielo estrellado y por supuesto la inmensidad de la Avenida, como un túnel sin principio ni final…

Realmente era un momento patético, bien, era patético darse cuenta que se es muy joven para vivir solo, lo vuelve a uno demasiado sensible a ciertas cosas -la soledad me estaba matando, indudablemente no todo estaba funcionando y aunque la familia viviera a unas cuantas hora y, que bien pudiera tomar el teléfono y llamar, pero era tarde, toda vez más metido en una tristeza risible.

Decididamente me tendría que ir a mi casa triste y desolado con el alma más encogida que si le haya caído un aguacero -me decidí por lo primero, pero antes me fumaría un cigarrillo-, de pie fumando mi Marlboro Blanco, cuando lo vi ahí parado en la parada del bus, mirándome con esa su mirada de curiosidad, como preguntándose y este ¿que? con su actitud de desenfado. Mucho más alto, con su cuerpo delgado pero fibrado con la piel como el bronce, los ojos negros como la noche, con su gorra de los Nike muy calada hasta los ojos, con apenas una pelusilla por bigote, con sus labios gruesos y sensuales, el cuello alto y delgado, sus hombros fuertes, su espalda ancha, su cintura muy pequeña, sus muslos largos y delgados pero fuertes; con su chamarra deportiva con las insignias de su equipo favorito, con sus pantalones guangos de mezclilla sostenido por sus nalgas y por su paquete que parecía que algo enorme se escondía bajo de ellos, con sus zapatillas de moda; con su olor, ese olor tan peculiar, tan distintivo, tan perturbador, tan a testosterona, tan a macho, tanto que se te impregnaba hasta las membranas mismas que te hace pensar en cosas sucias, que te hace pensar en sexo…

Su voz como un susurro…

¿Sigue esperando su cigarrillo?

Con su mano muy morena y grande los dedos largos y delgados, pero a la vez delicados, la otra quién sabe, tal vez estaría en ese lugar tan secreto, tan intimo, con sus dientes al semblante muy blancos, con su sonrisa de picardía -por mi parte ahí como estúpido embelesado con ese guapo muchacho, que me sonreía; si los milagro existieran ahí estaba claro el ejemplo, si los ángeles hubieran alguna vez bajado a la tierra también allí estaba claro…

Era obvio que el pelado se me estaba lanzando con esa su presencia tan arrolladora. Con su olor que se me impregnaba hasta las membranas mismas, su mirada que se me escurría hasta lo mas profundo de mi ser -su mano sigue esperando el cigarrillo-, y un nerviosismo inusual se apodero de todo mi cuerpo, la voz me temblaba y la mirada se me escapaba para todos lados menos hacia donde estaba el guapito pandillero -dice que, que hago ahí- sonrío un poco y le digo que venía de aquel club -él dice que también venía de allí, pero que no le gusto por que había muchos raritos-, -gays- a los heteros les cagaba en los huevos los lugares donde se juntaba la gente de ambiente y peor aun si estos les lanzaban sus miradas cargadas de picardía, muy típicas de cuando un pelado les ha gustado, en ese transcurso que me pareció una eternidad pude verlo mejor…

Dice que se llama Daniel.

Tenía dieciocho años vivía en el Este de los Ángeles, originario de México de la Ciudad de Mazatlán de la Colonia Olas Altas -Olas Altas, me vuelven los recuerdos, solía ir seguido de vacaciones a esa Ciudad, en especial me gustaba ir a esa parte de Mazatlán, con su montaña a la izquierda y más allá de esta, el muelle, con su casita a la derecha que ahora era el edificio de la secretaria de turismo del estado de Sinaloa, hace años que comenzó un embellecimiento de la Ciudad; de todas las Ciudades de México, la Ciudad de Mazatlán Sinaloa era la que más me gustaba-, -dice que vivía con sus hermanos y que hacia dos años que había venido desde México, que estudiaba la high school y trabajaba medio tiempo-, miraba que el chico no dejaba de jugar con su mano izquierda dentro de su pantalón, su otra mano tenía el cigarrillo, toda vez que lanzaba el humillo me miraba con ojos pizpiretos como si estuviera coqueteándome, mi mirada seguía escabulléndose a no sé sabe donde, como si deseara escapar al embrujo de esos ojos morenos y la verdad temía que solo fuera un espejismo, que el chico solo estuviera jugando y que terminara con un palmo en las narices, lo que vino después me dejo más pasmado que una estatua…

Dijo sin recato ni decoro:

¿Te gusta mamar verga?

Si no lo estuviera escuchando, diría que no lo crearía jamás...

La desfachatez del chico acabo por provocarme una oleada de deseo que me corrió por toda la espina dorsal se me desparramo por todo el cerebro, las sensaciones que sentía me enloquecieron y me llenaron de unos bríos inimaginables, en mi rostro se cuajo una felicidad que desde hacia mucho tiempo que no había sentido…

El muchacho me miro fijamente:

¿Vives por aquí, tienes un lugar?

Solo atino a decir que si; que por esa misma calle vivía, solo a tres callecitas estaba su apartamento...

¿Vive solo?

¿Si?

Termine diciendo casi balbuceando:

El cigarrillo se había terminado y el calorcito hacia mella en nuestros ardientes cuerpos, el sudor y la ansiedad había echo presa de los dos…

Daniel había dicho que iría primero -por pura precaución ya que no quería que lo vieran con él -las actitudes de los heteros le seguían causando risa, siempre escondiéndose del que dirán, pero siempre haciendo sus cosas.

Ya en el apartamento:

Que es un apartamento de una recamara, con una cocina comedor, un baño, una sala recibidor, la sala recibidor con un sofá, una mesa de centro con revistas de decoración, de espectáculos, una televisión, dos lámparas, cortinas en la ventana de enfrente que daba a la calle, una cantina con muchas botellas, copas, vasos, un florero grande en una esquina, en si bonito…

Daniel estaba sentado en el sofá del otro lado estaba yo, todavía tembloroso, todavía nervioso, el chico por su parte estaba a sus anchas abierto de piernas, con sus manos en su paquete, manoseándose a cada rato, sonriéndome, mirándome, como invitándome a que me acercara -yo todavía renuente, todavía esperando ahí, no sé sabe a qué…

Daniel era guapo, con el cabello cortado casi al ras, los ojos castaño oscuro, la nariz afilada, los labios gruesos pero sensuales, con una leve pelusilla en el labio superior, la barbilla pequeña casi femenina, de facciones armoniosas, con la piel del color del bronce, muy alto y esbelto pero fibrado, su cuello era largo, su pecho era suave y marcado ahora con la camisa abierta desabotonada que se le miraban los pezones ligeramente oscuros con un poco de vello a su alrededor, también ya sin chamarra, el estomago muy plano con una leve matita de vellos que le iban desde el hombligo hasta más allá de la liga del calzoncillo, su ombligo se miraba sensual y sugestivo, los vellos le iban como en un triangulo hasta su sexo, su mirada iba desde la mía hasta su verga, me sonreía y le volvía hasta su sexo, se manoseaba descaradamente y me tenía al borde de la locura, el olor de su sexo se hacía más intenso, su colonia se me impregnaba hasta las membranas mismas, podía palpar el sabor de sus axilas, su aliento me llegaba como un elixir, todo él era un poema al sexo y al desenfreno…

Después de platicar un buen rato y de haber agarrado más con fianza me senté a su lado y su olor se me hizo más nítido, pude verlo mejor -si que era bello, su piel era muy suave y emanaba un calor tan reconfortante que me tenía con la boca abierta, en ese momento me sentía como un estúpido…

Me mira:

¿Vas a mamarla ya?

Yo como un estúpido me fijo solo en su bulto que es como una carpa.

No quito mi mirada de ese gran paquete:

¿Qué hay allí debajo que se ve tan grande?

El sonríe y se destraba la correa, se desbotona los botones uno por uno.

Me miro con esos sus ojos picaros:

¿Solo tengo este pedazo?¿Te gusta?

Y de un solo golpe se saco su verga ya levantada; era una verga grande y gruesa, derecha como una asta muy hermosa, como pocas veces hayan visto mis ojos -y si que he visto muchas-, pero esta era de una hermosura inimaginable -sin quererlo se me hizo agua la boca y me apresure a tomarla con la mano y a moverla de arriba hacia abajo a sacudirla, a palparla, a sentir el calor que emanaba de ella, el olor que se le escapaba por el agujerito de esa cabecita con un leve color magenta, si que era hermosa, me tenia al borde del colapso-, sus huevas eran grandes y muy cargadas, sin vellos, eran como las de un muchachito, se me antojaba metérmelas en la boca, chuparlas y lamerlas -pero todavía no, todavía espero-, Daniel con los ojos cerrados bufaba de placer, ahí recostado con mi cabeza en su pecho, prodigándole una adoración extraña a ese miembro monstruosamente grande, ahí ante mis ojos y ante mi boca, con su agüita en la puntita toda vez que le daba vaivenes de abajo hacia arriba, el frenillo se contraía y se halaba, sus huevas se ponían cada vez más duras y también se contraían, toda muy hermosa -que pinche fetichismo el mío por las vergas y esa era una verga para adorar, si señor, para adorarse…

Daniel aparto mi mano y tomo con la suya su verga y me la apunto hacia la boca, con la otra mano empujo mi cabeza, levanto su cadera y su polla entro en mi boca embistiéndola una y otra vez con ese vergajo -yo palpaba la esencia y las secreciones que emanaban como un tumulto que me llenaban de su liquido y de mi saliva, mi boca trataba de abarcar toda su gran verga y no quería que se escapara nada, quería tragarme todo lo que escapara de ella, quería todo ese hermoso pedazo de carne viviente y palpitante que entraba en mi boca como Pedro por su casa…

Apoyándose con su cadera sus embestidas eran mas profundas y su verga me taladraba aun mejor la boca -con sus pantalones de mezclilla ya en los talones, ya sin camisa, con su piel tan suave, con los vellitos de sus axilas asomándose y su olor que me llenaba toda la nariz, su calor me quemaba la piel-, me tomo de la cabeza y aparto de su verga de mi tragona boca…

Bufo:

¿Para, que casi me corro?¿Es que si eres un puto mamador?

Lo miro:

¿Por qué no te quitas el pantalón?

Mira para todos lados, como quien busca algo; su mirada se va hasta una puerta en uno de los costados:

Dice:

¿Qué hay allí?

Incrédulo:

¿Es un clóset, por que?

Se pone de pie, no sin antes mirarme, como si me pidiera permiso:

¿Se puede quitar su ropa allí?

¿Claro?

Se volvió a subir sus pantalones guangos, mire su espalda y su cola que era muy bonita, muy redonda, -sonrío- no tardo en volver, ahora completamente desnudo, todavía aun más bello, con su verga levantada mirando hacia arriba, totalmente dura, con su montículo de vellitos que lo hacían tan sexy -y me causo un estremecimiento que me arrobo- se puso en frente de mi poniéndomela a la altura de la boca, la que abrí y la que engullí, cuan hermosa era esa polla, que me la metió hasta las amígdalas; él me tomo por la nuca y se apoyo con ella, dándome embestida tras embestidas hasta que se canso, dándome una ultima embestida la alojo toda en mi garganta, mis ojos saltaron como ascuas mirando ese pedazo de carne que todavía le faltaba por entrar un buen pedazo; sus huevas chocaban con mi barbilla y sus vellos me pegaban en la nariz…

El deseo que me producía semejante culeada de boca me estaba llevando al quinto infierno, sentía que las sensaciones me corrían desde mis propias huevas me iban hasta el perineo y me estallaban en la raja del culo, si no paraba ahora mismo tendría mi propio orgasmo y sin haberme tocado; Daniel por su parte se había cansado de joderme la boca de pie, la saco de mi y se fue a sentar, me tomo por el cuello y me jalo hasta ponerme a cuatro patas sobre el sofá, arrimo mi cabeza hasta su verga que por mas que la dejara no se le bajaba, seguía tan dura y tan levantada como en un principio, me tomo de la barbilla y me dio un tierno beso que me estremeció -era un beso de esos de piquito, pero era un beso; yo bese su oreja y su cuello, su pecho, sus tetillas, su bonito ombligo, los vellos de su sexo; su mano por su parte jugaba con mi cola que se colaba por mi pantalón y mi calzoncillo hasta mi agujero; yo por mi parte seguía con la labor de mamar ese hermoso miembro; el tomo mi cabeza y la guío hasta su verga, yo abrí mi boca y la recibí toda… Estaba tan caliente, tan dura y sus gemidos tan obvios que era imposible que retardara mas su orgasmo, mi muchachito se aproximaba a tirarme su lechita…

Se acomodo mejor; me tomo por la cabeza de la nuca y la coronilla, apoyándose así me cogió la boca, sin parar un solo instante -yo escuchaba sus bufidos de placer y sus manos me apretaban con fuerza la cabeza, su vergajo entraba y salía de mi boca, sus fluidos y mi saliva se salían por las comisuras, aventó su cadera y mi cabeza, hacia mi boca y me la empujo toda hasta las amígdalas- fue allí que sentí el primer chorro de leche tan caliente que me provoco una oleada de placer, la que tragué toda de un solo, al sentir la esencia de macho, una corriente eléctrica me corrió y una vez más me vine sin siquiera haberme tocado, el deseo que sentía en esos momentos me hizo engullir su pedazo de carne y tragar toda su esencia hasta la ultima gota que se desparramo por toda mi boca, se salía por las comisuras, se me hizo tan sensual, con mi boca y mi cara llena de lefa masculina- y me imagino que lo mismo sintió él, por que en ningún momento dejo de empujar su cadera y mi cabeza hasta que su vergajo fue perdiendo fuerza y la ultima gota fue largada…

Los dos bufamos.

Nos sonreímos.

Nos miramos y nos carcajeamos de felicidad:

¿Nunca había tenido semejante experiencia, tu fuiste mi primera vez, gracias?

¿Si, claro?

Mientras se ponía su ropa me pregunto por un numero de teléfono -mientras me limpiaba los restos de su esencia, yo apunte un numero en un papel… Mientras seguía palpando su esencia a macho, su olor, su calor, su esencia que se quedaría fija en mi memoria; sobre todo su olor y su calor; podría olvidarme de su rostro muy moreno, de sus ojos mirándome a cada rato; pero jamás me olvidaría de su enorme verga, de su olor, de su calor… ¿Jamás?

Lo encamine escaleras abajo; prometiendo que llamaría: Ya hace tiempo de eso pero jamás lo hizo, pero su recuerdo siguió allí, en mi memoria, en lo mas recóndito de mi ser, que de vez en vez emergía de mis memorias; con su recuerdo que todavía me excitaba, que todavía me removía sentimientos encontrados, como esta vez...

Esto es en memoria de Daniel…


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